Como cuenta el autor de la edición crítica y comentada de Camino, Fidel Sebastián, doctor en Filología Hispánica por la UAB e investigador del Siglo de Oro, se vio la necesidad de realizar “una edición muy anotada de la mano de un filólogo con experiencia”, y así fue como nació esta edición que acaba de ser publicada por el Centro para la Edición de Clásicos Españoles.
La presentación de este “documento y monumento” -tal como lo calificó en el acto el profesor Guillermo Serés, miembro de la Real Academia Española por Cataluña-, ha tenido lugar en la Universidad UIC Barcelona, como primera etapa de su difusión, pues también están previstos actos en Madrid y Roma.
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Profesor Sebastián, ¿cómo nació la idea de esta edición crítica de Camino?
Fue más o menos en el 2012 cuando concebí esta idea. Por aquel entonces, estaba trabajando con el Libro de la vida de Santa Teresa de Jesús, en aquello que preceptúa la Academia -limpiar, fijar y dar esplendor-. Era parte de un proyecto cultural que empezó en el 2011, por el que considero mi maestro, Francisco Rico, filólogo y académico de la RAE, quien había aceptado una invitación de la Real Academia Española para poner en marcha una colección de clásicos vigilada, tutelada.
Realmente era difícil hacer la edición de Santa Teresa, pero he de decir también que disfruté muchísimo. Procuraba limpiar el texto de erratas transmitidas desde el origen o incorporadas durante la larga tradición de siglos de numerosas ediciones de Santa Teresa. Con las tres acciones, es decir, limpiar, fijar el texto -nominación correcta- y dar esplendor, buscaba dar con las notas que pusieran de relieve toda la verdad y toda la belleza de aquellas palabras. Entre mí, pensaba: cómo me gustaría poder hacer esto mismo con Camino.
Pero era un desiderátum que me parecía una locura implanteable. Para mí, Camino era algo intangible. Entre otras cosas, no habían pasado los suficientes años de su muerte como para que decayeran los derechos de autor. Así que ahí quedó la idea.
Sin embargo, en el año 2017, una de las personas que trabajaban junto al prelado del Opus Dei en Roma en tareas de gobierno me escribió: “Mira, Fidel, nos llegan a veces peticiones de distintas partes del mundo, América, sobre todo, de que se haga una edición de Camino en un lenguaje actual, que la gente entienda”. Fue entonces cuando le propuse llevar a cabo una edición muy anotada, suficientemente anotada, y que el responsable fuera un filólogo con experiencia.
Se planteó la posibilidad de que yo me encargará del proyecto y en principio me pareció una idea descabellada. Pero me puse a ello.
“He descubierto al místico”
¿Qué ha descubierto al hacer esta edición de Camino?
Mi trabajo con Camino han sido meses de levantarme y acostarme, y pasar todo el día con san Josemaría Escrivá de Balaguer. Y me ha hecho un gran bien personal.
Lo que he descubierto, es el místico. San Josemaría es un místico en la línea de Santa Teresa de Jesús, de San Juan de la Cruz. ¿Qué tiene Santa Teresa? La oración. ¿Y de San Juan de la Cruz? El espíritu de abnegación. Y de Fray Luis de Granada, la oratoria, la fuerza persuasiva. Claro, él no hablaba de sus fenómenos místicos por lógico pudor. Y también, porque no formaba parte de su carisma de fundador; su labor era señalar un camino de santidad, que lo hemos de buscar en lo ordinario, si se conceden cosas extraordinarias, pues como dicen en Cataluña, “a más a más”. Pero también su querida Santa Teresa decía que la santidad está en las virtudes.
Hay un episodio místico de la vida del autor que se recoge en el punto 555 aunque -una vez más- se esconde, despersonalizando el relato para provecho del lector. Lo explica por carta al que por entonces tenía por su segundo en la Obra, que era Juan Jiménez Vargas. Y, como no estaba presente, y con él se confiaba sus cosas de conciencia, se lo describe por carta: “Querido Juanito: esta mañana, camino de las Huelgas, a donde fui para hacer mi oración, he descubierto un Mediterráneo, la Llaga Santísima de la mano derecha de mi Señor. Y allí me tienes todo el día entre besos y adoraciones. ¡Verdaderamente qué amable es la Santa Humanidad de nuestro Dios! Pídele tú que Él me dé verdadero amor suyo: así quedarán bien purificadas todas mis otras afecciones”.
Si se lee el libro de la Vida de Santa Teresa, hay un pasaje que es estremecedoramente similar. Son estas cosas las que he descubierto. Y ahí queda un tema que no está explorado, que es san Josemaría místico, que lo dejo para que lo hagan otros. Por mi parte, acabado el libro -anotado, limpiado, fijado, y dándole el esplendor que se podía-, pensé: ahora ya, el lector del siglo XXI, con una formación, y con una lectura atenta, es decir, si no entiendo esto, leo la nota y lo vuelvo a leer, ¡qué gozada! ¡ahora lo entiendo!, se podrá leer y disfrutar durante todo el siglo XXI, por lo menos.
San Josemaría, entre los clásicos
Aparte de llevar a cabo la edición anotada, que ayudará a la comprensión del texto en toda su profundidad. ¿Había otros propósitos?
Faltaba otro objetivo, que era colocar a san Josemaría entre los clásicos. Pensaba en la colección Biblioteca Clásica pero allí no encajaba, no cabía. Al final, se me ocurrió pedir a Rico vernos para pedirle consejo, qué editorial podría acogerlo adecuadamente, y me dijo: eso se lo público yo. Dije, ¿dónde? Y es que no me acordaba que, aparte de estudios, había ediciones críticas como la del Libro del Buen Amor, que ya se habían publicado. Entonces vi el cielo abierto. Sólo me preguntó una cosa, ¿hay variantes? Dije: hay variantes. Lo dije un poco así, porque había encontrado pocas hasta entonces. Pero me puse a buscar y había muchas variantes.
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¿Cuál es la diferencia entre esta edición y la edición crítico histórica de Pedro Rodríguez?
Esta edición no hubiera podido hacerse sin el trabajo encomiable de Pedro Rodríguez con su edición, que él llamó crítico histórico porque no la considera propiamente una edición crítica. Lo cito continuamente, porque entre otras cosas él consultó los archivos generales del Opus Dei, y pudo cotejar, tomar nota de aquellos archivos y publicarlo, con lo cual yo cito a través de Pedro Rodríguez tantísimas cosas de los apuntes íntimos. Como investigador, Pedro Rodríguez es inapreciable, es absolutamente necesario acudir a él y está todo.
Nosotros, en esta edición, hemos trabajado de manera diferente la distribución. Rico ha depurado y yo lo he heredado de Rico, el método de poner, por ejemplo, cada cosa en su sitio. En la edición de Pedro Rodríguez en la misma página está el texto, las notas explicativas, el aparato crítico, etcétera.
Un estilo galdosiano
¿Qué estilo tiene el lenguaje de Camino?
San Josemaría habla de las cosas más santas, como hablan Santa Teresa o San Juan de la Cruz o un Fray Luis de Granada, pero con un lenguaje absolutamente civil, que al que más se parece es al de Galdós. Si miráis la cantidad de citas que traigo de Galdós: este término, esta expresión, este giro. El estilo lingüístico de san Josemaría es muy de los escritores del realismo y naturalismo de esa época, y de los poetas que estaban más de moda como Gabriel y Galán, que era muy popular. Era lo que la gente, en los casinos, recitaba. Y eso es muy simpático. Varias expresiones de Camino se entienden mejor si vemos cómo las usa Galdós en su contexto. Es la gracia de contextualizar el léxico. También en esto se diferencia mucho de la edición de Pedro Rodríguez, que lógicamente no atiende este aspecto filológico porque no lo pretendía.
En mi opinión, san Josemaría habla la lengua de Galdós. La que hablaba la gente culta que quería ser natural. Habla con el lenguaje de la gente corriente. San Josemaría era, fundamentalmente, universitario. Su formación intelectual, era universitaria, pasó por el seminario, fue un cura excelente, era la adquirida de su paso por la facultad de derecho. Con una imagen galdosiana, su lenguaje se puede decir que es la llaneza. La llaneza galdosiana. Y con este tipo de léxico, al mismo tiempo, tiene la fuerza de un Fray Luis de Granada. Cuando trata de conmover, conmueve como el que más. San Josemaría conmovía a los públicos.
Clásico popular
¿Entonces estamos ante un clásico?
San Josemaría es un clásico popular, porque le sucede lo que le sucedía en su tiempo a Quevedo. Ahora se habla menos de Quevedo, hoy es Santa Teresa. La gente dice: como decía santa Teresa. Santa Teresa no lo dijo, pero lo podía haber dicho perfectamente. Pues igual “como dijo san Josemaría”. No lo dijo, pero podía haberlo dicho perfectamente. Se le atribuyen cosas porque es un clásico popular. Y tiene a gala ser así. “Mira qué humilde es nuestro Jesús: ¡un borrico fue su trono en Jerusalén!”. Este tipo de imágenes, tan llanas y tan comprensibles por todo el mundo. Es la gracia que tiene.
Lo que convierte a Camino en un clásico es que es permanente. El público le es fiel, lleva ochenta y cinco años leyendo el libro. Por otra parte, efectivamente tiene expresiones que han hecho fortuna: minuto heroico es una creación suya. Muchas personas en el mundo saben hoy día lo que es.
Cuando preparaba la edición de Santa Teresa, tuve la dicha de poder trabajar a gusto con un ejemplar de una colección que es Clásicos españoles. Es una edición infolio que se hizo a finales del siglo XIX y la imprimió Rivadeneira. La editó Vicente de la Fuente, que fue catedrático de Salamanca y rector de la Universidad de Madrid. Hizo la primera edición crítica de la obra completa de Santa Teresa, además no hecha por un carmelita, es la primera vez que se hacía. En la introducción decía: “Me ufano de haber tomado a Santa Teresa del catálogo de santas que escriben, y haberla puesto en el catálogo de escritoras que son santas”. Ahora, yo puedo decir que, con la gracia de Dios, con la fidelidad del público de estos ochenta y cinco años y creciente, y con el pequeño trabajo de este pobre editor literario y de Guillermo Serés, este gran editor profesional, ¡ce l’abbiamo fatta! (como dicen los italianos). Lo hemos conseguido.