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La vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro.
Todos necesitamos amigos.
Todos necesitamos relaciones significativas que nos ayuden a afrontar las partes más complicadas de la vida. 

También Jesús tenía amigos, y a ellos se ha dirigido en los momentos más decisivos de su experiencia humana. Si uno entiende que su vida, aún en medio de muchas contradicciones, es un don; que el amor es el origen y el significado de la vida ¿cómo se puede frenar el deseo de hacer el bien a los demás? 

¡Qué bonito sería si, a medida que descubrimos nuevos planetas lejanos, volviéramos a descubrir las necesidades del hermano o de la hermana que orbita a mi alrededor!