es
Buscar
Cerrar
Ésta es la primera verdad que quiero decir a cada uno: “Dios os ama”. Aunque ya lo hayas oído, ¡no importa!, quiero recordarte siempre: Dios te ama. Nunca dudes de eso en tu vida, pase lo que pase. En todas y cada una de las circunstancias, eres infinitamente amado.
Papa Francisco, Christus vivit

Durante nuestra juventud, podemos experimentar a menudo un sentimiento de pesimismo y soledad cuando decidimos aceptar la lucha por la santidad y el esfuerzo por construir una hermosa amistad con Cristo. Esto puede surgir cuando nos damos cuenta de que somos débiles y que tenemos grandes defectos que nos impiden responder bien a este llamado. Como resultado, todo parece volverse gris y desaparece la sensación de que somos capaces de afrontar grandes retos.

Él quiere que volvamos a luchar constantemente con la ayuda de su gracia y de su amor divino.

En relación a esta idea, ¿qué debemos hacer ante estos momentos en los que nos sentimos ineptos para todo? La respuesta es sencilla y la da el Papa Francisco al comienzo de estas palabras en la Exhortación Apostólica a los Jóvenes Christus vivit: “Dios nos ama a cada uno de nosotros individualmente”. Ante esto, nada debe asustarnos, nada debe hacernos dudar de si somos o no capaces de alguna tarea específica, porque Dios, que es nuestro Padre, nos ama profundamente y no quiere que temamos nada en medio de la crisis o tormentas de la vida. Él quiere que volvamos a luchar constantemente con la ayuda de su gracia y de su amor divino: empezar y empezar de nuevo sin cesar.

El Señor nos da la gracia de poder aportar nuestro ser al mundo. “Lleno de vida, Jesús quiere ayudarte para que valga la pena ser joven. De esta manera, no prives al mundo de esa contribución que sólo tú, único e irrepetible como eres, puedes hacer” (Papa Francisco, Christus vivit). De esta manera, Dios nos da esperanza para que no nos desanimemos en la lucha por el Cielo, por eso cuando se presenten situaciones en las que nos sintamos frágiles, debemos recordar que siempre hay Alguien que cuenta con nuestra acción individual y personal en el mundo. Porque, al fin y al cabo, somos seres humanos únicos e infinitamente amados.

Por eso, ante los acontecimientos que nos dan la idea de que somos incapaces, podemos acordarnos de la gracia divina que está siempre presente, y en todo momento, con nosotros. Por tanto, la gracia es la fortaleza divina en la lucha diaria que recibimos a través de la expiación del Espíritu Santo y de Jesucristo. Sólo con Él, que es sinónimo del amor ilimitado de Dios Padre, podemos responder a la invitación de esta dedicación de audacia en la juventud. Por eso, la verdadera alegría de ser cristiano es servir a Dios, porque siempre tendremos su mano para guiarnos y también para levantarnos en momentos de necesidad. Un Amigo que nunca se niega a ayudarnos y, en consecuencia, descubriremos que sólo allí reside la verdadera alegría.