Buscar
Cerrar
Pier parecía comprender que la vida no se reduce a lo inmediato ni a lo material.

Cuando la montaña te susurra a dónde perteneces
Pier Giorgio Frassati amaba la montaña. No solo por el deporte o la diversión con sus amigos, sino porque en esas alturas sentía algo más profundo. Cuando contemplaba los paisajes infinitos, el cielo inmenso y la naturaleza que lo rodeaba, experimentaba una sensación de paz y de encuentro con Dios. Para él, cada cima conquistada era un recordatorio de que la vida terrenal es solo un paso hacia la verdadera patria: el Cielo.

Sus amigos recuerdan que en esos momentos Pier parecía comprender que la vida no se reduce a lo inmediato ni a lo material, sino que es un viaje hacia un hogar mucho más grande y verdadero: el Cielo. No era un escape, sino una claridad que le ayudaba a valorar cada paso, a no perder el tiempo en cosas superficiales, y a vivir con la mirada puesta en esa “verdadera patria”.

Mirar la vida con ojos que no se conforman
En nuestra vida cotidiana, es fácil caer en la trampa de buscar satisfacción en lo inmediato: el plan perfecto con amigos, la última compra, o lograr ese reconocimiento que tanto ansiamos. Parecen metas importantes y nos esforzamos mucho por alcanzarlas. Pero, ¿te has preguntado alguna vez qué pasa después de conseguirlas? Muchas veces, la alegría es ¿fugaz, y ese vacío que sentíamos antes vuelve a aparecer, a veces con más fuerza. Es como si algo en nuestro interior no se llenara por completo.
Esta experiencia no es nueva ni extraña. A San Agustín, le pasaba lo mismo y lo expresó con una frase profunda que nos invita a mirar más allá: “Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti”. Esto significa que, por mucho que logremos o tengamos, siempre habrá una parte de nosotros que anhela algo más grande, algo eterno. Esa inquietud es una llamada a abrir los ojos y descubrir que nuestra verdadera casa no está en las cosas pasajeras, sino en Dios.

Mirar la vida con ojos de eternidad cambia por completo la forma en que valoramos lo que
nos rodea. Ya no nos quedamos atrapados en comparaciones, en la prisa por tener esa experiencia que todos nos recomiendan o en el temor a perdernos algo. Aprendemos a distinguir entre lo que realmente importa y lo que es pasajero. Nos damos cuenta de que la felicidad verdadera no se compra ni se conquista con méritos superficiales, sino que nace de vivir en comunión con Dios, en la confianza de que Él guía nuestros pasos.
Esta perspectiva no nos invita a escapar de la realidad, sino a verla con mayor profundidad y significado. Es como mirar lo de siempre, pero con unas gafas 3D - con una tercera dimensión. Nos libera de la ansiedad que produce la búsqueda constante de éxito o aprobación, porque sabemos que nuestra identidad y valor no dependen de eso. Vivir con la mirada puesta en el cielo es descubrir que lo pequeño y sencillo también tiene valor eterno, porque está impregnado del amor de Dios que nos acompaña siempre.

Preguntas para reflexionar
● ¿Qué cosas que ahora parecen urgentes o importantes te roban la paz?
● ¿En qué momentos o con que cosas notas que te quedas en lo superficial y te olvidas de lo que realmente importa?
● ¿Cómo cambiaría tu vida si realmente creyeras que tu hogar definitivo está en el Cielo?
● Si tu vida terminara hoy, ¿estarías contento con el modo cómo la has vivido? ¿Qué cambiarías?

Consejos para mantener la mirada en lo eterno
1️⃣ Haz un examen de conciencia
Al final del día, detente a mirar tus actos y tus intenciones. ¿Van hacia la vida que quieres construir?
2️⃣ Busca acompañamiento espiritual
Un sacerdote o amigo con experiencia que te ayude a poner el foco en lo que no se ve, a mantener una mirada grande en lo concreto de tu día a día.
3️⃣ Cuida tu tiempo y prioridades
Piensa si lo que haces refleja tu verdadera vocación o solo lo urgente y superficial. Si hace falta, haz un horario que te guíe y te ayude a aprovechar el tiempo en lo importante.
4️⃣ Medita el Evangelio
Jesús era perfecto Dios sí, pero también perfecto hombre. Y nos dijo “Yo soy el camino, la
verdad y la vida”. Para llegar hacía el cielo, tenemos su ejemplo, sus palabras, sus gestos, que nos siguen guiando hoy.