Dos apuestas al 26 y una mano que mece la cuna

Ignacio vive en Madrid y se dedica a la producción audiovisual. En su metraje vital hay una fecha clave desde que conoció a Laura: el 26 de diciembre. Desde 2018, el 26 de junio es otra cita especial en su calendario, porque aquel día escuchó hablar de san Josemaría y, desde entonces, se ha quedado enganchado a su persona y a su mensaje. Son dos momentos separados justo por cada medio año que cierran un círculo lleno de Providencia y con otro protagonista de peluche…

Si esta historia fuera un guion, sería algo así…

Protagonistas: Ignacio, Laura, Laura junior, san Josemaría y el Niño Jesús.

Localizaciones: Varese (Italia) y Madrid.

Contexto temporal: Entre junio de 2018 y las navidades de 2020. Con algún flashback.

Sinopsis: Ignacio y Laura viven en Madrid. Él, local. Ella, italiana. Los dos y su hija comparten una devoción especial al Niño Jesús. Un día, en medio de su vida, Ignacio conoce a san Josemaría, fundador del Opus Dei, por una parte y por otra, Laura entiende que Dios le pide agitar el cocotero de su apostolado personal en un mundo profesional más bien indiferente. La familia unida trama un plan imprevisible: diseñan un Niño Jesús de peluche para exportar al mundo un Baby Jesus que tiene un año de vida y ya duerme en la cama de muchos niños y niñas. Y de otros y otras que no son tan niños y tan niñas. La Providencia hará que todos los elementos de la historia casen. Aunque parezca imposible.

Desarrollo de la historia: Ignacio y Laura se conocen hace 27 años en el mundo de la televisión. Trabajan juntos, se sienten atraídos, se quieren, y se casan en Varese, capital de la novia. Repican las campanas en italiano y este año serán las bodas de plata. Desde el siglo IV, por esos lares palpita una devoción de piedra que, con el tiempo, se convirtió en el Santuario del Sacro Monte. Pues bien. Aquel enclave es epicentro de una tradición familiar, porque el 26 de diciembre de 1953 se casaron los abuelos italianos y, caiga quien caiga, cada año, ese día lo pasan en este refugio espiritual entre los bosques de hayas, castaños y nogales de la Lombardía. Menos el de 2020, por culpa de la pandemia.

Un año después de aquella boda itañola nació Laura junior, que posa con 24 primaveras. Vida familiar normal. Cariño, idas, venidas, series, películas. Lo normal entre dos amantes del mundo audiovisual, pero con una peculiaridad: los tres tienen una devoción en tres dimensiones al Niño Jesús. ¿Qué tipo de devoción? Por resumir: los tres llevan en sus bolsos o bolsillos una pequeña imagen del Niño Jesús desde el 26 de diciembre de 2018 que compraron, precisamente, en la tienda de el santuario.

Apunte importante: Ignacio y Laura son muy normales. Ella: italiana, joven, dinámica, profesional y estilosa. Él, sonriente, trabajador, audaz, con sus ilusiones audiovisuales y como con una luz encendida dentro que hace que los ojos le brillen diferente. Los dos viven en Madrid.

El 26 de junio de 2018 sucede un giro inesperado: sin venir a cuento, ese martes Ignacio va a misa a su parroquia habitual y le hablan de la fiesta de san Josemaría. Él, que solo sabía que era un santo español y que tenía ciertos prejuicios sobre el Opus Dei, se queda con la melodía del fundador de la Obra en la cabeza, como cuando escuchas una canción y se te queda grabada dentro del cerebelo con una cierta insistencia y te sale sola, sin querer. Y enganchan.

—Explícame el nivel de engagement.

—Me puse a ver un vídeo, y otro vídeo, y otro vídeo. Y al terminar de comer -no me preguntes por qué- me presenté en la parroquia de san Josemaría en Aravaca, con la que di gracias a Google, le puse una vela al santo, recé y me fui. A partir de ahí, sí, lo admito, me entró una especie de obsesión con san Josemaría que yo no entendía. Venga a ver vídeos, y me compré sus libros…

—¿Y qué te decía tu mujer?

Ignacio: Ella estaba flipando.

Laura: Tampoco tanto. Él ya iba a misa todos los días. Claramente estaba buscando.

Ignacio: Mi hija hasta me decía: “Oye, papá, ¿no te irás a hacer del Opus?”. No, no, tranquila. Nosotros no teníamos ninguna cercanía con la Obra.

—Ecos, quizás.

Ignacio: Si teníamos algo eran prejuicios.

Ignacio exprime la sección san Josemaría del canal de YouTube del Opus Dei. Y pone hasta un busto a escala del santo en la mesa de su despacho. “Parece exagerado, pero es como te lo cuento”. Y la cosa es que disfruta lo que ve y lo que lee, y el engagement, que surgió como de la nada, aumenta cada día.

—¿Y qué te atraía de él? ¿Su forma de ser? ¿Su mensaje?

—No sabría decirte. Un poco, todo. Sobre todo, su insistencia en recordarme la posibilidad de ser santo en medio del mundo, siendo un tipo normal, cayéndome y levantándome, y a través del trabajo profesional. Su amor a Dios. Su carisma, que trae alegría por donde pasa…

Ignacio se va de vacaciones y, a la vuelta, “llevé el tema a mi confesión. Padre, que me pasa una cosa muy rara... Y no sé si Dios me está pidiendo que me acerque a la Obra, pero, sinceramente, le digo que no me apetece. Además, es que no conozco a nadie”. Y el sacerdote le dice: “No te preocupes. Vive tu fe como estás haciendo. Y Dios dirá”. Be happy.

Acto seguido, Ignacio y su runrún hacen un retiro de Emaús, y la Providencia le sirve en bandeja el lema de este nuevo tramo de su vida: “Pon tu porvenir en manos del Señor, confía en Él y déjalo actuar”. Al día siguiente le cuenta a su párroco cómo habían ido las cosas en el retiro y el sacerdote le pone en contacto con los medios de formación del Opus Dei en su zona de residencia.

En casa: “Laura, deberías hacer un retiro de estos, es maravilloso”. “Vale”.

Laura sigue las recomendaciones de su marido. Hace un retiro de Emaús y en sus ratos de oración entiende que Dios le pide que ponga a Jesús en el centro de su familia, de sus vecinos, de sus compañeros de trabajo. Piensa. Reza. Y se le enciende una luz que también hace que le brillen los ojos.

Entonces, se sientan en casa. Ella vende su idea: hacer un Niño Jesús de peluche para meter a Dios hecho niño en los hogares de muchas familias del mundo. Él apoya la idea, anima el plan de negocio. Y Laura junior, licenciada en marketing, se pone a lo propio. Entre los tres dan a luz en la Navidad de 2019 a My dear Baby Jesus que verás con tus propios ojos abriendo este enlace.

Que las cosas se cuentan muy pronto, pero en el parto de este Niño de peluche hay horas, business plan, bocetos, diseños, consejos, sumas, restas, producción, ideas, packaging, el vértigo propio de lanzarse a una aventura empresarial, las expectativas, y la ilusión de sembrar en muchos hogares el cariño al Niño también más allá de la Navidad.

Un año después de aquella conexión inesperada con san Josemaría, el 26 de junio de 2019, Ignacio entiende que Dios le anima a ser supernumerario del Opus Dei, pide la admisión, y el 26 de diciembre, seis meses después, el director de su centro le confirma que su petición ha sido aceptada. Los dos días señalados en su calendario se conectan de nuevo.

Justo aquel 26 de diciembre de 2019, Ignacio y las dos Lauras estaban llevando al Baby Jesus hecho realidad al Sacro Monte. Dejan un ejemplar en la tienda donde compraron los niños portátiles que llevan encima todo el año. “A partir de vuestra imagen, hemos creado este proyecto y os lo traemos, también en agradecimiento”. No habían reparado en una nueva casualidad: justo en la pared de la tienda, un poco más a la izquierda, una placa recuerda la visita de san Josemaría al santuario italiano en 1968: 50 años antes de que se desataran las historias paralelas de Ignacio y su familia.

Una placa recuerda la visita de san Josemaría al santuario italiano en 1968

Laura: “Yo llevo 54 años, desde que nací, pasando por este lugar y nunca había caído en la existencia de esa placa”.

Lanzar el Baby Jesus, dice Ignacio, “ha sido, literalmente, meter a Dios dentro de la familia. Porque lo hemos sacado adelante hablando los tres por la noche, en las cenas, con la tele apagada. Comentábamos cómo sería, si le pondríamos aureola o potencias, qué oración incluiríamos en la caja… Para nosotros esta aventura ha sido un regalo, el regalo de meter al Niño Jesús en el centro de nuestra casa”.

—¿Y se vende bien?

—En un año se han vendido cerca de 2.000. Estamos muy satisfechos, porque hemos metido 2.000 Niños Jesús en los hogares de muchas familias.

Hay dos Baby Jesus peregrinos, que van de casa en casa, por barrios diferentes de Madrid. Y a saber las historias ya vividas, abiertas, o pendientes de llamar al timbre. En el perfil de Instagram del peluche divino se cuentan algunas. Y hay fotos de niños, han surgido canciones, y oraciones, y libros. El Niño acaba de cumplir su primer año y está más a gusto que en brazos.

Laura: Nos mandan fotos del Baby Jesus hasta con mascarilla…

Ignacio: Se lo regalamos a unos amigos en Italia, y se lo ofrecieron a su padre, que estaba muy enfermo. Los últimos momentos de su vida los pasó abrazados a este Niño de peluche. Esto no es un juguete. Es mucho más. Para nosotros, y para mucha gente, por lo que vemos, esto es más que un simple peluche.



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Flashback. Madrid de pre Guerra Civil. 1931-1934. En esos años, san Josemaría fue capellán del Monasterio de santa Isabel. A unos metros de Atocha. Lo recuerda el mismo fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos: “Al salir de la clausura, en la portería, me han enseñado un Niño, que era un Sol. ¡No he visto Jesús más guapo! Encantador: lo desnudaron: está con los bracitos cruzados sobre el pecho y los ojos entreabiertos. Hermoso: me lo he comido a besos y... de buena gana lo hubiera robado”. Cuentan las crónicas que “con frecuencia les pedía la imagen a las monjas para llevársela a su casa”, porque aquel Niño está ligado a muchos recuerdos íntimos de su vida interior, a favores y gracias extraordinarias. Las monjas lo llaman todavía hoy “el Niño de don Josemaría”.

El beato Álvaro del Portillo, en el libro Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei, destaca los recuerdos que le contó la Madre Carmen de San José de aquellos años 30. Que ella misma había visto “muchas veces, cuando el Niño estaba en la sacristía de la iglesia durante el tiempo de Navidad, cómo don Josemaría le hablaba, le cantaba, le mecía, como si se tratase de un niño de verdad”.

En el mismo escenario -Madrid-, con la misma fe, pero unos cuantos años después. Dos hombres con un cariño especial al Niño Jesús. Más allá de la Navidad. Ignacio, Laura y Laura junior se cruzan en la plaza de la misma devoción con san Josemaría. Y los cuatro comparten la misión de difundir un cariño especial por Dios en pañales.

—¿Conocéis al Niño de san Josemaría?

—Todavía no. Estamos tardando…

Episodio piloto. Escena 1.

Madrid. Exterior. Navidad.

Travelling. Un hombre y una mujer, de espaldas, cruzan el Museo Reina Sofía en dirección al Monasterio de santa Isabel.

Primer plano de una mano de hombre que toca al timbre. Se abre el torno.

Plano de Laura: “Buenas tardes, hermana. Feliz Navidad. Somos Laura e Ignacio. Sabemos que en esta comunidad le tienen mucha devoción al Niño Jesús. Nosotros hemos creado este de peluche. Le traemos un ejemplar de regalo”.

Verja. Ojos de una monja anónima. “Muchísimas gracias. ¡Qué ilusión! ¡Es precioso!”.

Ignacio: “En casa tenemos mucha devoción al Niño Jesús. Y nos han dicho que aquí tienen uno especial”.

Hermana: “Sí. Pero no lo digan muy alto, que si no nos pasamos el día abriendo la puerta a los amigos del Opus Dei…”.

Laura: “¿Y por qué es especial?”

Hermana: “Porque hubo un tiempo en que esa talla de madera del Niño tenía vida propia en las manos de san Josemaría. Que lo abrazaba con un cariño tan especial, que parecía de carne y hueso. Como me pasa con este peluche”…