En presencia de decenas de miles de fieles, en la Plaza de San Pedro, Juan Pablo II celebró su XXV Misa de Pascua en el día de la Resurrección. Al final de la misa, el Papa pronunció su anual Mensaje de Pascua, impartió la bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo), y saludó y bendijo a los fieles en 62 idiomas.
La ceremonia fue transmitida en 54 países y 80 emisoras de televisión, haciendo posible para los fieles de todo el mundo asistir a los actos de la Plaza de San Pedro. Las flores, plantas y árboles que decoraban la plaza, muchas con los colores del Vaticano, amarillo y blanco, fueron
ofrecidas, como ocurre desde hace 18 años, por las floristerías holandesas. Los camiones que transportaban la decoración vegetal, reservada por Holanda desde octubre, llegaron al Vaticano entre el Jueves Santo y el Sábado Santo. El Papa tuvo palabras de agradecimiento para los floristas holandeses.
Siguen extractos del Mensaje Pascual del Santo Padre:
"Ha resucitado del sepulcro el Señor, que por nosotros fue colgado de la cruz. ¡Aleluya!".
"Este anuncio es el fundamento de la esperanza de la humanidad. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado,no sólo sería vana nuestra fe, sino también nuestra esperanza, porque el mal y la muerte nos tendrían a todos como rehenes".
"¡Paz a vosotros!'.Éste es el primer saludo del Resucitado a sus discípulos; saludo que hoy repite al mundo entero. ¡Oh Buena Noticia tan esperada y deseada! ¡Oh anuncio consolador para quien está oprimido bajo el peso del pecado y de sus múltiples estructuras! Para todos, especialmente para los pequeños y los pobres, proclamamos hoy la esperanza de la paz, de la paz verdadera, basada en los sólidos pilares del amor y de la justicia, de la verdad y de la libertad".
"'Pacem in terris...'. La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse sino se respeta fielmente el orden establecido por Dios'.Con estas palabras comienza la histórica Encíclica, con la cual hace cuarenta años el beato Papa Juan XXIII indicó al mundo el camino de la paz. Son palabras actuales como nunca al alba del tercer milenio, tristemente oscurecido por violencias y conflictos".
"¡Paz en Irak! Que con la ayuda de la Comunidad internacional, los Iraquíes se conviertan en protagonistas de una reconstrucción solidaria de su País. Paz en las otras regiones del mundo, dónde guerras olvidadas y conflictos solapados provocan muertos y heridos entre el silencio y el olvido de no poca parte de la opinión pública. Con profunda tristeza pienso en las huellas de violencia y de sangre que no parecen tener fin en Tierra Santa. Pienso en la trágica situación de no pocos Países del Continente africano, que no puede ser abandonado a su suerte. Tengo bien presentes los focos de tensión y los atentados a la libertad del hombre en el Cáucaso, en Asia y en América Latina, regiones del mundo queridas igualmente por mí".
"Que se trunque la cadena del odio que amenaza el desarrollo ordenado de la familia humana. Que Dios nos conceda ser liberados del peligro de un dramático choque entre las culturas y las religiones. Que la fe y el amor a Dios hagan a los creyentes de cada religión valientes artífices de
comprensión y perdón, pacientes constructores de un provechoso diálogo interreligioso, que inaugure una era nueva de justicia y de paz".
"Aunque parezca muy oscuro el horizonte de la humanidad, hoy celebramos el triunfo esplendoroso de la alegría pascual. Si un viento contrario obstaculiza el camino de los pueblos, si se hace borrascoso el mar de la historia, ¡que nadie ceda al desaliento y a la desconfianza! Cristo ha resucitado; Cristo está vivo entre nosotros; realmente presente en el sacramento de la Eucaristía,
Él se ofrece como Pan de salvación, como Pan de los pobres, como Alimento de los peregrinos".