Fallecimiento del padre Marcelo Rojo: la despedida de un amigo

El profesor Andrés Eichmann recoge con precisión algunos rasgos de la biografía del padre Marcelo, que leyó con emoción durante su funeral, y da cuenta de testimonios y noticias de afecto de los últimos días.

In pace

Claudio Marcelo Rojo nació el 22 de febrero de 1959 en Echeverría, Provincia de Buenos Aires. Se licenció en Ciencias de la Educación en la Universidad Católica Argentina en 1982. Fue parte del equipo de profesores que iniciaron el Colegio Los Arroyos, en la ciudad de Rosario, donde estuvo a cargo de la subdirección del secundario y por un breve período de la dirección general. Luego de largos años de docencia, en 2001 se incorporó al Colegio Romano de la Santa Cruz, Seminario Internacional de la Prelatura del Opus Dei. Obtuvo el doctorado en Filosofía en la Universidad de la Santa Cruz de Roma. Recibió la ordenación sacerdotal el 21 de mayo de 2005 de manos del entonces prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría. A finales de dicho año comenzó a ejercer su servicio sacerdotal en la ciudad de Santa Fe, después de haber ejercido durante algunos meses el ministerio en Mendoza. En 2008 pasó a la ciudad de Rosario, y de 2012 a 2014 formó parte de la comisión regional del Opus Dei en Argentina, Paraguay y Bolivia, en temas vinculados con la formación intelectual y la promoción de proyectos de enseñanza. En 2015 se trasladó a La Paz, Bolivia, donde ejerció el cargo de Vicario Delegado del Opus Dei hasta su fallecimiento. Fue el primer capellán de Voces Católicas Bolivia.

En cuanto se supo la noticia de su fallecimiento hemos recibido las manifestaciones de dolor, de cariño y de consuelo de muchísimas personas con las que él había cultivado su amistad. Entre ellas, familias de distintas ciudades de Bolivia, educadores, sacerdotes de la arquidiócesis de La Paz, obispos de Bolivia, trabajadoras del hogar y personas de toda condición.

El Prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz, escribió que “ante lo inesperado de su marcha, hacemos sufragios y tratamos de convertir la pena en un diálogo con Dios, conscientes de que Él sabe más”; y nos animó a “pensar en tantas almas que se habrán beneficiado del empeño de Marcelo por buscar a Cristo en las circunstancias corrientes de cada día. […] Pedidle que nos obtenga muchas vocaciones, en Bolivia y en todas las ciudades, que vengan como él, a gastarse por el Amor”.

El padre Marcelo junto al Prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz

El 28 por la noche, se acercó a rezar por el padre Marcelo Mons. Edmundo Abastoflor, arzobispo de La Paz. Después de la Misa de cuerpo presente y del responso, expresó que hacía suyas las palabras de “un sacerdote aymara de nuestra arquidiócesis” que, al dar las condolencias, “decía que saludaba a su amigo, y al amigo de Dios”. Luego, continuó: “Me ha gustado esa relación. Él ha sido amigo de muchos de nuestros sacerdotes y de muchos de nuestros laicos, religiosos y religiosas, pero sobre todo ha sido un hombre de Dios”. Recordó también el último encuentro que tuvo con el padre Marcelo, hace pocos días, con ocasión de un retiro que este último predicó para el clero de la arquidiócesis.

El Vicario del Opus Dei para Argentina, Bolivia y Paraguay, padre Víctor Urrestarazu, manifestó su cercanía con “las bolivianas y los bolivianos en quienes ha dejado un rastro de bondad y simpatía, al servicio de tantas personas, del país y de la Iglesia en Bolivia. Es el primer sacerdote de la Obra que será enterrado en suelo boliviano, donde ha puesto su corazón desde aquel 2015 en que asumió este querido país como propio”. También dijo: “Marcelo fue un sacerdote de alma grande y un educador. Durante su vida se entregó con pasión a la formación de los jóvenes y estuvo entre los iniciadores del colegio Los Arroyos de Rosario”. Después de recordar las otras ciudades en las que trabajó, recordó que “en todos lados se lo recuerda por su sencillez, espíritu de servicio, disposición para el diálogo”.

Otro testimonio nos ha llegado del padre Sandro Aranda Escobar, párroco de Nuestra Señora del Rosario. Es un escrito evocador y lleno de emoción, del que citaré algunas partes: “Te recuerdo animando al clero paceño, especialmente al clero joven que acompañaste con un compromiso de amigo, convocando al fútbol, sabiendo que no podías ya jugar, pero convencido de que el solo hecho de encontrarnos nos hacía crecer como hermanos. Te recuerdo cocinando en aquel hornito de barro, donde tantas veces quemaste tus pestañas para preparar las ricas pizzas y los ricos manjares a los que convocabas con una alegría y un compromiso de padre. […] Te recuerdo exhortando con tanta humildad y firmeza cuando los chistes y las bromas eran impertinentes en ese grupo de sacerdotes del fútbol, pero a la vuelta riendo con las ocurrencias, memes o mensajes. Te recuerdo animando la oración del clero […] meditando y orando en el silencio de tu interior, silencio que ensordecía porque transmitía tantas cosas, sobre todo tu cercanía a ese Dios que amaste y lo revelaste con tu vida. […] Te recuerdo animando las reflexiones de los retiros. Aún recuerdo tu casi testamento personal, que compartiste el pasado jueves, encuentro por Zoom que propiciaste en este tiempo de pandemia”.

La Misa de cuerpo presente fue transmitida por Zoom, y en ella se registraron 444 conexiones, de tanta gente que habría deseado acompañar presencialmente, procedente de numerosos países. Después de la Misa continuó el velorio, en el que fueron verificándose unas 750 conexiones durante la noche y en la mañana del día lunes. Muchas de estas dieron lugar, a lo largo de las horas, a mensajes de familias enteras que habían estado acompañando al padre Marcelo, por ejemplo: “La familia Costa te agradece el cariño y la guía que nos brindaste, como directivo de los colegios y luego como sacerdote, pero por sobre todo como amigo. Fuiste y serás un camino a seguir para alcanzar la meta (desde Rosario, Argentina)”; “Su ejemplo, sus enseñanzas quedarán grabados en nuestros corazones. Damos gracias a Dios, por el privilegio de haberlo conocido (familia Cisneros, La Paz)”; “All my prayers to Padre Marcelo. We meet at mass like all these 15 years since we were ordained. I pray for Bolivia and Argentina. Specially my prayers in my mass will be for Padre Marcelo Rojo’s family. My blessings from Kampala (Edward Diez-Caballero, Uganda)”; “Nos acompañará siempre tu franca y sincera sonrisa, tu precisa palabra de aliento o consuelo y tu aprecio y cariño tan real y verdadero. Que de Dios goces P. Marcelo. Gracias por tanto (Óscar Loayza, La Paz)”; “Padre Marcelo, en el cielo le espera la tortilla de patatas española y los pimientos del piquillo. Siempre que nos reunamos tendrá su ración con nosotros bendiciendo la mesa. Hasta siempre padre Marcelo. Que suerte la mía haberlo conocido.... hasta el cielo (Jorge Ochoa, español residente en La Paz)”.

El lunes 29 de junio a las 11 hs. tuvo lugar otra Santa Misa de cuerpo presente. En la homilía, el padre Santiago Goñi, vicario secretario del Opus Dei en Bolivia, recordó que hace pocos días el padre Marcelo tuvo la sorpresa de recibir, por vez primera (y última) una llamada colectiva en la que participaron muchas decenas de miembros de su familia, desde distintos países, incluso con algunas personas que él no había conocido antes. Fue una ocasión única (nunca mejor dicho) para estrechar lazos que no se romperán.

Después de la Misa partimos al Cementerio Jardín, Sector Los Rosales. Allí había algunas personas que habían acudido para acompañarlo en este último traslado. Participaron también muchas otras personas (al igual que en la Misa) desde unas 250 conexiones digitales. Allí tuve ocasión de leer un breve resumen de la vida del padre Marcelo y algunos testimonios. Después rezó el último responso el padre Santiago, y luego se procedió al entierro. De entre los presentes pidió la palabra el P. Pedro Fuentes, párroco del Señor de la Exaltación de Obrajes, quien hizo una oración en voz alta: “De tus manos creadoras venimos, a tus manos misericordiosas vamos. Te damos gracias por el gran testimonio de vida que ha dado Marcelo a lo largo de su vida. Hubiéramos querido tenerle más tiempo con nosotros, como es siempre el sentimiento de tener al ser querido para siempre; pero sabemos que esto no es así. Con dolor lo reconocemos, y con una resignación impregnada de esperanza, de fe en tu amor que nos da la salvación y la vida eterna. Paz en la tumba de nuestro hermano Marcelo. Que los ángeles te lleven a la presencia de Dios y que el Señor te muestre su rostro”.

También habló Melina Carmona, que se dirigió al padre Marcelo, a nombre de muchas familias a las que él conoció íntimamente, compartiendo muchos almuerzos y encuentros llenos de afecto. Le dijo que lo que esperan todos es que se quede con ellos, que su presencia se siga sintiendo en los hogares, en el Colegio Horizontes y en la vida de quienes lo conocieron. Que se quede en Bolivia, país que adoptó como suyo y en el que dejó la propia vida.

En las conversaciones que siguieron en pequeños grupos, afloraron recuerdos entrañables. Marcelo Beltrán mostró la tumba de su padre, el cual (después de años sin acercarse a la Iglesia) recibió, un viernes por la noche, los sacramentos de manos del padre Marcelo, dos días antes de fallecer. Guillermo Peñaranda, profesor de Inglés del Colegio Cumbre, recordó que el padre Marcelo atendió a su hermano, también antes de morir, y que dejó una huella imborrable entre sus familiares.

Finalmente, una madre de familia contó el sueño que tuvo anoche una hija suya: “Me desperté en un jardín [en el cielo] con muchos niños y mis hermanos. Ahí estaba Jesús jugando con los otros niños y nos dio la bienvenida, yo le pregunté: “¿sabes dónde está el padre Marcelo? Jesús me dijo: “Sí, está al otro lado”. Le dije: “¿Me puedes llevar ahí?” Y me respondió que sí, y me llevó al mismo jardín, sólo que en éste había una fuente con un sol inmenso y al otro lado una luna que medio palpitaba. En la fuente una Señora perfecta, de belleza sobrehumana, [lo dice con expresiones de su profesora de religión cuando les habla de la Virgen María]. Luego abracé al padre Marcelo y a ustedes [o sea, a sus padres], que estaban hablando con él. Luego Jesús me llamó y me dijo si no quería volver a jugar con ellos. Yo le dije que sí. De ahí me desperté porque Catalina [una hermana menor] me lanzó una muñeca en el brazo”.