El 28 de marzo de 1925, san Josemaría se ordenó sacerdote. Cincuenta años después, el 26 de junio de 1975, concluyó su vida terrena. Para celebrar este periodo, te invitamos a participar en un desafío: el San Josemaría Challenge.
¿En qué consiste?
Cada semana te propondremos:
- Una breve lectura de san Josemaría.
- Un desafío concreto para aplicar en la vida diaria.
- Tres preguntas de reflexión para que te hagas cada día por la mañana, en tu oración personal y en el examen de conciencia de la noche.
📖 Lectura
Vivir la Santa Misa es permanecer en oración continua; convencernos de que, para cada uno de nosotros, es este un encuentro personal con Dios: adoramos, alabamos, pedimos, damos gracias, reparamos por nuestros pecados, nos purificamos, nos sentimos una sola cosa en Cristo con todos los cristianos.
Quizá, a veces, nos hemos preguntado cómo podemos corresponder a tanto amor de Dios; quizá hemos deseado ver expuesto claramente un programa de vida cristiana. La solución es fácil, y está al alcance de todos los fieles: participar amorosamente en la Santa Misa, aprender en la Misa a tratar a Dios, porque en este Sacrificio se encierra todo lo que el Señor quiere de nosotros.
Permitid que os recuerde lo que en tantas ocasiones habéis observado: el desarrollo de las ceremonias litúrgicas. Siguiéndolas paso a paso, es muy posible que el Señor haga descubrir a cada uno de nosotros en qué debe mejorar, qué vicios ha de extirpar, cómo ha de ser nuestro trato fraterno con todos los hombres.
El sacerdote se dirige hacia el altar de Dios, del Dios que alegra nuestra juventud. La Santa Misa se inicia con un canto de alegría, porque Dios está aquí. Es la alegría que, junto con el reconocimiento y el amor, se manifiesta en el beso a la mesa del altar, símbolo de Cristo y recuerdo de los santos: un espacio pequeño, santificado porque en esta ara se confecciona el Sacramento de la infinita eficacia.
El Confiteor nos pone por delante nuestra indignidad; no el recuerdo abstracto de la culpa, sino la presencia, tan concreta, de nuestros pecados y de nuestras faltas. Por eso repetimos: Señor, ten piedad de nosotros; Cristo, ten piedad de nosotros. Si el perdón que necesitamos estuviera en relación con nuestros méritos, en este momento brotaría en el alma una tristeza amarga. Pero, por bondad divina, el perdón nos viene de la misericordia de Dios, al que ya ensalzamos —Gloria!—, porque Tú solo eres santo, Tú solo Señor, Tú solo altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.
🎯 Desafío
Ofrece el día como si tu vida fuera una Misa en medio del mundo.
❓ Preguntas:
- ¿Qué momentos de mi día puedo unir a la Misa?
- ¿Vivo la Misa con conciencia o por rutina?
- ¿Cómo puedo vivir mejor la generosidad a partir del sacrificio de Jesús en la Misa?