“Me viene a la memoria un pequeño episodio ocurrido en los primeros años del Opus Dei. Una joven tuvo la oportunidad de asistir por primera vez a unas conferencias del fundador del Opus Dei. Tenía mucha curiosidad por escuchar a un orador tan famoso. Sin embargo, después de participar en la Misa que celebró ya no quería oír a un orador humano, sino solo descubrir la palabra y la voluntad de Dios”. Son palabras del cardenal Ratzinger —años después Benedicto XVI— en un simposio internacional organizado en el Vaticano por la Congregación del Clero del 23 al 28 de octubre de 1995 con ocasión del XXX aniversario de la promulgación del decreto conciliar Presbyterorum Ordinis.
San Josemaría explicó a Encarnita a grandes rasgos la naturaleza del Opus Dei, añadiendo al final unas palabras que se le grabaron en el alma: "Dios necesita un puñado de mujeres valientes para hacer esto en la tierra"
Hablaba Ratzinger sobre la personalidad del sacerdote que se identifica con Cristo y llega así a transmitir plenamente el mensaje evangélico, de forma que, quien escucha, oye la voz del mismo Dios que le habla y lo llama. La protagonista del relato es Encarnita Ortega quien, a lo largo de su vida, recordó muchas veces su primera conversación con el fundador del Opus Dei, un 30 de marzo de 1941, primer día de un retiro espiritual en Alacuás, Valencia. San Josemaría le explicó a grandes rasgos la naturaleza del Opus Dei, añadiendo al final unas palabras que se le grabaron en el alma: "Dios necesita un puñado de mujeres valientes para hacer esto en la tierra".
Ante la posibilidad de la llamada de Dios, ella fue marcando distancias hasta situarse en el último asiento de la capilla, donde no se sentía vista, oculta entre el resto de la gente. Pero para Dios no hay distancias. Sus llamadas van en directas al corazón. Y Encarnita, a pesar de su inicial resistencia, le abrió las puertas de par en par y al final del retiro habló con san Josemaría para decirle que estaba dispuesta a ser una de esas mujeres valientes. Era el 5 de abril de 1941, hace ahora 75 años.
Y Encarnita, a pesar de su inicial resistencia, le abrió las puertas de par en par y al final del retiro habló con San Josemaría para decirle que estaba dispuesta a ser una de esas mujeres valientes. Era el 5 de abril de 1941, hace ahora 75 años
La voz de Dios —a través de san Josemaría— llegó a aquella chica joven. "Es Dios quien nos primerea", dice el Papa Francisco. Su llamada llega de formas diversas, en aquel caso lo hizo a través de aquel orador que fue fiel transmisor de su Palabra.
La fidelidad de Encarnita a aquella llamada duró de por vida. No era mujer de entusiasmos fáciles, sino de compromiso firme, estable, amoroso. A su vez ella fue también portavoz de Dios. El apostolado cristiano es el contagio de la propia vida, de vivir con plenitud el Evangelio, de forma convincente y alegre.
La fidelidad de Encarnita a aquella llamada duró de por vida. No era mujer de entusiasmos fáciles, sino de compromiso firme, estable, amoroso
Así lo cuenta una joven judía, conversa, amiga de Encarnita que asistió con ella a Misa un domingo en la iglesia de los filipinos de Valladolid: “A la vuelta de comulgar vi la imagen que más me impresionó de ella. Estaba inmóvil, con los ojos fijos, pegados al Sagrario. Su mirada azul y clara no veía más que a Él. Es la imagen viva que llevo hasta el día de hoy, parecida a la que tenía ella —como más tarde me contó— del fundador de la Obra, la que vio en su primer encuentro con él, en los ejercicios espirituales del año 1941. Cuando entró el Padre en la iglesia, llena de gente, le impresionó a Encarnita su mirada fija en el altar, sin mirar a nadie más. En ese momento Encarnita pensó: "Ahí está un hombre delante de su Dios". Pues la misma imagen vi yo ese domingo en Valladolid”.