Ayudando a niños enfermos

"Me ilusionó mucho saber que habíamos nacido gracias a la intercesión de un santo y desde aquel momento tomé especial cariño a San Josemaría". Inma cuenta cosas de su trabajo en una fundación de ayuda a niños con difícil curación

Me llamo Inma y soy la tercera de siete hermanos. Tras el nacimiento de mis dos hermanos mayores, los médicos dijeron a mis padres que ya no podrían tener más hijos, además, los embarazos, si los hubiera, supondrían un riesgo importante para mi madre. Mis padres tenían la ilusión de tener familia numerosa, por lo que decidieron ir a Roma para encomendárselo al Fundador del Opus Dei y pedirle el milagro de los hijos. En los 22 meses siguientes tuvieron 4 hijos más, dos de ellos gemelos y dos años más tarde nació mi hermano menor.

Recuerdo muy bien el día en el que mi madre nos lo contó. Me ilusionó mucho saber que habíamos nacido gracias a la intercesión de un santo y desde aquel momento tomé especial cariño a San Josemaría que en cierto modo era nuestro “padrino”. El 13 de septiembre de 1995, pedí la admisión en el Opus Dei.

Una experiencia inolvidable

Profesionalmente, he trabajado durante más de seis años en el Centro de Cuidados Laguna, atendiendo a los enfermos al final de la vida y a sus familias, así como a las personas mayores del Centro de Día Psicogeriátrico durante los dos últimos años. Ha sido para mí una experiencia inolvidable.

Actualmente trabajo en una Fundación de Ayuda a niños oncológicos y/o de difícil curación como directora técnica y trabajadora social del programa de Cuidados Paliativos. Mi trabajo consiste en coordinar el equipo psicosocial y ayudar a los niños enfermos y a sus familiares en el proceso de la enfermedad, orientando a los padres, apoyando en la reorganización familiar, acompañando a los hermanos etc. 

El verdadero consuelo

Estoy aprendiendo muchísimo con cada uno de los niños enfermos y con cada uno de los padres y hermanos. Me encanta descubrir cada día que los niños son siempre niños, aunque tengan una enfermedad grave, es decir, los niños que atendemos quieren jugar, sueñan con ser bombero o futbolista y tienen una sencillez asombrosa que les ayuda a comprender mejor que los adultos muchos de los acontecimientos diarios.

Por otro lado, la cercanía de la muerte y el contacto frecuente con el sufrimiento humano, me llevan a preguntarle más a Dios acerca de los grandes interrogantes: el sentido del sufrimiento, el dolor, la muerte… y a tratar, en la medida de lo posible, de acercar a los demás a Dios, pues creo sinceramente que Él es el único capaz de consolar realmente el corazón del doliente.