Me curé de un tumor

En mi vida he recibido varios favores del beato Álvaro del Portillo, todos importantes, pero este último es la cumbre de los favores recibidos.

Photo: Ken Treolar, Unsplash (CC)

En noviembre de 2016 me detectaron un tumor en la vejiga que me operaron y me retiraron en diciembre del 2017. Los análisis patológicos del tumor resultaron como canceroso avanzado e invasor, en esas fechas todo era confusión en mi vida, porque la solución médica recomendada era operar y quitar vejiga y otros órganos o someterme a los largos y penosos tratamientos de quimioterapia y de radioterapia; me decidí por los tratamientos, que duraron casi un año, tratamientos severos y traumáticos y donde se debe practicar mucho las virtudes de la prudencia y de la humildad.

Siempre tuve la convicción y el ánimo de que iba a sanar

Ofrecí a Dios todos mis dolores y largas esperas por los migrantes de todo el mundo. Desde el inicio me encomendé a la intercesión del beato Álvaro y todos los días rezaba la novena de la serenidad del beato Álvaro, acompañado de cientos o quizás miles de oraciones de mis parientes y amigos en todo el mundo. Durante mis tratamientos en los hospitales traté a muchas personas con este terrible mal que es el cáncer: niños, adolescentes, adultos y ancianos, algunos ya sin esperanzas de vida, otros apartados de Dios. En mis aproximadamente cincuenta sesiones en varios hospitales pude hacer apostolado con otros enfermos dándoles aliento de vida y dándoles las estampas de san Josemaría y del beato Álvaro. Siempre tuve la convicción y el ánimo de que iba a sanar y que entre la ciencia médica y la poderosa oración lograría la sanación.

Después de una exploración con láser en noviembre de 2017, el 10 de ese mes me confirmó el oncólogo que ya no tenía evidencia tumoral. Realmente fue una curación milagrosa. Para terminar, recuerdo las palabras del beato Álvaro: “¡El dolor se comprende solo sabiéndonos hijos de Dios!” Doy fe y gracias al beato Álvaro por este grandioso favor.

A. T., México


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