Junto al Sagrario

"Acude perseverantemente ante el Sagrario, de modo físico o con el corazón, para sentirte seguro, para sentirte sereno: pero también para sentirte amado..., ¡y para amar!", aconseja san Josemaría en Forja, para adorar a Jesús, escondido en el Tabernáculo.

Jesús dijo: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Él que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eternal permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 51.54.56). «La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración» (Juan Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 3)

Catecismo de la Iglesia Católica, 1380.

Una delicadeza de amor

Ante todo, hemos de amar la Santa Misa que debe ser el centro de nuestro día. Si vivimos bien la Misa, ¿cómo no continuar luego el resto de la jornada con el pensamiento en el Señor, con la comezón de no apartarnos de su presencia, para trabajar como Él trabajaba y amar como Él amaba? Aprendemos entonces a agradecer al Señor esa otra delicadeza suya: que no haya querido limitar su presencia al momento del Sacrificio del Altar, sino que haya decidido permanecer en la Hostia Santa que se reserva en el Tabernáculo, en el Sagrario.

Es Cristo que pasa, 154

Cuando te acercas al Sagrario piensa que ¡Él!... te espera desde hace veinte siglos.

Camino, 537

Me escribía aquel muchachote: “mi ideal es tan grande que no cabe más que en el mar”. —Le contesté: ¿y el Sagrario, tan “pequeño”?; ¿y el taller “vulgar” de Nazaret?—¡En la grandeza de lo ordinario nos espera Él!

Surco, 486

Os diré que para mí el Sagrario ha sido siempre Betania, el lugar tranquilo y apacible donde está Cristo, donde podemos contarle nuestras preocupaciones, nuestros sufrimientos, nuestras ilusiones y nuestras alegrías, con la misma sencillez y naturalidad con que le hablaban aquellos amigos suyos, Marta, María y Lázaro. Por eso, al recorrer las calles de alguna ciudad o de algún pueblo, me da alegría descubrir, aunque sea de lejos, la silueta de una iglesia; es un nuevo Sagrario, una ocasión más de dejar que el alma se escape para estar con el deseo junto al Señor Sacramentado.

Es Cristo que pasa, 154

Desde el Sagrario de esa iglesia, Cristo —perfecto Dios, perfecto Hombre—, que ha muerto por ti en la Cruz, y que te da todos los bienes que necesitas..., se te acerca. Y tú, pasas sin fijarte.

Surco, 687

No tengas miedo a llamarlo Jesús mío

"Luego tú eres rey"... —Sí, Cristo es el Rey, que no sólo te concede audiencia cuando lo deseas, sino que, en delirio de Amor, hasta abandona —¡ya me entiendes!— el magnífico palacio del Cielo, al que tú aún no puedes llegar, y te espera en el Sagrario. —¿No te parece absurdo no acudir presuroso y con más constancia a hablar con Él?

Forja, 1004

Ahí, desde ese lugar de trabajo, haz que tu corazón se escape al Señor, junto al Sagrario, para decirle, sin hacer cosas raras: Jesús mío, te amo. —No tengas miedo a llamarle así —Jesús mío— y de repetírselo a menudo.

Forja, 746

Debes mantener —a lo largo de la jornada— una constante conversación con el Señor, que se alimente también de las mismas incidencias de tu tarea profesional. —Vete con el pensamiento al Sagrario..., y ofrécele al Señor la labor que tengas entre manos.

Forja, 745

Niño bueno: dile a Jesús muchas veces al día: te amo, te amo, te amo...

Camino, 878

¡Oh, Jesús! —Descanso en Ti.

Camino 732

Que no falte a diario un “Jesús, te amo” y una comunión espiritual —al menos—, como desagravio por todas las profanaciones y sacrilegios, que sufre Él por estar con nosotros.

Surco, 689

Repite de todo corazón y siempre con más amor, más aún cuando estés cerca del Sagrario o tengas al Señor dentro de tu pecho: non est qui se abscondat a calore eius —que no te rehúya, que el fuego de tu Espíritu me llene.

Forja, 515

Por las calles descubriendo a Jesús

No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de meterte dentro de cada Sagrario cuando divises los muros o torres de las casas del Señor. —El te espera. No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de rezar a María Inmaculada una jaculatoria siquiera cuando pases junto a los lugares donde sabes que se ofende a Cristo.

Camino 269

Enciende tu fe. —No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia. ¡Vive!: "Jesus Christus heri et hodie: ipse et in sæcula!" —dice San Pablo— ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre!

Camino 584

Niño: no pierdas tu amorosa costumbre de "asaltar" Sagrarios.

Camino, 876

¡Cómo lloró, al pie del altar, aquel joven Sacerdote santo que mereció martirio, porque se acordaba de un alma que se acercó en pecado mortal a recibir a Cristo! —¿Así le desagravias tú?

Camino, 532

Hijo, óyeme bien: tú, feliz cuando te maltraten y te deshonren; cuando mucha gente se alborote y se ponga de moda escupir sobre ti, porque eres “omnium peripsema —como basura para todos...

—Cuesta, cuesta mucho. Es duro, hasta que —por fin— un hombre se acerca al Sagrario, se ve considerado como toda la porquería del mundo, como un pobre gusano, y dice de verdad: "Señor, si Tú no necesitas mi honra, ¿yo, para qué la quiero?"

Hasta entonces, no sabe el hijo de Dios lo que es ser feliz: hasta llegar a esa desnudez, a esa entrega, que es entrega de amor, pero fundamentada en la mortificación, en el dolor.

Forja, 803

Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario... —Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz. Por eso, ¡qué obligado estoy a amar la Misa! "Nuestra" Misa, Jesús…

Camino 533