Cuando Horten, como la conoce todo el mundo, llegó al barrio hace años, sus calles eran de las más peligrosas de la ciudad. Pero ella no se arredró. Venía de trabajar en un colegio público situado en los arrabales de otra ciudad cercana, en muy malas condiciones de salubridad y con abundante población gitana. “Me he pasado la vida trabajando en sectores marginados”. Tratando con niños y familias gitanas se dio cuenta de que los estereotipos son injustos, y que los gitanos tienen valores de los que todos podemos aprender.
Tratando con niños y familias gitanas se dio cuenta de que los estereotipos son injustos
“Todos tienen algún valor que enseñarnos, puntos de vista que enriquecen nuestra perspectiva”. Admira en muchos de sus clientes el aprecio y desvelos por el núcleo familiar, el respeto a los mayores y su modo de desvivirse en el cuidado de ancianos y enfermos, la gratitud cuando perciben un deseo sincero de ayudar.
Horten es madre de familia y supernumeraria del Opus Dei. Estudió en Guadalaviar, un colegio que es obra corporativa del Opus Dei, y aunque al dejarlo miraba con cierta frialdad de adolescente lo aprendido, todo cambió al casarse, tener dos hijas y plantearse dónde estudiarían: “Quiero para mis hijas que sean felices y cristianas”, pensó. Y sin dudarlo las llevó a Guadalaviar, con cierta reticencia de su marido, que ahora es el principal defensor del colegio.
Al reflexionar sobre la influencia del Opus Dei en su trabajo, Horten considera que el espíritu de la Obra le da paz interior y buen humor, algo que ha necesitado muchas veces para afrontar situaciones problemáticas y hasta físicamente peligrosas. “Aquí entras triste y sales alegre”, le dijo una clienta gitana.
Le ayuda también a ser solidaria con la vulnerabilidad, y valorar la importancia de la sobriedad en sus gastos, ante tantos a los que le falta de todo. “Cuando somos generosos con los que nos necesitan salimos ganando”. Ha aprendido que podemos vivir con menos cosas, a pasar por la vida “sobria y templadamente”, como enseñaba san Josemaría.
El espíritu de la Obra le da paz interior y buen humor, algo que ha necesitado muchas veces para afrontar situaciones problemáticas
Gracias a lo recibido y a su trabajo, Horten ha visto también reforzado su aprecio natural a la diversidad. Ella disfruta tratando con gente que piensa distinto, porque “tratar sólo con los que piensan igual que tú es muy aburrido (…) cada uno es muy libre de pensar como quiera: el amor y la amistad están por encima de todo”.
Hasta hace poco en el barrio de su farmacia abundaban los delitos. Ahora la situación va mejorando, gracias al trabajo de muchos: “Lo que yo he visto es que los más constantes son las personas relacionadas con la Iglesia católica: sacerdotes, religiosas, voluntarios de instituciones católicas”. Y personas que desde su profesión tratan de contribuir a mejorar el mundo.