20 años no es nada

El día 1 de diciembre se cumple el vigésimo aniversario de la muerte de Encarnita Ortega. Esmeralda Marugán, periodista en TVE en Gestiona Radio y en Información TV, recuerda con cariño y viveza su relación con ella.

Esmeralda Marugán, periodista.

El día 1 de diciembre se cumple el vigésimo aniversario de la muerte de Encarnita Ortega, una de las mujeres del Opus Dei que trabajó en la expansión inicial del Opus Dei por todo el mundo, actualmente en proceso de canonización.

Si algo destacan las personas que coincidieron con ella a lo largo de su vida es en su capacidad de querer y en el valor que daba a la amistad. Su actitud de servicio le llevaba a olvidarse completamente de sí misma para dedicarse a las personas que le rodeaban.

Una de esas amigas, Esmeralda Marugán, periodista en TVE en Gestiona Radio y en Información TV, recuerda con cariño y viveza su relación con Encarnita.

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A ti, a Encarnita Ortega, por enseñarme a hablar de tú a Dios

"Veinte años no es nada", dijo Carlos Gardel en ese tango Volver. Y cada vez que lo hago a Valladolid -ciudad en la que no nací pero en la que aprendí lo suficiente para saber lo que vale la alegría de vivir-, quiero volver a verla sonreír, a sentirla cercana, a escuchar sus palabras -siempre sabias y verdaderas-, su valor y sus formas.

Seguro que a ella -a Encarnita Ortega- la bendecía su Dios, y a mí me prestaba, entonces de cerca y hoy desde ese lugar que ella llamaba "Cielo", su fuerza, su valentía, su consideración para los otros, y ese don para comprender las heridas de la vida.

Llegué a Valladolid a mitad de los 80, con la niña de mis ojos -mi hija Diana-, y siendo yo más niña de lo que creía. Y es que veinte años no es nada... Deprisa, nos muerde el tiempo. Y vivir al ritmo de la música de aquellos momentos no siempre fue sencillo.

Gracias a la compañía de ella, y a pesar de pisar el acelerador y revelarme contra el sino que marcaba ser mujer sin perder formas ni fondo, lo conseguí. Y sin que el dolor de aprender me lo impida, sigo creciendo ahora, veinte años después, creyendo "a mi manera" en hacer lo bien hecho, en dar sentido a la palabra bueno, que decía Machado y que también me explicaba Encarnita.

En ese escuchar al corazón y llenarlo de razones, en ese hacer de las palabras hechos, de los gestos afectos, y del significado del "respeto" algo serio y no aburrido -porque el miedo nunca es buen consejero y la caridad tiene que ser justa, y defenderla en libertad y en paz- tengo su mirada fija en la mía, pese a que miremos desde distintos ángulos.

Su luz sigue alumbrándome en las oscuridades de este mundo que utiliza en vano el nombre de Dios, porque ella era y sigue siendo amor. Y cuando voy errante, al igual que Gardel, y las sombras me detienen, busco su nombre: Encarnita Ortega.