es
Buscar
Cerrar
Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mismos con todas vuestras fuerzas.
San Josemaría, Amigos de Dios n. 300








  • ¿Que no sabes orar? —Ponte en la presencia de Dios, y en cuanto comiences a decir: "Señor, ¡que no sé hacer oración!...", está seguro de que has empezado a hacerla. CAMINO, 90
  • ¡Recogerse en oración, en meditación, es tan fácil...! Jesús no nos hace esperar, no impone antesalas: es El quien aguarda.
    Basta con que digas: ¡Señor, quiero hacer oración, quiero tratarte!, y ya estás en la presencia de Dios, hablando con Él.
    Por si fuera poco, no te cercena el tiempo: lo deja a tu gusto. Y esto, no durante diez minutos o un cuarto de hora. ¡No!, ¡horas, el día entero! Y Él es quien es: el Omnipotente, el Sapientísimo. FORJA, 539
  • Me has escrito: "orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?" —¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: "¡tratarse!" CAMINO, 91
  • En este esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones: buscarle, encontrarle, tratarle, amarle. Quizá comprendéis que estáis como en la primera etapa. Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mismos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con este empeño, me atrevo a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos. AMIGOS DE DIOS, 300
  • La oración —recuérdalo— no consiste en hacer discursos bonitos, frases grandilocuentes o que consuelen...
    Oración es a veces una mirada a una imagen del Señor o de su Madre; otras, una petición, con palabras; otras, el ofrecimiento de las buenas obras, de los resultados de la fidelidad...
    Como el soldado que está de guardia, así hemos de estar nosotros a la puerta de Dios Nuestro Señor: y eso es oración. O como se echa el perrillo, a los pies de su amo.
    —No te importe decírselo: Señor, aquí me tienes como un perro fiel; o mejor, como un borriquillo, que no dará coces a quien le quiere. FORJA, 73