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HOPE HUNTERS

Hace un mes celebramos con el Papa León XIV el Jubileo de los jóvenes en Tor Vergata. Esos días nos encontramos con auténticas historias de esperanza que empezamos a contarte hoy.


Soy Mía de Estonia, tengo 22 años, estudio idioma estonio y literatura. Estar en Roma viviendo el Jubileo de los Jóvenes hubiese sido impensable cinco años atrás. Aunque toda mi vida he estado rodeada de católicos, yo no compartía esa fe.

Mi proceso de conversión fue algo bastante natural. Cuando era pequeña, mi madre cantaba y tocaba el kannel en un grupo de música en el que todos los miembros eran católicos. Crecí entre los ensayos y conciertos, y creo que eso sin duda sembró una semilla en mi vida. Mi familia por parte de mi padre es baptista y nosotros íbamos a la iglesia metodista todos los domingos, pero recuerdo que en aquella época no me interesaba en absoluto. Creía en la existencia de Dios y nunca tuve ninguna duda al respecto, pero no llegaba a relacionarme con Él.

En el año 2018 el Papa Francisco vino a Tallin y cantamos en el coro de la misa con mi madre. El año pasado pude volver a saludarlo cuando viajé a Roma con mi coro, era el día de mi cumpleaños y tuve la oportunidad de darle una carta. Recuerdo sentir mucha paz en ese momento.

Estoy segura de que el viaje del papa a mi país fue algo que nos acercó a mi madre y a mí a la conversión. En 2020 acordamos con mi madre que iríamos a catequesis. Esta idea nos vino a la mente al mismo tiempo, no hubo ningún cuestionamiento, simplemente nos pareció algo natural y lógico. Pero además, después de la conversión empecé a reconocer a Dios más que antes. Empecé a rezar más y sentí que Dios cuidaba de mi vida.

Mia durante su estancia en Helsinki

Junto a la conversión al catolicismo, otro paso importante en mi camino fue encontrar mi vocación al Opus Dei. Por mis estudios, fui a Helsinki a pasar un año de intercambio y no sabía dónde vivir durante ese tiempo. Le pedí consejo a uno de mis profesores y me recomendó que fuera a una residencia del Opus Dei. Allí fui sin ningún conocimiento previo. Como soy muy unida a mi familia, me resultaba muy difícil mudarme al extranjero, aunque Estonia y Finlandia están muy cerca. Fui a Helsinki en barco con mi padre y recuerdo que lloré durante las dos horas y media que duró el trayecto, porque no quería irme. Pero en cuanto entré en la residencia, comprendí que allí había algo. No entendía exactamente qué era ese algo, pero me sentí bien de inmediato. Nunca me había sentido así. Sentí el amor y la gracia de Dios con mucha fuerza a través de las personas que estaban allí. El año que pasé allí, encontré a Dios cada día más, sentí como si hubiera estado sedienta toda mi vida y allí finalmente hubiera encontrado el agua. Pero cuando tienes sed y nunca has bebido agua, ni siquiera sabes que existe el agua, ni sabes nada de su existencia. Cuando finalmente consigues el agua, entonces comprendes lo que le faltaba a tu vida, aunque parecía perfecta.

Me cuesta poner en palabras qué significa el Opus Dei para mí, es algo que está dentro, como Dios. Hoy no puedo imaginar mi vida sin la fe, ni la esperanza. Es por la esperanza que estamos hoy todos estos jóvenes aquí en Roma.