«Confesé un pecado que no podía y me fui aliviado»

Es enfermero y trabaja en emergencias médicas. Estuvo a la vanguardia de la lucha contra la pandemia. Se acercó a Dios en la confesión y eso lo ayudó a cuidar más a su familia y a servir mejor a los demás en el trabajo.

Tiago está casado, vive en Lisboa y lleva 15 años trabajando en emergencias médicas. En la ambulancia, en el helicóptero, en el hospital o en el lugar de un accidente, la lucha contra el tiempo para salvar vidas es una tarea diaria. Pero la vida de este enfermero ha tenido algunas misiones especiales.

Recientemente, tuvo que acompañar a una persona en prisión que había cometido un delito grave; antes estuvo en Guinea-Bissau en una misión humanitaria contra el ébola; y más recientemente reforzó los equipos de lucha contra la pandemia. Confiesa que durante los períodos de encierro en el trabajo por la Covid-19 lo que más le costó fue separarse de su familia: “No me veo separándome de mi mujer y mi hijo fácilmente”.

Tiago trabaja desde hace más de 15 años en Urgencias Médicas
Tiago trabaja desde hace más de 15 años en Urgencias Médicas

Una confesión que lo cambió todo

Tiago creció en una familia cristiana, pero reconoce que tenía poca formación. De hecho, cuenta, “no me había confesado durante unos años y fui a confesarme. El sacerdote pertenecía a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, pero yo no lo sabía. Quería confesar un pecado que tenía en la punta de la lengua y que me pesaba enormemente, aunque me sentía incapaz de decirlo. Cuando lo logré, por parte del sacerdote no hubo un solo juicio”.

“Salí de ese confesionario con un alivio extraordinario, cuenta Tiago. Y le agradecí mucho a Dios que me permitiera cruzarme con ese sacerdote en un momento tan difícil, en el que tenía algo que me costaba tanto confesar”.

Un trabajo intenso y una familia que cuidar

Tiempo después, durante la preparación para el matrimonio se interesó un poco más por la formación cristiana. Fue entonces cuando conoció el Opus Dei y el mensaje de san Josemaría.

Tiago reconoce que descubrió la importancia y el impacto de la formación, también en la vida familiar, la relación con su mujer y la educación de los hijos. “Más tarde solicité la admisión en la Obra. Y hoy soy supernumerario. Siempre en formación. Al igual que en mi profesión la formación cristiana dura hasta el final”.

Tiago y Catarina con su hijo Santiago
Tiago y Catarina con su hijo Santiago

El enfermero de Lisboa identifica las exigencias de conciliar su familia con el trabajo y su vida de relación con Dios. Por eso aprovecha los viajes y momentos libres para alimentar su relación con Dios, al mismo tiempo que busca hacer bien su trabajo para convertirlo en oración: “Durante mi trabajo, especialmente ante las dificultades que encuentro, introduzco la oración y me pongo a ello. Estoy enviando un correo electrónico, estoy preparando una llamada telefónica, y aprovecho ese momento para rezar”.

Por último, añade que en el Opus Dei ha encontrado gente que le cuida, que le apoya en su relación con Dios. “Nunca más me he sentido solo”.


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Temas de reflexión sugeridos por este vídeo

1. El encuentro con Dios en el trabajo

Cuando procuramos trabajar bien y en apertura al prójimo, nuestro trabajo, cualquier trabajo, adquiere un sentido completamente nuevo y puede hacerse camino de encuentro con Dios. Hace mucho bien integrar en el trabajo, aún el más rutinario, la perspectiva de la persona, que es la del servicio, que va más allá de lo debido por la retribución percibida.

Fernando Ocáriz, El trabajo de cuidar el mundo La Razón 01/05/2020

2. El valor de una confesión: “Dios no se cansa de perdonar” 

Dios perdona, reconcilia, sella la nueva alianza y perdona». Pero «¿cómo perdona Dios? Ante todo, Dios perdona siempre. No se cansa de perdonar. Somos nosotros quienes nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar». Tan así que «cuando Pedro preguntó a Jesús: ¿cuántas veces tengo que perdonar?, ¿siete veces?», la respuesta recibida fue elocuente: «No siete veces sino setenta veces siete» (cf. Mateo 18, 21-22). Es decir, «siempre», porque precisamente «así perdona Dios: siempre». Por lo tanto, «si tú has vivido una vida con muchos pecados, muchas cosas malas, pero al final, arrepentido, pides perdón, te perdona inmediatamente. Él perdona siempre».

Papa Francisco, 23/01/2015. Ver también la Guía para la confesión.

3. Familia y trabajo: deseos de corresponder

Hemos de amar a Dios, para así amar su voluntad y tener deseos de responder a las llamadas que nos dirige a través de las obligaciones de nuestra vida corriente: en los deberes de estado, en la profesión, en el trabajo, en la familia, en el trato social, en el propio sufrimiento y en el de los demás hombres, en la amistad, en el afán de realizar lo que es bueno y justo.

San Josemaría, El triunfo de Cristo en la humildad (homilía con audio)