Testigo del Evangelio

San Josemaría deseaba ser como esos objetos de vidrio que sostienen la electricidad en los postes de luz sin impedir su paso. Quería transmitir única y eficazmente el mensaje de Cristo sin estorbar. A mucha gente ha llegado esa buena nueva y les ha cambiado la vida, como ellos mismos explican.

Paul Ybarra, al fondo.

Paul Ybarra, bombero (Los Ángeles, EE.UU.)

Una de las cosas que más agradezco a san Josemaría es tener dirección espiritual. Quiero decir, poder ir a un sacerdote o a un laico, como tú, que te ayuda en las cosas de tu vida. Es algo estupendo tener una persona, en quien confías, que desde fuera te pueda dar consejos y decirte cosas que te ayudan a pensar. Para mí ha sido muy útil en lo que se refiere a mi vida como esposo y padre. (Más...)

Carlos Gaspar, ciego y agente de ONG (España)

Sé que siempre podré ser útil a alguien. Una oportunidad me la brinda actualmente el Teléfono de la Esperanza, una ONG en la que colaboro. En todo esto las enseñanzas de san Josemaría han sido un estímulo importante; por ejemplo, hay un punto de “Camino” que dice: “No puedes vivir de espaldas a la muchedumbre: es menester que tengas ansias de hacerla feliz”.

James Burfitt, profesor (Sidney, Australia)

Había empezado a trabajar cuando, gracias a un hermano mío, hice un retiro espiritual. Empecé a frecuentar unas clases de formación cristiana y redescubrí la posibilidad de tener una vida de trato con Dios. Me di cuenta de que Dios me había dado mucho y que yo tenía que responder. Mi maestro fue san Josemaría. Al leer sus libros me parecía que estaban dirigidos a mí, y fui descubriendo que no podía permanecer pasivo. Empecé a desear amar a Dios apasionadamente

Virginia McGough, ama de casa (Cheshire, Gran Bretaña)

Petra Herold, de Alemania.

Me parece que el aspecto de las enseñanzas de san Josemaría que ha tenido más repercusión en mi vida es la filiación divina. El saber que soy una hija amadísima de Dios, y que todo lo que me pasa ha sido querido o permitido por Él, me da una seguridad maravillosa, una gran paz.

Julius Ogallo, ingeniero mecánico (Nairobi, Kenia)

Un amigo me invitó a ir a una mañana de retiro espiritual. Nunca había asistido a algo así en toda mi vida... Empecé a leer el Evangelio y a hacer oración con Camino, un libro de san Josemaría. Era un mundo totalmente distinto.

Petra Herold, matemática y ama de casa (Forchheim, Alemania)

Estaba bastante distanciada de la Iglesia. Cuando leí aquella biografía sobre el fundador del Opus Dei, percibí su gran entusiasmo. Se notaba que estaba muy enamorado de la Iglesia y a mí me contagió. Pude decir entonces de todo corazón “sí” a la Iglesia, “sí” al Papa.

Ramón A., conductor de autobuses urbanos (Madrid, España)

Ahora ‘nuestro Padre’ (mi Padre) y yo conducimos el autobús juntos. Hace poco tuve un percance en un cruce de circulación. Tuve que dar un volantazo y frenar violentamente. No pasó nada. Ahora estoy con buen humor aunque tenga algún problema. Mi cabina del autobús se ha convertido en un lugar estupendo para hablar de ‘nuestro Padre’.

James Burfitt, profesor en Australia.

Patrick Utomi, consultor (Lagos, Nigeria)

Caí en la cuenta de que una persona que actúa con integridad y sentido de la justicia, que ama a su prójimo, si tiene a la vez prestigio, es un aliciente para que otros actúen de la misma manera, y de ese modo contribuye a iluminar los caminos de la tierra. San Josemaría también me ha ayudado a entender mi trabajo como un servicio.