Por proyecciones familiares y laborales, decidimos trasladarnos de Santiago de Chile a Madrid. Fue una decisión bastante meditada y nos dimos cuenta que esto era lo que Dios quería para nuestra familia. Tenemos 5 hijos de 15 a 5 años, por lo que moverse de un continente a otro no era fácil.
Comenzamos con todos los trámites de colegio, papeles, alquilar nuestra casa en Santiago... Y todo marchaba bien. Pero comenzamos a buscar piso en Madrid, nada fácil con una familia numerosa y por los precios de alquiler, que están por las nubes. Además, nos encontrábamos con la dificultad de que mi marido no tenía trabajo, por lo que el tema se ponía aún más complicado. Y soñábamos vivir cerca de los colegios donde matricularíamos a nuestros hijos, así que el asunto se volvía una utopía en toda regla. Y un pequeño detalle más: estábamos contra el tiempo, porque teníamos menos de un mes y medio para conseguirlo. Así que sucedió lo lógico: no dábamos con lo que necesitábamos.
Así que con toda la familia comenzamos a rezar la estampa a Dora y a repetir todos: “Dorita, Dorita, encuéntranos una casita”. Esto fue un domingo. Tres días después, cerrábamos el alquiler de un piso. Cabíamos todos perfectamente, a un precio sorprendentemente asequible, a 7 minutos caminando del colegio. Pero Dora se tomó el asunto más en serio que nosotros: el piso estaba recién reformado y completamente amueblado con todas las cosas que necesitábamos para vivir. Y los dueños son personas que se preocuparon en recibirnos como si fuéramos familia suya.
Llevamos casi 4 meses y no nos cansamos de agradecer a Dora por este favorazo. Y también muy agradecidos de Dios y de la Virgen por ayudarnos y acompañarnos en esta aventura.
T. S.