Ya desde los comienzos de su predicación, san Josemaría procuró inculcar en sus hijos espirituales el cariño y veneración por el Santo Padre. Así lo reflejó en el punto 520 de Camino: “Católico, Apostólico, ¡Romano! –Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu “romería”, “videre Petrum”, para ver a Pedro”.
En 1933, Isidoro Zorzano tuvo la oportunidad de viajar a Roma para participar en el Jubileo especial convocado por el Papa Pío XI para conmemorar los 19 siglos de la Redención. Animado por el propio san Josemaría, Zorzano fue el primer fiel del Opus Dei en ver a un Papa. El viaje no lo hizo solo, ya que consiguió que su amigo Antonio Lorenzo, miembro de la Sociedad Excursionista de Málaga, compartiera con él sus “enormes deseos de ganar el Jubileo”[1].
"Pasaremos a Roma, objetivo del viaje; nos agregaremos a alguna peregrinación para visitar al Santo Padre y ganar el Jubileo Santo"
El 24 de agosto zarparon de Gibraltar a bordo del trasatlántico Rex. Isidoro tomó fotos del momento y aprovechó para escribir una carta a san Josemaría en la que le transmitió sus deseos e ilusión de ver al sucesor de Pedro. “Pasaremos a Roma, objetivo del viaje; nos agregaremos a alguna peregrinación para visitar al Santo Padre y ganar el Jubileo Santo; […] vivir los primeros tiempos de la vida del cristianismo; en el Coliseo, al mismo tiempo de rezar a los santos mártires, cuya sangre derramada ha sido la savia que ha desarrollado nuestra fe y cimentado la primera era cristiana”[2].
Llegaron a Roma el día 28, después de visitar la ciudad de Pompeya y el Vesubio. Una vez en la ciudad eterna, lo primero fe visitar las cuatro basílicas mayores (san Pedro del Vaticano, san Juan de Letrán, santa María la Mayor y san Pablo Extramuros), y más tarde algunos monumentos: el Coliseo, las catacumbas de san Calixto…
Algunas lecturas como la peregrinación romana de Santa Teresita o el conocimiento que tenía de la historia del Quo Vadis, provocaron que Isidoro se conmoviera cuando evoca “la vida de los primeros cristianos”[3] a los que profesaba particular devoción, incrementada por el influjo de san Josemaría.
Isidoro además debió cumplir un encargo que hizo el fundador del Opus Dei: comprar una talla de san Pedro sedente, lo más grande posible. Después de buscar durante bastante tiempo, tuvo que conformarse con una de metal en vez de la de madera. La imagen fue bendecida por el papa Pío XI durante un encuentro en el que estuvo el propio Isidoro.
Pocos días después, cumplido ya el propósito del viaje, Isidoro volvió a Málaga para reanudar su vida habitual.
Relato basado en el libro Isidoro Zorzano, de José Miguel Pero-Sanz.
[1] Testimonio de Antonio Lorenzo Rodríguez en Isidoro Zorzano, de José Miguel Pero-Sanz.
[2] Carta de Isidoro Zorzano a Josemaría Escrivá, recogida en la Edición crítico-histórica de Camino, pto 520.
[3] Ídem.