En julio de este año debía hacer llegar seis cajas de libros desde Pamplona a Madrid, unos 100 kg. de peso en total. Se trataba de una donación para el Instituto donde trabajo, y debían llegar a tiempo para ser trasladadas en un contenedor que viajaría en barco hasta mi país, Israel. Me avisaron de que el contenedor se cerraría en dos semanas así que debía darme prisa para gestionar el transporte.
Busqué en Internet y encontré un servicio de transportes económico que aseguraba realizar el servicio en 24 horas. Seguí todas las instrucciones para dar la orden, que se realizaba de forma totalmente informatizada, y pagué el envío. Avisé a la persona que tenía las cajas y a quien debía recibirlas, pero al día siguiente no había llegado nadie a recogerlas. Envié una reclamación, también online, pero no recibí respuesta.
Seguí así durante varios días y busqué en la página web de la empresa de transportes algún teléfono de contacto para preguntar por qué no se había realizado el servicio, pero no había ninguno. Empecé a preocuparme y, después de hablar con el responsable financiero de mi Instituto decidí cancelar el pago y la orden y buscar otro servicio.
Las alternativas posibles eran mucho más caras, por lo que empecé a encomendar el asunto a Dora. Recibimos un email automático de confirmación de que se había cancelado el pago y la orden de envío (la primera señal de que la empresa era real y no se trataba de un fraude), por lo que decidimos hacer un segundo intento y volvimos a contratar el mismo servicio.
Yo seguía encomendando esto a Dora porque pasaban los días y podíamos perder la oportunidad de traer los libros con el contenedor que, por tratarse de un envío de una persona amiga, nos salía gratis. Esta vez tampoco se realizó la recogida de las cajas cuando estaba prevista así que volví a enviar una reclamación, mientras seguía encomendándolo a Dora.
En esta ocasión, para mi sorpresa, me apareció en la página web la opción de solicitar un chat online para asistencia con una empleada de la empresa. Le expliqué lo que estaba pasando y comprobó el motivo del retraso, que se debía a que los transportistas no habían entendido cómo llegar hasta el lugar de recogida de las cajas. Les di las instrucciones necesarias y, finalmente, recogieron el envío.
Las cajas llegaron justo a tiempo para entrar en el contenedor antes de que lo cerraran. Atribuyo a Dora este favor, que nos ha permitido trasladar una donación para la biblioteca del Instituto de un país a otro a muy bajo coste.
M. R. G.