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Abrir el corazón antes de abrir el móvil

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.

Queridos hermanos y hermanas, hemos comenzado con este saludo: La paz esté con ustedes.
Y cuánto necesitamos la paz en nuestro tiempo, desgarrado por la enemistad y las guerras. Y cuánto nos llama hoy al testimonio el saludo del Resucitado: «La paz esté con ustedes» (Jn 20,19). La paz esté con todos nosotros. En nuestros corazones y en nuestras acciones.
Esta es la misión de la Iglesia: anunciar la paz al mundo. La paz que viene del Señor, que venció a la muerte, que nos trae el perdón de Dios, que nos da la vida del Padre, que nos indica el camino del Amor.


La paz no es un sentimiento etéreo ni una emoción que aparece de vez en cuando. La paz verdadera tiene un nombre: Jesús. Y su saludo —“La paz esté con ustedes”— no es un deseo genérico, sino una invitación personal a dejar que Él entre justo donde guardas tus miedos, tus prisas y tus heridas.

Vivimos acelerados, conectados a todo… menos a lo esencial. Y quizá por eso nos cuesta tanto sentir esa paz prometida. El Papa te lanza una pregunta silenciosa: ¿te has fijado en cuántas veces buscas “desconectar” sin conseguirlo? La auténtica desconexión empieza cuando dejas espacio interior, cuando bajas el volumen del ruido y permites que Dios haga su trabajo: darte paz donde tú ya no sabes conseguirla. Esto empieza en tu interior. Si no cuidas tu corazón, tu presencia en redes será una prolongación del ruido de fuera. Pero si dejas que Cristo te dé su paz, incluso una story puede llevarte a Él.


“La paz necesita ser buscada, anunciada, compartida en todos los lugares.”

Evangelizar sin darte cuenta

  1. Es la misión que la Iglesia les confía hoy también a ustedes, que están aquí en Roma para su Jubileo, que han venido a renovar el compromiso de alimentar con esperanza cristiana las redes sociales y los entornos digitales. La paz necesita ser buscada, anunciada, compartida en todos los lugares; tanto en los dramáticos escenarios de guerra, como en los corazones vacíos de quienes han perdido el sentido de la existencia y el gusto por la interioridad, el gusto por la vida espiritual.
    Y hoy, quizás más que nunca, necesitamos discípulos misioneros que lleven al mundo el don del Resucitado; que den voz a la esperanza que nos da Jesús vivo, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,3-8); que lleguen a dondequiera que haya un corazón que espera, un corazón que busca, un corazón que necesita. Sí, hasta los confines de la tierra, hasta los confines existenciales donde no hay esperanza.

El Papa lo dice sin rodeos: la esperanza tiene que viajar hasta los confines de la tierra… y de internet.
Tus redes no son un escaparate para ti: son un lugar donde otros buscan —a veces desesperadamente— una chispa de sentido. Y tú puedes ser esa chispa sin hacer nada “grande”: una frase compartida, una respuesta amable, una recomendación que ilumina a otros.

Muchos jóvenes viven sin rumbo, sin motivos, sin ganas. Y tú —sí, tú— puedes ser el puente que les recuerda que hay algo más. Cuando compartes algo que te hace bien, cuando contagias alegría o cuando no entras en la crítica fácil… estás evangelizando. Quizá ni tú te das cuenta, pero alguien sí.

La pregunta clave: ¿qué tipo de huella deja mi presencia digital? La esperanza es contagiosa. Tú da el primer paso.


Mirar al otro detrás de la pantalla

2. Hay un segundo reto en esta misión: buscar siempre la “carne sufriente de Cristo” en cada hermano y hermana con los que nos encontramos en internet. Hoy nos encontramos en una nueva cultura, profundamente caracterizada y formada por la tecnología. Depende de nosotros, depende de cada uno de ustedes, garantizar que esta cultura siga siendo humana.
La ciencia y la tecnología influyen en la forma en que nosotros vivimos en el mundo, afectando incluso al modo de entendernos a nosotros mismos, de relacionarnos con Dios y los unos con los otros. Pero nada de lo que proviene del hombre y su creatividad debe utilizarse para socavar la dignidad de los demás.
Nuestra misión, la misión de ustedes, es nutrir una cultura de humanismo cristiano, y hacerlo juntos. Esta es la belleza de la “red” para todos nosotros.

Frente a los cambios culturales a lo largo de la historia, la Iglesia nunca se ha mantenido pasiva; siempre ha tratado de iluminar cada época con la luz y la esperanza de Cristo, discerniendo el bien del mal y lo que era bueno de lo que debía cambiarse, transformarse y purificarse.

“No se trata simplemente de generar contenido, sino de crear un encuentro entre corazones.”

Hoy nos encontramos en una cultura en la que la dimensión tecnológica está presente en casi todo, especialmente ahora que la adopción generalizada de la inteligencia artificial marcará una nueva era en la vida de las personas y de la sociedad en su conjunto.
Este es un desafío que debemos afrontar: reflexionar sobre la autenticidad de nuestro testimonio, sobre nuestra capacidad de escuchar y hablar, y sobre nuestra capacidad de comprender y ser comprendidos. Tenemos el deber de trabajar juntos para desarrollar una forma de pensar y un lenguaje de nuestro tiempo que dé voz al Amor.

No se trata simplemente de generar contenido, sino de crear un encuentro entre corazones.
Esto implicará buscar a los que sufren, a los que necesitan conocer al Señor, para que puedan sanar sus heridas, volver a levantarse y encontrar sentido a sus vidas.
Este proceso comienza, antes que nada, con la aceptación de nuestra propia pobreza, dejando de lado toda pretensión y reconociendo nuestra innata necesidad del Evangelio.
Y este proceso es un reto de la comunidad.


El Papa pone el dedo en la llaga: el mundo digital corre el riesgo de convertirse en un lugar donde la persona desaparece detrás del personaje. Donde mostramos lo que creemos que los demás quieren ver, donde opinamos sin pensar, o donde herimos sin darnos cuenta.

“Buscar la carne sufriente de Cristo” significa atreverte a mirar más allá de lo visible: detrás de cada comentario hay una historia; detrás de cada foto perfecta puede haber una herida; detrás de cada silencio, un cansancio. Humanizar internet no significa moralizarlo, sino llenarlo de gestos pequeños que devuelven dignidad.

Y ojo: el Papa lo deja claro. No podrás curar heridas digitales si no dejas que Dios cure las tuyas primero. La misión empieza reconociendo tu fragilidad, no escondiéndola.


Pasar de seguidores a relaciones

3. Y esto nos lleva a un tercer llamado y por eso les hago un llamado a todos ustedes: “que vayan a reparar las redes”. Jesús llamó a sus primeros apóstoles mientras reparaban sus redes de pescadores (cf. Mt 4,21-22). También lo pide a nosotros, es más, nos pide hoy construir otras redes: redes de relaciones, redes de amor, redes de intercambio gratuito, en las que la amistad sea auténtica y sea profunda.
Redes donde se pueda reparar lo que ha sido roto, donde se pueda poner remedio a la soledad, sin importar el número de los seguidores —los follower—, sino experimentando en cada encuentro la grandeza infinita del Amor.
Redes que abran espacio al otro, más que a sí mismos, donde ninguna “burbuja de filtros” pueda apagar la voz de los más débiles.
Redes que liberen, redes que salven.
Redes que nos hagan redescubrir la belleza de mirarnos a los ojos.
Redes de verdad.
De este modo, cada historia de bien compartido será el nudo de una única e inmensa red: la red de redes, la red de Dios.

Sean entonces ustedes agentes de comunión, capaces de romper la lógica de la división y de la polarización; del individualismo y del egocentrismo. Céntrense en Cristo, para vencer la lógica del mundo, de las fake news y de la frivolidad, con la belleza y la luz de la verdad (cf. Jn 8,31-32).

Y ahora, antes de despedirme con la bendición, encomendando al Señor el testimonio de todos ustedes, quiero darles las gracias por todo el bien que han hecho y hacen en sus vidas, por los sueños que persiguen, por su amor al Señor Jesús, por su amor a la Iglesia, por la ayuda que prestan a los que sufren y por su camino en las vías digitales.


Jesús llamó a sus discípulos mientras reparaban redes… y hoy te pide lo mismo. Reparar tus redes significa no actuar desde la lógica del algoritmo, sino desde la lógica del amor; abrir espacios de diálogo donde todos cierran puertas; no dejar que la polarización te lleve a convertir a personas en etiquetas.

El Papa te pide que construyas redes donde la amistad sea profunda, donde se escuche de verdad, donde la soledad tenga cura y donde los débiles encuentren voz. Redes donde mirar a los ojos vuelva a ser posible incluso con una pantalla de por medio. Es decir, pasar de “tener seguidores” a “generar encuentros”.

«Sean entonces ustedes agentes de comunión, capaces de romper la lógica de la división y de la polarización.»

Una misión que empieza ahora

En un mundo hiperpolarizado, cada pequeña decisión cuenta. Compartes un meme, opinas en caliente, respondes con ironía… y en segundos puedes convertirte en parte del problema. O en parte de la solución.

Ser agente de comunión es ser valiente: para elegir la verdad sin herir, para apagar el fuego en lugar de avivarlo, para escuchar incluso cuando no estás de acuerdo, para poner a Cristo en el centro.

El Papa te recuerda que la misión es romper la lógica del mundo: el salseo, la mentira, la superficialidad. ¿Cómo se rompe? Con la belleza de una vida auténtica. Con una fe que no se esconde. Con una alegría que no necesita likes para ser real.

Tu vida puede ser un puente o un muro. Nada se pierde.

Esa red —dice el Papa— es inmensa. Y tú eres parte de ella. No como espectador, sino como constructor. Tu misión digital no es anecdótica: es parte de tu llamada a la santidad. La red de Dios se teje con miles de historias como la tuya.

Piensa: ¿con qué puedo sumar hoy?