Preguntas al Postulador de la Causa de Álvaro del Portillo

En esta entrevista, se detallan algunos detalles de la personalidad y de la vida ejemplar del sucesor de san Josemaría.

Mons. Javier Medina.

Desde 1997, el postulador de la causa de canonización de Álvaro del Portillo fue Mons. Flavio Capucci, que falleció el 7 de agosto de 2013, pocos días después de que se reconociera un milagro atribuido a la intercesión del venerable Álvaro del Portillo. Le sucedió en el cargo de postulador el Rev. D. Javier Medina Bayo, autor del libro Álvaro del Portillo. Un hombre fiel, que ha hecho propias varias respuestas de Mons. Capucci y ha contestado a preguntas que se le formularon posteriormente.

1. El Santo Padre aprobó un milagro atribuido a la intercesión de Mons. Álvaro del Portillo. ¿Podría decirnos en qué consiste?

Consiste en la recuperación de un bebé chileno, con daños cerebrales y otras patologías que, tras sufrir un paro cardiaco de más de media hora y una hemorragia masiva, no solo continuó viviendo, sino que experimentó una mejoría de su estado general, hasta el grado de poder llevar la vida normal de cualquier niño. Los hechos sucedieron el 2 de agosto de 2003. Sus padres rezaron con gran fe a través de la intercesión de Mons. Álvaro del Portillo y, cuando los médicos pensaban que el bebé estaba muerto, de modo totalmente inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar el ritmo de 130 pulsaciones por minuto. Quizá lo más sorprendente del caso es que, a pesar de la gravedad del cuadro clínico, el niño hoy, diez años después, desarrolla su vida con absoluta normalidad.

2. ¿Por qué Mons. Álvaro del Portillo es candidato a la beatificación? ¿Qué ha hecho?

Su vida se nos presenta como un sí constante a los requerimientos del Señor. Mons. del Portillo se ha entregado heroicamente al servicio de la Iglesia y de las almas, fiel al ejemplo de san Josemaría Escrivá. Ha acercado a Dios a muchas personas.

Para abrir una causa de canonización, el elemento determinante es la existencia de una sólida fama de santidad, espontánea y difundida entre una parte significativa del Pueblo de Dios. Se dio inicio a la causa de Mons. del Portillo porque, desde el día de su muerte, había demostraciones evidentes de esta fama. Mucha gente en todo el mundo estaba convencida de que era una persona santa e invocaba su intercesión con el objeto de obtener favores del Cielo. La función de la causa es verificar si esa fama de santidad tiene un fundamento real. El decreto sobre las virtudes heroicas promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos el 28 de junio de 2012 nos dice que la Iglesia ha llegado a un juicio positivo sobre su santidad de vida.

Además de su personal empeño de santidad, hay que considerar también el impulso decisivo que dio a la creación de instituciones destinadas al bien del prójimo, como por ejemplo el Hospital Monkole, en Kinshasa, el hospital de la Niger Foundation en Enugu (Nigeria), la Universidad Campus Bio-medico, en Roma, la Universidad Pontificia de la Santa Cruz y el Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae, también en Roma, donde miles de seminaristas y sacerdotes reciben una cuidada formación doctrinal y espiritual.

3. ¿Cuál es su principal mensaje?

En las enseñanzas de Álvaro del Portillo encontramos acentos específicamente doctrinales, como el papel de los laicos en la Iglesia, los fundamentos del ministerio sacerdotal o la unidad con el Sumo Pontífice y la jerarquía. Pero yo subrayaría, como característica general de su figura, la virtud de la fidelidad: fue un ejemplo de fidelidad a la Iglesia (primero como ingeniero, luego como sacerdote, finalmente como obispo), de fidelidad a los Papas con los que estuvo en contacto, de fidelidad a la vocación y, en fin, de fidelidad al fundador del Opus Dei. La fidelidad es una virtud creativa, que exige una continua renovación interior y exterior. No consiste solo en “conservar”, sino en extraer siempre nuevas virtualidades del tesoro recibido. La fidelidad es la otra cara de la moneda de la felicidad. Y Álvaro del Portillo fue un hombre verdaderamente feliz.

A su muerte, san Juan Pablo II quiso recordar “su celosa vida sacerdotal y episcopal, el ejemplo que siempre dio de fortaleza y de confianza en la providencia divina y su fidelidad a la sede de Pedro”. El entonces cardenal Ratzinger evocó “la modestia y la disponibilidad en cualquier circunstancia” que caracterizaron el servicio prestado por Mons. del Portillo durante tantos años en la Congregación para la Doctrina de la Fe, “institución que contribuyó a enriquecer de modo singular con su competencia y experiencia”.

4. Entre sus virtudes, ¿cuál destacaría?

Naturalmente, las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y el amor a Dios y al prójimo. Quienes lo han conocido de cerca ponen de relieve, además de la virtud de la fidelidad, otras que pueden parecer menores, pero que son esenciales para un cristiano. Entre estas, la afabilidad y la mansedumbre, porque no se puede decir que sonriera a menudo: sonreía siempre. También la bondad, la capacidad de difundir a su alrededor un clima de serenidad, especialmente en los momentos difíciles. Y no se puede olvidar su laboriosidad: tenía un ritmo de trabajo increíble, no se concedía pausas, y no por eso se le iba la sonrisa de los labios. Era muy exigente consigo mismo y con los demás: daba el máximo y pedía el máximo, pero siempre con paz, sembrando alegría.

Sin embargo, quiero subrayar en don Álvaro, sobre todo, la caridad: amaba a Dios y a los demás con todo el corazón. Tenía el don de una profunda paternidad espiritual: todos los que se le acercaron alguna vez recuerdan en él a un padre bueno, que comprende, que perdona, con una confianza incondicionada en los demás, en la lealtad de cada uno.

Por último, quisiera hablar de su humildad: nunca pretendía imponerse o imponer sus propias opiniones. Cuando fue llamado a suceder a san Josemaría al frente del Opus Dei, su programa de gobierno tuvo por única meta la continuidad con el ejemplo del fundador.

5. ¿La devoción a Mons. Álvaro del Portillo se vive solo en el Opus Dei?

No, su fama de santidad es un verdadero fenómeno eclesial. Hasta 2012 nos habían llegado 12000relaciones firmadas de favores obtenidos por su intercesión, muchas veces de países en los que el Opus Dei ni siquiera está presente. Actualmente son ya 13300 relaciones. Se trata de una cifra enorme, sobre todo si se tiene en cuenta que, de entre las personas que reciben favores, solo unas pocas se deciden a ponerlos por escrito y enviarlos al postulador de la causa.

El boletín sobre su causa de canonización ha alcanzado los cinco millones de ejemplares; las estampas para la devoción privada que se han impreso en todo el mundo suman diez millones. Sin duda se puede decir que Mons. del Portillo es un don de la Iglesia y para la Iglesia.

6. ¿Cuál fue el papel de Mons. del Portillo en el Concilio Vaticano II y en general en la Santa Sede?

Durante el Concilio fue secretario de la Comisión De disciplina cleri et populi christiani, de la que salió el decreto Presbyterorum Ordinis, y perito de las comisiones De Episcopis et dioecesium regimine y De religiosis. Después fue consultor de la Sagrada Congregación del Concilio, calificador de la Suprema Congregación del Santo Oficio y consultor de la Pontificia Comisión para la revisión del Código de Derecho Canónico. También fue juez del Tribunal para las causas de competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe y consultor de esta misma Congregación, así como secretario de la Comisión para los Institutos Seculares de la Congregación de Religiosos y consultor de la Congregación del Clero, del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y de la Congregación de las Causas de los Santos.

Quienes trabajaron con él ponen de relieve la determinación con que promovió los derechos de los laicos en la misión de la Iglesia (su libro Fieles y laicos en la Iglesia es un texto clásico del pensamiento teológico y canónico sobre el tema) y la belleza e importancia de la santidad sacerdotal.

7. ¿Tiene algo que decir Mons. Álvaro del Portillo a los no católicos?

El núcleo del mensaje del Opus Dei es la santificación del trabajo y de los deberes ordinarios. Don Álvaro encarnó ejemplarmente esta enseñanza de san Josemaría. Trabajó sin descanso durante toda su vida: primero como ingeniero, luego como sacerdote y en los últimos años como obispo, dando siempre un alto sentido a su labor, con la que perseguía la gloria de Dios y el bien del prójimo. Yo pienso que precisamente en el hecho de haber vivido el trabajo como quicio de la santidad hay una enseñanza de vigencia universal, válida no solo para los católicos sino para todas aquellas personas que son sensibles al valor espiritual del compromiso por dar un sentido no transeúnte a las realidades terrenas.

8. ¿Nos puede facilitar algunos datos sobre el proceso que concluyó con la declaración de virtudes heroicas? ¿Quiénes han sido los testigos?

De acuerdo con las normas de la Iglesia, puedo comunicar los datos que son públicos.

Hubo dos procesos paralelos. Uno se desarrolló ante el tribunal de la Prelatura del Opus Dei, pues el Prelado fue reconocido como el obispo competente en esta causa. Sin embargo, como su nombre figuraba en el elenco de los testigos, consideró preferible no ser interrogado por su propio tribunal, sino por un tribunal externo, con el fin de garantizar más escrupulosamente la neutralidad en la instrucción del proceso. En consecuencia, pidió al Cardenal Vicario de Roma que encargara al tribunal del Vicariato la tarea de interrogar a los principales colaboradores de Mons. del Portillo en el gobierno del Opus Dei, y entre ellos a él mismo, así como a varios eclesiásticos residentes en Roma. Además, dado el elevado número de testigos que viven lejos de Roma, se celebraron otros ocho procesos en régimen de comisión rogatoria en Madrid, Pamplona, Fátima-Leiria, Montréal, Washington, Varsovia, Quito y Sydney.

En total se interrogó a 133 testigos (todos de visu, salvo dos que contaron dos milagros atribuidos al Siervo de Dios). Entre ellos hay 19 cardenales y 12 obispos o arzobispos. 62 testigos pertenecen a la Prelatura; los que no pertenecen son 71.

9. Nos ha contado antes que a su mesa han llegado 13300 relatos de favores obtenidos gracias a la intercesión de Mons. del Portillo. ¿Puede decirnos si hay alguna “especialidad”, algún tipo de favor o gracia que muchas personas piden a don Álvaro? ¿Hay algunos favores o gracias que le hayan llamado más la atención?

Quienes han recibido favores por la intercesión de don Álvaro del Portillo envían relatos de gracias de todo tipo: materiales y espirituales. Ciertamente, los más llamativos son las curaciones extraordinarias, que son variadas: desde desaparición de melanomas con metástasis tras rezar a don Álvaro, hasta la recuperación sin secuelas de un niño ahogado en una piscina.

Pero si quisiéramos usar el término de su pregunta —la “especialidad”— destacaría las numerosas gracias que el venerable Siervo de Dios ha conseguido a favor de la familia: matrimonios que recobran la armonía conyugal; nacimiento de hijos, a veces después de muchos años de espera antes de acudir a su intercesión; reconciliaciones entre parientes enojados; partos de niños sanos después del diagnóstico de que el bebé nacería enfermo. Don Álvaro era una persona familiar y realizó una masiva catequesis sobre la familia; quizá por eso surge espontáneo el deseo de acudir a su intercesión para cuestiones de este tipo. A mí me conmueven de manera particular los favores concedidos a niños: son muy numerosos.

10. ¿Cómo valora la coincidencia entre el anuncio de la canonización de Juan Pablo II y la aprobación del milagro que llevará a la beatificación de Mons. Álvaro del Portillo?

Fue una gran alegría. San Juan Pablo II y el venerable Álvaro del Portillo se conocieron durante el Concilio Vaticano II y, desde entonces, estuvieron unidos por una profunda cercanía y una enorme confianza filial de parte del Prelado del Opus Dei.

Eran dos pastores enamorados de la Iglesia. A Mons. Álvaro del Portillo le admiraban mucho la generosidad y la entrega del Papa y, por su parte, se desvivió por secundar fielmente todas las iniciativas de evangelización propuestas por san Juan Pablo II. Quizás por eso el entonces Papa animó a varios pastores a buscar apoyo espiritual en el Prelado del Opus Dei.

Una manifestación singular del aprecio del Papa es que, cuando falleció Mons. del Portillo, Juan Pablo II quiso desplazarse hasta la residencia del Prelado del Opus Dei, para rezar ante los restos mortales de don Álvaro. Desde mi punto de vista en ambos destacaba su humildad, su amor a la Iglesia y por las almas, su devoción a la Virgen y su sentido de paternidad, entre otras cosas. Había entre ellos una gran sintonía espiritual.