Desapareció el dolor en la rodilla

Después de mucho tiempo pidiendo la curación de mi rodilla, ya casi había tirado la toalla.

Photo: Pixabay (CC)

Un fuerte dolor en la rodilla izquierda me dejó prácticamente sin posibilidad de andar. Esto me ocurrió el pasado mes de octubre del año 2016. Me hice ver la rodilla por un traumatólogo muy prestigiado sobre dolencias de las articulaciones. Este médico, que es amigo y familiar, después de su exploración, me dijo que tenía dos noticias que darme sobre mi dolencia: una buena y otra mala. La buena era que no había nada importante en la rótula y la mala, que lo que tanto me dolía era un derrame en el interior del fémur, a la altura de la articulación de la rodilla izquierda, y que ese tipo de dolencias eran muy dolorosas y de larga recuperación, porque no había tratamiento terapéutico para ellas. [Me recomendó] que me pusiera frío en la rodilla y que no tuviera prisas.

lo que tanto me dolía era un derrame en el interior del fémur, a la altura de la articulación de la rodilla izquierda

Me hice ver por otro especialista en medicina deportiva, que había sido médico en plantilla del equipo de fútbol de mi ciudad, y por ello, lógicamente, pensé que debía tener conocimientos profundos en lesiones de rodillas. Este segundo médico sí que me hizo un estudio radiológico de rodilla en profundidad, para llegar a confirmarme un diagnóstico casi idéntico al anterior. Ambos especialistas solo me invitaron a seguir un tratamiento analgésico y, por las noches, un Valium 10 para poder descansar, porque el dolor no cesaba ni con la rodilla en descarga.

Así pasé casi tres meses, encomendándome a don Álvaro del Portillo, a quien ‒sin saber por qué‒ quiero sobremanera: todas las noches hablaba con él, pidiéndole su intercesión, aun sabiendo que don Álvaro tenía cosas más importantes que atender que un simple dolor de rodilla, que además me servía para acercarme más cada día a Dios.

Pero todo dolor, por insignificante que sea, en ocasiones acaba con la paciencia de cualquiera, y me planté cariñosamente con don Álvaro. Era el 6 de enero de este año 2017, después de no haber podido acompañar a mi hija pequeña a ver la cabalgata de los Reyes Magos. Le dije: “Amigo san Álvaro ‒como yo lo llamo en confianza y con el cariño que le profeso‒, no me echas cuenta, no noto ni siquiera la menor mejoría; ya no te lo pido más, comprendo que si no me lo concedes es porque no me conviene; pues nada, haz lo que puedas, yo te seguiré queriendo igual y pidiéndote por mis conocidos y amigos que al parecer te necesitan más que yo”, y ya está.

"ya no te lo pido más, comprendo que si no me lo concedes es porque no me conviene"

Pero el día 7 de enero de 2017, es decir, el día siguiente a mi coloquial plante, me levanté de la cama por la mañana y el dolor de la rodilla había desaparecido totalmente y sin molestias, hasta hoy, día tres de abril de 2017. Sé que has sido tú quien lo ha pedido para mí. Gracias “querido don Álvaro”.

M.G.M. España, abril de 2017


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