Entrevista al Prelado sobre Guadalupe Ortiz de Landázuri

El prelado del Opus Dei responde a algunas preguntas sobre la futura beata, Guadalupe Ortiz de Landázuri, a pocos días de la ceremonia de beatificación en Madrid.

¿Podría contarnos quién y cómo era la futura beata Guadalupe Ortiz de Landázuri? ¿Qué rasgos destacaría de ella?

Guadalupe era una de las primerísimas mujeres que se incorporaron al Opus Dei. Era una mujer con un carácter fuerte y, a la vez, amable; con espíritu un poco aventurero también. Tenía la capacidad de afrontar cuestiones aparentemente difíciles con serenidad, con alegría. Era una persona optimista. Pero lo que yo destacaría de ella, principalmente, es su dimensión espiritual, es decir, cómo respondió con generosidad a lo que vio que Dios le pedía: dedicar su vida a buscar la santidad en la vida corriente, en el trabajo, en las relaciones con la gente. Ahí es donde se hizo santa.

¿En qué consiste la fórmula de la santidad en la vida de Guadalupe? ¿Cuáles son sus componentes?

La santidad no es llegar al final de la vida siendo perfectos, sino alcanzar la plenitud del amor

Supo compaginar cosas aparentemente difíciles: el trabajo profesional –era Química, se dedicó a la enseñanza y luego a la investigación– con la dedicación a hacer el Opus Dei, incluso en los años en que se fue a México. En efecto, fue una de las primeras mujeres que empezó la labor de la Obra allí, lo cual suponía una aventura notable. Supo compaginar las cosas y encontrar a Dios –según el espíritu que aprendió de san Josemaría– en el trabajo, en las relaciones con las personas. San Josemaría llamaba a esto “unidad de vida”: actividades diversas, ámbitos aparente y objetivamente independientes, que en la persona alcanzan una gran unidad al buscar a Dios en todo, también, necesariamente, en el servicio a la gente y en la preocupación por los demás. Esto es lo que le hizo santificarse. La santidad no es llegar al final de la vida siendo perfectos, como ángeles, sino alcanzar la plenitud del amor. Como san Josemaría decía, se trataba de la lucha por transformar el trabajo, la vida ordinaria, en un encuentro con Jesucristo y en un servicio a los demás.

¿Qué supone la beatificación de Guadalupe para la Iglesia y, más en concreto, para el Opus Dei?

Para la Iglesia en general, el reconocer que una persona es santa -primero como beatificación y en un futuro, si Dios quiere, también como canonización- implica afirmar que se trata de una de tantísimas gracias de Dios. Es decir, tantísimas personas en las que la Iglesia reconoce que la llamada a la santidad, que el Señor ha hecho para todos, no es una utopía, sino una realidad. Hay muchísima gente que se hace santa en caminos muy distintos.

En el caso del Opus Dei, se trata de la beatificación de la primera persona laica, es decir, que no es sacerdote; pues están, por un lado, el fundador, san Josemaría, y su sucesor, el beato Álvaro, ambos sacerdotes. Pero en la Iglesia y, por lo tanto, en el Opus Dei como parte de la Iglesia, la mayoría son laicos. Es, pues, un modo de significar que la santidad es realmente para todos; no solo para personas que tienen una vocación sacerdotal, religiosa, sino para todo el mundo.

¿Y qué destacaría usted del hecho que sea precisamente Guadalupe, con su historia y su personalidad, la primera persona laica del Opus Dei elevada a los altares?

Me parece bonito resaltar que es la primera laica y además la primera mujer. Y dentro de eso, el hecho de que sea mujer tiene también una significación. La mujer -desde el punto de vista de la llamada a la santidad, de la eficacia en el servicio a la Iglesia, de la transmisión del Evangelio, etc.- es igual que los hombres, cada uno con sus peculiaridades y su personalidad, su sensibilidad y su riqueza propias.