San Josemaría redactó de un tirón este breve libro una mañana de diciembre de 1931, después de celebrar la Santa Misa. En sus páginas vertía un modo de meditar los misterios de la vida del Señor y de la Virgen, y de rezar con amor y piedad el Santo Rosario. Se ha traducido a más de veintitrés idiomas y cuenta con más de cien ediciones.
1º Misterio doloroso: La oración de Jesús en el huerto
Y les dice a sus discípulos: —Sentaos aquí, mientras hago oración
Evangelio de San Mateo:
Llegan a un lugar llamado Getsemaní. Y les dice a sus discípulos: —Sentaos aquí, mientras hago oración. Y se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a sentir angustia. Entonces les dice: —Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo.
Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo: -Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz; pero que no sea tal como yo quiero, sino como quieres tú.
Vuelve junto a sus discípulos y los encuentra dormidos; entonces le dice a Pedro: —¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil.
De nuevo se apartó, por segunda vez, y oró diciendo: -Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
Al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño. Y, dejándolos, se apartó una vez más, y oró por tercera vez repitiendo las mismas palabras. Finalmente, va junto a sus discípulos y les dice: —Ya podéis dormir y descansar... Mirad, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar. (Mt 26, 36-46)
Orad, para que no entréis en la tentación. –Y se durmió Pedro. –Y los demás apóstoles. –Y te dormiste tú, niño amigo... y yo fui también otro Pedro dormilón. Jesús, sólo y triste, sufría y empapaba la tierra con su sangre. De rodillas sobre el duro suelo, persevera en oración... Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de los pecados de los hombres. Pater, si vis, transfer calicem istum a me. –Padre, si quieres, haz que pase este cáliz de mí... Pero no se haga mi voluntad, sed tua fiat, sino la tuya. (Lc 22, 42).
Un Angel del cielo le conforta. –Está Jesús en la agonía. –Continúa prolixius, más intensamente orando... –Se acerca a nosotros, que dormimos: levantaos, orad –nos repite-, para que no caigáis en la tentación. (Lc 22, 46). Judas el traidor: un beso. –La espada de Pedro brilla en la noche. –Jesús habla: ¿cómo a un ladrón venís a buscarme? (Mc 14, 48). Somos cobardes: le seguimos de lejos, pero despiertos y orando. –Oración... Oración...
2º misterio doloroso: La flagelación del Señor
Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran
Evangelio de San Juan:
“Jesús respondió: -Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo: ¿O sea que tú eres Rey?
Jesús contestó: -Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz.
Pilato le dijo: -¿Qué es la verdad? Y después de decir esto, se dirigió otra vez a los judíos y les dijo: -Yo no encuentro en él ninguna culpa. Vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno por la Pascua, ¿queréis que os suelte al Rey de los judíos?
Entonces volvieron a gritar: -¡A ése no, a Barrabás! –Barrabás era un ladrón. Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran.”
(Jn 18, 36-40 y 19, 1)
Habla Pilatos: Vosotros tenéis costumbre de que os suelte a uno por Pascua. ¿A quién dejamos libre, a Barrabás —ladrón, preso con otros por un homicidio— o a Jesús? (Mt 27, 17.) Haz morir a éste y suelta a Barrabás, clama el pueblo incitado por sus príncipes. (Lc 23, 18.)
Habla Pilatos de nuevo: Entonces ¿qué haré de Jesús que se llama el Cristo? (Mt 27, 22.)
— “Crucifige eum”! —¡Crucifícale! (Mc 15, 14.)
Pilatos, por tercera vez, les dice: Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no hallo en él causa alguna de muerte. (Lc 23, 22.) Aumentaba el clamor de la muchedumbre: ¡crucifícale, crucifícale! (Mc 15, 14.) Y Pilatos, deseando contentar al pueblo, les suelta a Barrabás y ordena que azoten a Jesús.
Atado a la columna. Lleno de llagas. Suena el golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla, que padece por tu carne pecadora. —Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo de la humana crueldad. Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. —Y el cuerpo de Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio muerto.
Tú y yo no podemos hablar. —No hacen falta palabras. —Míralo, míralo... despacio. Después... ¿serás capaz de tener miedo a la expiación?
3º misterio doloroso: La coronación de espinas
Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con su manto de púrpura
Evangelio de San Juan:
Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con su manto de púrpura. Y se acercaban a él y le decían: -Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas.
(Jn 19, 1-3)
¡Satisfecha queda el ansia de sufrir de nuestro Rey!
-Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda la cohorte. (Mc 15, 16) —Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes purísimas. —Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. —Una caña, por cetro, en su mano derecha...
La corona de espinas, hincada a martillazos, le hace Rey de burlas... “Ave Rex judæorum!” —Dios te salve, Rey de los judíos. (Mc 15, 18.) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen. Coronado de espinas y vestido con andrajos de púrpura, Jesús es mostrado al pueblo judío: “Ecce homo!” —Ved aquí al hombre. Y de nuevo los pontífices y sus ministros alzaron el grito diciendo: ¡crucifícale!, ¡crucifícale! (Jn 19, 5 y 6.)
—Tú y yo, ¿no le habremos vuelto a coronar de espinas, y a abofetear, y a escupir? Ya no más, Jesús, ya no más... Y un propósito firme y concreto pone fin a estas diez Avemarías.
4º misterio doloroso: La Cruz a cuestas
Y, cargando con la cruz, salió hacia el lugar que se llama la Calavera, en hebreo Gólgota.
Evangelio de San Juan:
-¡Si sueltas a ése (Jesús) no eres amigo del César! ¡Todo el que que se hace rey va contra el César!
Pilato, al oír estas palabras, condujo fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Litóstrotos, en hebreo Gabbatá. Era la Parasceve de la Pascua, más o menos la hora sexta, y les dijo a los judíos:
-Aquí está vuestro Rey.
Pero ellos gritaron:
-¡Fuera, fuera, crucifícalo!
Pilato les dijo:
¿A vuestro Rey voy a crucificar?
-No tenemos más rey que el César –respondieron los príncipes de los sacerdotes.
Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y se llevaron a Jesús.
Y, cargando con la cruz, salió hacia el lugar que se llama la Calavera, en hebreo Gólgota.
(Jn 19, 12-17)
Con su Cruz a cuestas marcha hacia el Calvario, lugar que en hebreo se llama Gólgota. (Jn, 19, 17) —Y echan mano de un tal Simón, natural de Cirene, que viene de una granja, y le cargan la Cruz para que la lleve en pos de Jesús. (Lc 23, 26.)
Se ha cumplido aquello de Isaías (53, 12): cum sceleratis reputatus est, fue contado entre los malhechores: porque llevaron para hacerlos morir con El a otros dos, que eran ladrones. (Lc, 23, 32).
Si alguno quiere venir tras de mí... Niño amigo: estamos tristes, viviendo la Pasión de Nuestro Señor Jesús. —Mira con qué amor se abraza a la Cruz. —Aprende de El.
Jesús lleva la Cruz por ti: tú, llévala por Jesús. Pero no lleves la Cruz arrastrando... Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz. No te resignes con la Cruz. Resignación es palabra poco generosa. Quiere la Cruz. Cuando de verdad la quieras, tu Cruz será... una Cruz, sin Cruz. Y de seguro, como El, encontrarás a María en el camino.
5º misterio doloroso: Muerte de Jesús en la Cruz
Allí le crucificaron con otros dos, uno a cada lado de Jesús. Pilato mandó escribir el título y lo hizo poner sobre la cruz. Estaba escrito: «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos»
Evangelio de San Juan:
Y, cargando con la cruz, salió hacia el lugar que se llama la Calavera, en hebreo Gólgota. Allí le crucificaron con otros dos, uno a cada lado de Jesús. Pilato mandó escribir el título y lo hizo poner sobre la cruz. Estaba escrito: «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos». Muchos de los judíos leyeron este título, pues el lugar donde Jesús fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. Los príncipes de los sacerdotes de los judíos decían a Pilato:
-No escribas: «El Rey de los judíos», sino que él dijo: «Yo soy el rey de los judíos».
-Lo que he escrito, escrito está -contestó Pilato.
Los soldados, después de crucificar a Jesús, recogieron sus ropas e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y además la túnica. La túnica no tenía costuras, estaba toda ella tejida de arriba abajo. Se dijeron entonces entre sí:
-No la rompamos. Mejor, la echamos a suerte a ver a quién le toca -para que se cumpliera la Escritura cuando dice: Se partieron mis ropas / y echaron suertes sobre mi túnica. Y los soldados así lo hicieron.
Estaba junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre:
-Mujer, aquí tienes a tu hijo.
Después le dice al discípulo:
-Aquí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
-Tengo sed.
Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús, cuando probó el vinagre, dijo:
-Todo está consumado.
E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
(Jn 19, 17-30)
Jesús Nazareno, Rey de los judíos, tiene dispuesto el trono triunfador. Tú y yo no lo vemos retorcerse, al ser enclavado: sufriendo cuanto se pueda sufrir, extiende sus brazos con gesto de Sacerdote Eterno. Los soldados toman las santas vestiduras y hacen cuatro partes. —Por no dividir la túnica, la sortean para ver de quién será. —Y así, una vez más, se cumple la Escritura que dice: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre ellos echaron suertes. (Jn 19, 23 y 24.)
Ya está en lo alto... —Y, junto a su Hijo, al pie de la Cruz, Santa María... y María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Y Juan, el discípulo que El amaba. “Ecce mater tua! “ —¡Ahí tienes a tu madre!: nos da a su Madre por Madre nuestra.
Le ofrecen antes vino mezclado con hiel, y habiéndolo gustado, no lo tomó. (Mt 27, 34.) Ahora tiene sed... de amor, de almas. Consummatum est. —Todo está consumado. (Jn 19, 30.) Niño bobo, mira: todo esto..., todo lo ha sufrido por ti... y por mí. —¿No lloras?