Frente a lo aparentemente negativo –las dificultades, el sufrimiento, la incomprensión–, la atracción del amor de Dios genera un único enlace positivo capaz de mantenerse estable.
Guadalupe lo hacía así...
"Yo un poco cansada porque dormí poco estos días. Pero ya se acabó, y todo está en orden, y las comidas les gustan, y la despensa está con lo necesario y a buen precio. Así que doy muchas gracias a Dios, veo lo calamidad que soy, que me ahogo en un vaso de agua, y a trabajar con toda mi alma ¡ya lo sabes!” (Carta a Nisa González Guzmán, desde la administración doméstica de la residencia Abando, en Bilbao, 12 de octubre de 1946).
A María Luisa Udaondo, que estaba cuidando a su madre enferma, le escribe: “Querida Mª Luisa: Acabo de recibir tu carta. Ya puedes figurarte cómo siento no poder trasladarme a tu lado para estar contigo en estos momentos. Te aseguro que pediremos mucho por tu madre y por eso que me encargas. Estoy segura que el Señor, al mismo tiempo que te da estos sufrimientos, te ayuda a llevarlo de tal manera que tú misma te asombrarás, ¿verdad? Y todo contribuye a que veamos con más claridad que sólo Él lo puede y lo llena todo. No desperdicies nada de lo que te ocurra y ofrécelo. Si vieras cuántas cosas buenas están pasando; y tú puedes muy bien haber contribuido con todo eso. ¿Comprendes?” (Madrid, 16 de septiembre de 1949)
A Cristina Ponce le anima: “Por favor, cuídate. Ya comprendo que no es buen momento para enfermarte pero, si Dios quiere, a cuidarte todo lo que sea preciso, y tan contenta ¡eh! Todavía tengo la esperanza de que llegue carta tuya antes de poner ésta en el correo, y saber cómo estás. Ofrece todo por el colegio, por las nuestras, por María, por el título de Ma Ester, y si todavía te queda algo, acuérdate de esto y de mí. No sabes cómo se juntan cosas estos días; así que aprovecha todo.” (México DF, 7 de noviembre de 1955)
Guadalupe convivió con la enfermedad desde muy joven: en su última carta a san Josemaría se refleja su modo de afrontarla: “Padre: Le estoy escribiendo desde la Clínica. Llevo aquí veintidós días y cuando termine el mes decidirán los cardiólogos si conviene cambiarme “las válvulas del corazón”. Estoy tranquila y no me inquieta lo que pase. Este año hice, hasta venir aquí, vida normal como los anteriores (pero me voy cansando cada vez un poco más)”. (Carta a san Josemaría, Pamplona, 22 de junio de 1975)