- Reflexionemos sobre cómo nos estamos preparando para la Semana Santa y cómo respondemos al Amor de Jesucristo, que nos ha redimido, nos ha abierto el camino de la salvación, es decir, el camino de la santidad.
- Si Dios no amara a los pecadores, no habría venido a la tierra, dijo San Agustín. Tenemos que meditar sobre esta infinita misericordia de Nuestro Señor, que nos ha amado y nos ama hasta dar la vida por nosotros, por ti, por mí.
- Dar la vida, no digo ya por un desconocido, sino por una persona que actúa como un enemigo, no entra en nuestras categorías mentales. En cambio, Jesús lo ha hecho y renueva su generosidad cuando nos acercamos al sacramento de la Penitencia, para perdonar nuestras ofensas, nuestros pecados, por grandes que sean.
- Te pregunto: ¿buscas cada día servir, ayudar a las personas que tienes alrededor? ¿rezas por toda la humanidad? Tu y yo necesitamos experimentar la caridad, la amistad de los otros, y ellos necesitan tu afecto, tu oración
- Rechacemos una actitud crítica hacia los demás. Tenemos que ayudarles a corregirse, sugiriéndoles en qué aspecto mejorar, y ofrezcámosles nuestras manos para ayudarles.
- Te sugiero que participes en la Misa no sólo el domingo; si puedes, acércate con más asiduidad, para convertirte en una mujer o en un hombre de Eucaristía, que luego sabe darse con alegría y constancia a los demás.
- Os invito a rezar por el Papa Francisco. Necesita nuestra ayuda; necesita que nos comportemos como buenos hijos; necesita que nos empeñemos constantemente para “hacer la Iglesia”.