La devoción de un sacerdote a la venerable Montse Grases
Era un Jueves Santo de 1963, yo era un sacerdote recién ordenado y vivía con mis padres. Mi madre estaba enferma y podía morirse en media hora. Montse había fallecido precisamente el Jueves Santo de 1959, cuatro años antes. Desde entonces no ha dejado de acudir a la intercesión de Montse Grases.
Un giro al volante
En los tiempos difíciles es más fácil pedir ayuda por medio de nuestros amigos los santos, como lo demuestra en esta ocasión Montse.
Una hermana pequeña
Montse fue la segunda de nueve hijos. Como una hermana mayor, sigue intercediendo por otras familias para que sigan descubriendo la alegría del don de la vida.
¡Mi dedo corre peligro!
Monste Grases supo vivir una alegría contagiosa y tuvo una gran capacidad de hacer amigos. Desde el cielo, sigue haciendo amistades a través de favores aparentemente pequeños.
La casa perfecta: buena, bonita y barata
Una casa grande, en una zona con transporte para ir al colegio deseado, y todo con unos sueldos modestos. Aseguran que Montse Grases les echó una mano.
Se curó sin operación
Nuestro hijo Víctor de 12 años sufría de osteocondritis en su rodilla izquierda. Una amiga me habló de Montse y me invitó a rezarle para que curara.
La leucemia diagnosticada desapareció
Dos análisis de sangre confirmaron que mi mujer tenía leucemia. Nos pusimos a rezar la estampa de Montse Grases pidiendo su curación. Y así ocurrió.
"No os preocupéis, en Roma la veré"
El 10 de noviembre de 1958 Montse recibió una noticia que la hizo muy feliz: san Josemaría le escribía diciendo que la esperaba en Roma para conocerla.
Me ayudó a superar mis problemas de sueño
Llegué a pensar que en los planes de Dios no estaba mi curación y decidí libremente ofrecer esto a Dios por aquellos que necesiten oraciones.
Nunca falla
Ayuda económica para enfermos, orientación para jóvenes con problemas, solución de casos médicos complicados y hallazgo de objetos perdidos.