Yo soy de Dios, y Dios es mío

Necesito confiarte mi emoción interior, después de leer las palabras del profeta Isaías: "Yo te he llamado, ¡eres mío!: ¡que Dios me diga a mí que soy suyo! ¡Es como para volverse loco de Amor!. La filiación divina es el fundamento de las enseñanzas de san Josemaría, ofrecemos algunos textos para meditar sobre el amor de Dios a cada persona.

¿Habéis pensado alguna vez: el Señor sueña conmigo, piensa en mí, yo estoy en la mente, en el corazón del Señor, el Señor es capaz de cambiarme la vida?, Papa Francisco, 16 de marzo de 2015.

No sé qué te ocurrirá a ti..., pero necesito confiarte mi emoción interior, después de leer las palabras del profeta Isaías: “ego vocavi te nomine tuo, meus es tu! . "Yo te he llamado, te he traído a mi Iglesia, ¡eres mío!: ¡que Dios me diga a mí que soy suyo! ¡Es como para volverse loco de Amor! Forja, 12

¡Qué respeto, qué veneración, qué cariño hemos de sentir por una sola alma, ante la realidad de que Dios la ama como algo suyo!
San Josemaría

¡Qué respeto, qué veneración, qué cariño hemos de sentir por una sola alma, ante la realidad de que Dios la ama como algo suyo! Forja, 34

Si respondes a la llamada que te ha hecho el Señor, tu vida —¡tu pobre vida!— dejará en la historia de la humanidad un surco hondo y ancho, luminoso y fecundo, eterno y divino. Forja, 59

—¡Dios es mi Padre! —Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración. —¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón. —¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino. Piénsalo bien. —Tú eres de Dios..., y Dios es tuyo. Forja, 2

El Señor —Maestro de Amor— es un amante celoso que pide todo lo nuestro, todo nuestro querer. Espera que le ofrezcamos lo que tenemos, siguiendo el camino que a cada uno nos ha marcado. Forja, 45

Busca a Dios en el fondo de tu corazón limpio, puro; en el fondo de tu alma cuando le eres fiel, ¡y no pierdas nunca esa intimidad! —Y, si alguna vez no sabes cómo hablarle, ni qué decir, o no te atreves a buscar a Jesús dentro de ti, acude a María, “tota pulchra —toda pura, maravillosa—, para confiarle: Señora, Madre nuestra, el Señor ha querido que fueras tú, con tus manos, quien cuidara a Dios: ¡enséñame —enséñanos a todos— a tratar a tu Hijo! Forja, 84

Jesús, dime si algo te desagrada

No se ha limitado el Señor a decirnos que nos ama: sino que nos lo ha demostrado con las obras, con la vida entera. —¿Y tú? Forja, 62

Jesús, Amor, ¡pensar que puedo volver a ofenderte!... “Tuus sum ego..., salvum me fac! —soy tuyo: ¡sálvame! Forja, 196

¡Dios te espera! —Por eso, ahí donde estás, tienes que comprometerte a imitarle, a unirte a El, con alegría, con amor, con ilusión, aunque se presente la circunstancia —o una situación permanente— de ir a contrapelo.

¡Dios te espera..., y te necesita fiel! Forja, 51

Cuando se ama mucho a una persona, se desea saber todo lo que a ella se refiere. —Medítalo: ¿tú tienes hambre de conocer a Cristo? Porque... con esa medida le amas. Forja, 37

Jesús, si en mí hay algo que te desagrada, dímelo, para que lo arranquemos. Forja, 108

Un regalo, Amor

Meus es tu —eres mío, te ha manifestado el Señor. —¡Que ese Dios, que es toda la hermosura y toda la sabiduría, toda la grandeza y toda la bondad, te diga a ti que eres suyo!..., ¡y que tú no le sepas responder! Forja, 123

Dios es mi Padre, piensa, y es el Autor de todo bien, es toda la Bondad. —Pero, ¿tú y yo actuamos, de verdad, como hijos de Dios?
San Josemaría

Señor, te pido un regalo: Amor..., un Amor que me deje limpio. —Y otro regalo aún: conocimiento propio, para llenarme de humildad. Forja, 185

Llénate de confianza en Dios y ten, cada día más hondo, un gran deseo de no huir jamás de El. Forja, 214

¿Qué te he hecho, Jesús, para que así me quieras? Ofenderte... y amarte. —Amarte: a esto va a reducirse mi vida. Forja, 202

Di al Señor, con todas las veras de tu alma: a pesar de todas mis miserias, estoy ¡loco de Amor!, estoy ¡borracho de Amor! Forja, 205

Te deseo a Ti

Cuando hayas caído, o te encuentres agobiado por la carga de tus miserias, repite con segura esperanza: Señor, mira que estoy enfermo; Señor, Tú, que por amor has muerto en la Cruz por mí, ven a curarme. Confía, insisto: persevera llamando a su Corazón amantísimo. Como a los leprosos del Evangelio, te dará la salud.Forja, 213

Dios mío: ¿cuándo te querré a Ti, por Ti? Aunque, bien mirado, Señor, desear el premio perdurable es desearte a Ti, que Te das como recompensa. Forja, 1030

Gozas de una alegría interior y de una paz, que no cambias por nada. Dios está aquí: no hay cosa mejor que contarle a El las penas, para que dejen de ser penas. Forja, 54

Un hijo de Dios no tiene ni miedo a la vida, ni miedo a la muerte, porque el fundamento de su vida espiritual es el sentido de la filiación divina: Dios es mi Padre, piensa, y es el Autor de todo bien, es toda la Bondad. —Pero, ¿tú y yo actuamos, de verdad, como hijos de Dios? Forja, 987

María, tu Madre, te llevará al Amor de Jesús. Y ahí estarás “cum gaudio et pace, con alegría y paz, siempre "llevado" —porque solo te caerías y te llenarías de fango—, camino adelante, para creer, para amar y para sufrir. Forja, 677