Comer caliente en la estación de tren

Anna es una joven universitaria de Milán (Italia) que ha aprendido a donar parte de su tiempo a los más necesitados. En este artículo cuenta su experiencia.

Anna ayuda como voluntaria a los pobres de la estación de Milán.

Una vez a la semana, el miércoles por la noche, Anna ayuda como voluntaria a los pobres de la estación de Cadorna en Milán. Pero no está sola: "Lo que más me gusta es poder compartir esta experiencia con mis amigos - explica Anna -, cenamos todos juntos y luego nos vamos".

La Asociación de la Divina Misericordia organiza el servicio, que consiste en la distribución de comidas y ropa para quienes la necesitan: "La asociación es una realidad muy dinámica, siempre hay gente nueva. Es muy agradable darse la vuelta, tal vez en un momento de desánimo o dificultad, y encontrar una cara amistosa que esté comprometida en la misma tarea que tú”.

Anna cuenta quiénes son las personas que necesitan una comida caliente y que van a la estación de Cadorna: "Los italianos que veo son en su mayoría ancianos, pero la mayoría de los que están allí son jóvenes extranjeros. Esto me recuerda algo que el Papa Francisco escribió en la carta a los jóvenes con vistas al Sínodo sobre la palabra bíblica "Sal", que de la invitación del Señor a buscar la propia vocación ("Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré", Gn 12,1) se pasa a un signo de violencia y de guerra”.

Cada voluntario tiene su propio estilo

Cada voluntario tiene su propio estilo y enfoca de un modo particular la relación con los que están en la estación: "Normalmente pregunto cómo se llaman y de dónde vienen -explica Anna- me gusta hablar de los lugares de origen. Además, después de haber experimentado de primera mano lo que significa la barrera del idioma, incluso en una situación mucho menos difícil como la del Erasmus, me doy cuenta de lo importante que es hablar lentamente a las personas para que me entiendan".

Pero, ¿cuál es el sentido de este tipo de voluntariado? "Es una actividad que te hace muy feliz. Cuando estoy allí, soy feliz y siento que lo necesito. No se trata tanto de ser útil, sino de dar afecto concreto, de interesarse por las personas. Dos brazos más son útiles, pero a veces somos tantos que no todos son necesarios. Recientemente he releído el discurso de apertura del Sínodo de los Jóvenes, en el que el Papa Francisco cita el mensaje a los jóvenes de Pablo VI al final del Concilio Vaticano II. En ese mensaje, el Papa invita a los jóvenes a construir con entusiasmo un mundo mejor que el actual. Este es, en mi opinión, el sentido último de este tipo de iniciativas".