Entre los muchos textos relativos a la Navidad, especialmente del Evangelio —que hemos meditado tantas veces—, me ha venido a la mente uno para estos momentos, para felicitaros a todos y a todas en estas fiestas: el texto de los ángeles.
«Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor».
Paz a los hombres que ama el Señor, porque el Señor ama a todos, ciertamente, pero todos necesitamos acoger el amor de Dios. Y entonces es cuando llega esa verdadera paz.
¡Cristo es nuestra paz! Es lo que tenemos que anunciar con alegría, porque tenemos la paz que el mundo necesita.
A pesar de que somos muy poca cosa, de que tenemos tantos defectos y tantas limitaciones, tenemos la gran fuente de la paz, que es Jesucristo.
Jesucristo es lo que vamos a contemplar de un modo especial en la Navidad, como todos los años: un Dios que se hace pequeño para que nosotros tengamos más facilidad de estar cerca de Él, sin un respeto excesivo, por así decir. El Señor se pone muy a nuestro alcance.
Falta la paz en el mundo. Decía san Josemaría —muchos lo recordaréis— que falta la paz en el mundo porque falta la paz en las conciencias.
La verdadera paz tiene que salir del corazón de las personas. Y en ese sentido también tenemos una gran misión: transmitir paz, dar paz, ser sembradores de paz y de alegría.
¿Y cómo vamos a hacerlo? ¿Cómo vamos a transmitir la paz?
Si la paz es Cristo —y Él mismo lo ha dicho: «Yo soy la paz», y san Pablo afirma: «Él es nuestra paz»—, será dando a Jesucristo, transmitiendo todo el mensaje inmenso y extraordinario del Evangelio, del amor de Dios.
Como recordaba al principio: «Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz a los hombres que ama el Señor». Esa paz el Señor está dispuesto a darla a todos, pero necesita nuestra correspondencia libre.
Por eso, sin ignorar las grandes dificultades que existen en el mundo, no podemos admitir un sentimiento de desesperanza o de pesimismo. Si Dios está con nosotros, aunque seamos poca cosa, podremos siempre, con toda la Iglesia, ir transmitiendo esta verdadera paz que es Jesucristo.
Todo esto lo conocemos bien, pero la Navidad es una ocasión para meditarlo más y para hacerlo vida propia.
Muchas felicidades también para el nuevo año. Pedimos al Señor que nos acompañe siempre, porque somos débiles y necesitamos su apoyo y su ayuda.
¡Muchas felicidades a todos!
