Si Carlo Acutis estuviera hoy en TikTok, probablemente no se pasaría el día imitando trends o copiando lo que hacen otros. Él entendió algo que muchos pasamos por alto: que Dios no crea a nadie por duplicado. Que tú, con tu risa rara, tus playlists caóticas, tus ideas locas, tus rarezas, tus talentos —y también tus límites—, eres único. Y que ese "ser tú" no es un defecto a pulir, sino tu mayor tesoro.
Pero claro, ser original cuesta. Porque en un mundo que aplaude el "parecer", atreverse a "ser" es un acto de valentía.
Si no vives desde la tu originalidad, estás en peligro de morir siendo lo que no eres.
Vivimos rodeados de filtros. Filtros que embellecen, que corrigen, que suavizan. Filtros en las fotos, en las redes… y también en la forma en que nos mostramos. A veces, sin darnos cuenta, empezamos a medir nuestro valor por el número de likes, por la cantidad de reacciones, por si encajamos en ese molde perfecto que nos enseñan por todas partes: cómo vestir, qué decir, qué sentir. Y entonces, poco a poco, nos vamos apagando. Dejamos de ser nosotros. Nos adaptamos. Imitamos. Nos encogemos para encajar. Y ese es el verdadero drama de las fotocopias: que te alejan de ti mismo.
Carlo lo dijo sin rodeos: si no vives desde tu originalidad, estás en peligro de morir siendo lo que no eres. Y no lo dijo como una frase para quedar bien. Lo decía porque sabía que, cuando dejas de ser tú, no solo te haces daño a ti mismo: también el mundo pierde algo irrepetible. Porque tu forma de amar, de pensar, de mirar, es única. Y cuando renuncias a eso por miedo o por presión… estamos todos perdiendo algo que nadie más puede dar.
Pero claro, ¿cómo se encuentra uno a sí mismo cuando todo alrededor te empuja a copiar lo que funciona? Carlo no buscó su identidad en los horóscopos, ni en test de personalidad, ni en la imagen que proyectaba. Se buscó en Jesús. Porque cuando miras al Creador, entiendes la creación. Cuando te sabes creado con intención, empiezas a descubrir quién eres en serio. Carlo no intentó inventarse un personaje raro para destacar. Tampoco trató de mimetizarse para pasar desapercibido. Él solo quería ser quien Dios soñó que fuera. Y eso lo hizo radicalmente original.
No quería ser “como todos”. Quería ser santo. Pero no un santo en serie. No una copia piadosa. Quería ser Carlo santo: con su camiseta de fútbol, su ordenador, su forma de hablar directa, su pasión por el cielo y por los demás. Entendió que la santidad no borra tu identidad, sino que la lleva al 100%. Que Dios no hace clones, sino obras maestras.
¿Y tú? ¿Dónde te estás fotocopiando sin darte cuenta? Haz la prueba. Piensa en esas veces en las que callas lo que piensas solo para gustar. O en las cosas que eliges —ropa, planes, posts— no porque te representen, sino porque todos lo hacen. ¿Cuántas decisiones de tu día están condicionadas por lo que “deberías” ser, en vez de lo que realmente eres?
Carlo no necesitó encajar en un molde. No le hizo falta. Supo que su lugar ya estaba reservado por Dios, y eso lo hizo libre. En un mundo donde todos quieren destacar, él brilló por ser él mismo. Sin filtros. Sin copias. Con luz propia. Y eso, hoy más que nunca, es una revolución.
3 pistas para vivir como original
1️⃣ Conócete con sinceridad
Haz una lista de lo que te hace diferente. Tus talentos, tus pasiones, lo que te cuesta, lo que te
ilusiona. No para presumir ni para criticarte, sino para agradecer. Tu alma no tiene copia de seguridad. ¡Conócela!
2️⃣ Pregúntale a Dios quién eres
No te lo inventes. Descúbrelo. Dedica tiempo a preguntarle: “Señor, ¿cómo me sueñas? ¿Para qué me has creado?”. La oración no es solo pedir, es escuchar.
3️⃣ Haz lo que te hace vibrar (por Él y para Él)
Carlo usaba la informática para evangelizar. ¿Y tú? ¿Qué se te da bien? ¿Qué disfrutas? ¿Cómo podrías usar eso para servir, construir, dejar huella?
💡 Tips prácticos para dejar de ser copia
Desconéctate un rato de lo que te confunde
Ponte una hora al día sin redes. No para castigarte, sino para que tu voz interior pueda hablar sin interrupciones.
✍️ Escribe tu “manifiesto original”
Una frase que te recuerde quién eres. Ej: “Fui creado para amar, no para agradar.” Pégala en tu espejo, tu móvil, tu escritorio.
Atrévete a ser raro (pero real)
No escondas lo que te gusta, lo que te emociona, lo que te hace diferente. Ser cristiano ya es ir contracorriente. Aprovéchalo. Sé luz, no sombra de nadie.
Y si te equivocas… no pasa nada. Ser auténtico no significa ser perfecto. En el camino de ser tú, habrá días buenos y días caóticos, momentos en los que te salgan borrones, en los que te sientas lejos de lo que querrías ser. A Carlo también le pasaba. Él no fue perfecto. Pero sí fue valiente. Y la valentía también es reconocer con humildad: “hoy no he sido yo del todo, pero mañana lo intentaré mejor”. No se trata de tenerlo todo claro, sino de caminar con honestidad, con ganas de crecer, con Dios de la mano.
Porque cuando te atreves a recorrer ese camino con Él, lo que antes era solo una búsqueda personal se convierte en algo mucho más grande: en vocación. En misión. En historia única. Ser tú mismo, con Dios dentro, se vuelve luz para otros. Se vuelve fecundo. Se vuelve santo.
¿Y por qué le importas tanto a Dios tú, y no una versión ideal de ti? Porque te pensó desde la eternidad. Porque en todo el universo, nadie más ama como tú, sueña como tú, ríe como tú, lucha como tú. Hay muchas canciones en el mundo, pero solo tú puedes cantar con tu voz. Solo tú puedes vivir la vida que Él soñó para ti. Dios no repite moldes. No hace Ctrl+C, Ctrl+V. Hace obras de arte. Y tú eres una de ellas.
Así que sí, podrías pasar por la vida fingiendo, copiando, encajando, llenando tu biografía de logros bonitos y sonrisas de escaparate. Y llegar al final con un currículum que guste a todos…
menos a ti. O podrías ser tú mismo. Sin copias. Con alma. Con libertad. Y dejar una huella que no se borre. Carlo eligió lo segundo. ¿Y tú?






