Amor al Papa
Orar por el Papa
- Ama, venera, reza, mortifícate —cada día con más cariño— por el Romano Pontífice, piedra basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres, a lo largo de los siglos y hasta el fin de los tiempos, aquella labor de santificación y gobierno que Jesús confió a Pedro. (Forja 134)
- Ofrece la oración, la expiación y la acción por esta finalidad: «ut sint unum!» –para que todos los cristianos tengamos una misma voluntad, un mismo corazón, un mismo espíritu: para que «omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!» –que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María. (Forja, 647)
- Que la consideración diaria del duro peso que grava sobre el Papa y sobre los obispos, te urja a venerarles, a quererles con verdadero afecto, a ayudarles con tu oración. (Forja, 136)
- Esta es la oración que, unidos a Jesucristo, rezan diariamente desde el comienzo de la Obra todos los hijos del Señor en su Opus Dei: pro unitate apostolatus, por la unidad que solo da el Papa para toda la Iglesia, y el Obispo, en comunión con la Santa Sede, para su diócesis. (Carta 8, 31)
Unidos al sucesor de Pedro
- Cada día has de crecer en lealtad a la Iglesia, al Papa, a la Santa Sede... Con un amor siempre más ¡teológico! (Surco , 353)
- La fidelidad al Romano Pontífice implica una obligación clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas o en otros documentos, haciendo cuanto esté de nuestra parte para que todos los católicos atiendan al magisterio del Padre Santo, y acomoden a esas enseñanzas su actuación en la vida. (Forja, 633)
- Acoge la palabra del Papa, con una adhesión religiosa, humilde, interna y eficaz: ¡hazle eco! (Forja, 133)
- El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros una hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo. (Amar a la Iglesia, 30)
- Unidad en la caridad, en el amor de Dios, para que todos los hombres conozcan que el Señor les ama y les quiere salvos: que amó tanto Dios al mundo, que no paró hasta dar a su Hijo unigénito, a fin de que todos los que creen en él no perezcan, sino que vivan vida eterna.
Ese afán de unidad, hijas e hijos de mi alma, es también otro motivo más para que queramos al Papa con todas nuestras fuerzas y estemos siempre dispuestos a servirle, sea quien sea su Persona Augusta. Cuando lleguéis a ser viejos, y yo haya rendido cuenta a Dios, no dejéis de decir a vuestros hermanos que el Padre quería al Papa con todo su corazón. (Carta 8,32)
- Esa unión que vivimos con el Romano Pontífice, hace y hará que nos sintamos unidísimos en cada diócesis al Ordinario del lugar. Suelo decir, y es cierto, quetiramos y tiraremos siempre del carro en la misma dirección que el Obispo. Si alguna vez, un Rvmo. Ordinario no lo entendiese así, y pretendiese ver incompatibilidades que no pueden existir, a mí me daría mucha pena; pero, mientras no tocase lo esencial, cedería: y deberíais ceder también vosotros, sin dificultad. Porque sólo nos mueve a nuestra entrega el deseo de dar a Dios toda la gloria, sirviendo a la Iglesia y a todas las almas, sin buscar gloria para la Obra y sin buscar nuestro provecho personal. (Carta 3, 21)
¡Todos, con Pedro, a Jesús por María!
- María edifica continuamente la Iglesia, la aúna, la mantiene compacta. Es difícil tener una auténtica devoción a la Virgen, y no sentirse más vinculados a los demás miembros del Cuerpo Místico, más unidos también a su cabeza visible, el Papa. Por eso me gusta repetir: omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!, ¡todos, con Pedro, a Jesús por María! Y, al reconocernos parte de la Iglesia e invitados a sentirnos hermanos en la fe, descubrimos con mayor hondura la fraternidad que nos une a la humanidad entera: porque la Iglesia ha sido enviada por Cristo a todas las gentes y a todos los pueblos. (Es Cristo que Pasa, 139)
- Ttenemos el deseo vehemente de ser corredentores con Cristo, de salvar con Él a todas las almas, porque somos, queremos ser ipse Christus, y Él dedit redemptionem semetipsum pro omnibus109, se dio a sí mismo en rescate por todos. Unidos a Cristo y a su Madre Bendita, que es también Madre nuestra, Refugium peccatorum; fielmente pegados al Vicario de Cristo en la tierra −al dulce Cristo en la tierra−, al Papa, tenemos la ambición de llevar a todos los hombres los medios de salvación que tiene la Iglesia, haciendo realidad aquella jaculatoria, que vengo repitiendo desde el día de los Santos Ángeles Custodios de 1928: omnes cum Petro ad Iesum per Mariam! (Carta 3, 82)
Romano
- Queramos cada día más a la Iglesia, al Romano Pontífice –¡qué título más bonito el de Romano Pontífice!–, y amemos cada día más todo lo que Cristo Jesús nos enseñó en sus años de peregrinación sobre la tierra. (En diálogo con el Señor, 113)
- Nuestra Santa Madre la Iglesia, en magnífica extensión de amor, va esparciendo la semilla del Evangelio por todo el mundo. Desde Roma a la periferia. Al colaborar tú en esa expansión, por el orbe entero, lleva la periferia al Papa, para que la tierra toda sea un solo rebaño y un solo Pastor: ¡un solo apostolado! (Forja, 638)
- Esta Iglesia Católica es romana. Yo saboreo esta palabra: ¡romana! Me siento romano, porque romano quiere decir universal, católico; porque me lleva a querer tiernamente al Papa, il dolce Cristo in terra como gustaba repetir Santa Catalina de Siena, a quien tengo por amiga amadísima.
Contribuimos a hacer más evidente esa apostolicidad, a los ojos de todos, manifestando con exquisita fidelidad la unión con el Papa, que es unión con Pedro. El amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros un hermosa pasión, porque en él vemos a Cristo. Si tratamos al Señor en la oración, caminaremos con la mirada despejada que nos permita distinguir, también en los acontecimientos que a veces no entendemos o que nos producen llanto o dolor, la acción del Espíritu Santo. (Amar a la Iglesia, 28)
Santificar el mundo en servicio de la Iglesia y del vicario de Cristo
- Instaurare omnia in Christo, dice San Pablo a los de Éfeso, renovad el mundo en el espíritu de Jesucristo, colocad a Cristo en lo alto y en la entraña de todas las cosas. Venimos a santificar cualquier fatiga humana honesta: el trabajo ordinario, precisamente en el mundo, de manera laical y secular, en servicio de la Iglesia Santa, del Romano Pontífice y de todas las almas.
Para lograrlo, hemos de defender la libertad. La libertad de los miembros, pero formando un solo cuerpo místico con Cristo, que es la cabeza, y con su Vicario en la tierra. (Carta 3, 2)
- Tenemos la alegría de saber que Dios nos ha escogido desde la eternidad –redemi te et vocavi te nomine tuo: meus es tu; yo te he redimido y te he llamado por tu nombre: eres mío–, y nos ha traído a esta gran familia del Opus Dei, que tiene como orgullo servir: servir a todas las almas y, antes que nada, servir a la Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana; servir al Sumo Pontífice, con un amor sin condiciones. Fieles a Jesucristo, dóciles al Magisterio de la Iglesia, rezad y trabajad para extender el reino de Dios. (Carta 8, 62)