La química necesaria para la santidad

El pasado 3 de abril un grupo de profesores, alumnos y personal administrativo de la Universidad de La Sabana se reunieron para reflexionar en torno a la figura de la próxima beata Guadalupe Ortiz de Landázuri.

¿Quién fue Guadalupe? ¿Cuáles fueron los hechos que dejaron huella en quienes compartieron su vida?, ¿En qué contexto sucedió todo? Fueron los interrogantes más importantes que alimentaron el encuentro sobre Guadalupe, una profesora de química, que será la primera laica del Opus Dei en caminar hacia los altares.

La conclusión a la que llegaron fue que para ser santo hay que tener química: con la vida, con Dios, con el trabajo bien hecho, con las personas que pasan a tu lado, con las oportunidades bien aprovechadas, con la alegría, con el tesón, con la fuerza para sacar adelante grandes y pequeñas empresas.

Para ser santo hay que tener química: con la vida, con Dios, con el trabajo bien hecho, con las personas que pasan a tu lado

El profesor José Benjamín Rodríguez Iturbe destacó que Guadalupe no solo nació en 1916, época de la Primera Guerra Mundial, sino que, además, vivió en carne propia la Guerra Civil Española, donde su padre fue fusilado, y más adelante, la Segunda Guerra Mundial. Según él, estas condiciones, sumadas a la persecución de la fe católica en España, como la quema de los conventos en 1931, permitieron a Guadalupe dimensionar las secuelas que había dejado la Guerra Cristera en México (1926-1929), “donde quien quisiera ser sacerdote debía perder su personalidad jurídica”.

También las académicas Mercedes Sinisterra, Beatriz Helena Uribe y Martha Elena Vargas, quienes fueron alumnas de Guadalupe en el Centro de Estudios e Investigación de Ciencias Domésticas (España), compartieron algunos de sus rasgos más humanos:

Guadalupe era cariñosa, muy directa y transparente. Al mismo tiempo, si se equivocaba o era imprudente, lo reconocía con sencillez. Era capaz de llegar a lo grande, desde lo chiquito, cualquier persona se hubiera ido hasta el fin del mundo con ella. Hoy, si Guadalupe pudiera ver la sociedad, con seguridad vería necesario seguir luchando por no perder el sentido de la familia, para que esta compartiera más y no se disgregara” señaló Beatriz Elena Uribe.

Era capaz de llegar a lo grande, desde lo chiquito, cualquier persona se hubiera ido hasta el fin del mundo con ella.

Para Mercedes Sinisterra la visión de futuro de Guadalupe era llamativa, se traslucía en todo momento. “Recuerdo que en un paseo por la playa, una de sus compañeras se ahogó. Guadalupe se lanzó al mar y la sacó, pero la mujer no respondía. Entonces la reanimó por largo rato -incluso cuando todo el mundo presumió que ya estaba muerta- y continuó indefinidamente hasta que la mujer despertó.”

“En su última etapa, aunque era muy transparente, sabía no ‘transparentar’ su cansancio. Dictaba su clase siempre de pie, con una altura y una naturalidad verdaderamente maravillosas, aun cuando tenía dificultades para respirar. Se veía la santificación en el trabajo ordinario” refirió Martha Helena Vargas.