Me hice con dos estampas de Isidoro Zorzano: una para mí, y otra para una amiga que tampoco le conocía, pero que no tardó en mostrar el mismo interés que yo en tratarle. Ambas estábamos agobiadas por la carrera. Claramente necesitábamos un intercesor. Quedábamos habitualmente en la capilla de la Escuela para rezar la estampa para la devoción a Isidoro, que la llevábamos siempre con nosotras. Conseguimos difundir bastante su devoción entre el resto de amigas de dentro y fuera de la Escuela.
Le pedimos a Isidoro aprobar la que se supone que es la asignatura más difícil de todo el primer curso, lo cual supondría quitarse un gran peso de encima. Debo admitir que -a pesar de las muchas horas de estudio-, tal y como íbamos, era bastante difícil, pero no nos queríamos rendir.
Mi amiga aprobó de manera milagrosa en la revisión de enero y yo, en la recuperación de julio. En el segundo cuatrimestre pasó exactamente al revés.
Prometimos a Isidoro ir a visitarle a su tumba en la Iglesia de San Alberto Magno y publicar el favor en la página web.
A día de hoy, las dos hemos pasado a segundo de carrera muy agradecidas a Isidoro porque estamos plenamente convencidas de su intercesión. Contamos con él para este nuevo curso. ¡Gracias Isidoro por ser nuestro ingeniero!