Un libro ameno y “directo” sobre Álvaro del Portillo

Entrevista al autor del libro "Álvaro del Portillo. Al servicio de la Iglesia", publicado por la editorial San Pablo.

Todo libro tiene su pequeña historia. ¿Cuál es la de éste?

Cuando entregué a la editorial San Pablo el libro que me había pedido sobre san Josemaría Escrivá, a la luz de las últimas investigaciones históricas –que aún no se ha publicado-, desde esa misma editorial me propusieron que escribiera esta semblanza.

¿Es un libro de historia?

Es más bien un libro para la historia, que proporciona las fuentes y los testimonios de primera mano que me contaron personas que conocieron y trataron muy estrechamente a Álvaro del Portillo.

Álvaro del Portillo bendice a Chiara María -una protagonista del libro- en manos de sus padres.
¿Qué testimonios destacaría?

Hay algunos especialmente relevantes, como los del Cardenal Herranz, que fue su colaborador inmediato durante el Concilio Vaticano II. Me llaman la atención los de aquellas personas que le trataron sólo durante un tiempo concreto, en su infancia o en su juventud. La vida les llevó por caminos diversos, pero la personalidad de don Álvaro les dejó una huella tan intensa que le recordaban con agradecimiento al cabo de varias décadas, ya en su ancianidad.

Pienso por ejemplo, en Javier García de Leániz, un pediatra de memoria asombrosa, que me relató muchos sucesos de su infancia junto con Álvaro del Portillo en el colegio del Pilar. García de Leániz relata sucesos corrientes, que muestran a un niño normal, y que revelan –preanuncian, en palabras de García de Leániz-, su profunda humanidad, su gran capacidad para querer y comprender

Álvaro del Portillo transmitía su cercanía con Dios, afirma el autor.
Lo mismo le sucedió a Ángel Vegas, un conocido catedrático de Madrid, que le trató en 1934, cuando eran jóvenes estudiantes que iban a atender a familias necesitadas del extrarradio de Madrid, colaborando con la parroquia de San Ramón Nonato.

Los dos tenían experiencia directa de cómo es una persona santa: García de Leániz era primo del Siervo de Dios Manuel Aparici, y Ángel Vegas, además de ser hermano de un sacerdote mártir, formaba parte de una familia que trataba mucho a san Pedro Poveda. Era un hombre que “dejaba huella”, como me decía Vegas.

¿Qué tipo de huella?

Pienso que esa huella es la cercanía de Dios que transmiten las personas que se identifican con Él. Hay hombres y mujeres que nos impresionan por su personalidad, por su carácter, por su ciencia, por su arte… y hay otros cuya vida trasluce “algo más”. Cuando se les trata se intuye, de modo inefable, a “Cristo que pasa”, utilizando las palabras de san Josemaría.

Ese “paso de Cristo” hoy en medio de nosotros gracias a la persona que ha identificado con Él, deja una huella imperecedera en el alma, una huella profunda, que es mucho más que un impacto psicológico. Naturalmente, en esa percepción influye la familiaridad con lo sobrenatural: muchas personas pasan junto a los hombres y las mujeres de Dios sin advertirlo claramente. En este caso la ausencia de una visión trascendente de la existencia es una especie de “inhibidor de frecuencias” que imposibilita la conexión con Dios.