“Entrando un día a casa de mi cuñado, sacerdote, me topé con un libro Es Cristo que pasa. No conocía al autor, Josemaría Escrivá, pero me llamó la atención. Le pedí el libro: ‘Chaparrito, ¿me lo prestas?’ —‘Llévatelo, José’”.
Juan tiene 63 años, está casado y tiene siete hijos. Se describe a sí mismo como un albañil. Considera que trabajar ha sido una de las mejores decisiones de su vida, permitiéndole realizarse como persona.
“Cuando el albañil se dé cuenta de que está celebrando su propia misa, entonces hará su trabajo con cariño”.
He aprendido que el trabajo, si se hace con amor, santifica. Da igual si eres abogado, carbonero o arquitecto. Lo que importa es el amor con que lo haces.
Un arquitecto me preguntó: “¿No es tiempo perdido hacer perfectas las juntas que luego no se ven?”. Le respondí: “Si lo escondido se hizo bien, lo visible debe quedar aún mejor”. Porque Dios también está en esos detalles.
Durante su jornada, Juan busca con frecuencia a Dios, pensando que el Señor se cansa con él. “Cuando el cansancio pesa, me acuerdo de Él: ‘Señor, tú te cansaste conmigo en el trabajo. Yo me agoto, pero tú sigues… Toma, te presto mi cuchara, te pongo mezcla. Sigue tú’.
Al final de la jornada le pregunto a Dios: “Señor, ¿Está haciendo Juan lo que tú buscas, lo que tú quieres?”. Como dice un himno de la Liturgia de las horas: “Yo soy cera blanda, hazme como tú quieras”. Y como decía san Pablo: He combatido el buen combate… sólo espero la corona de la vida que el Señor me ha prometido (cfr. 2 Tim 4,7).