Una llamada amiga en tiempos del coronavirus

El sufrimiento interior de los enfermos por el COVID-19, requiere también de atención y apoyo espiritual. La Dra. Carolina Pimentel, médico cardióloga, organizó con un grupo de amigas el proyecto «Estamos contigo», que consiste en llamar por teléfono a personas que pasan por esta dura experiencia para acompañarlas.

Carolina, que trabaja en un hospital público de Lima.

A través de mi trabajo de telemedicina, muy atenta a los requerimientos y progresos de mis pacientes enfermos de COVID-19, comprendí que siempre había algo más que podía hacer por ellos más allá de procurarles su mejoría física. Soy cardióloga, trabajo en un hospital público de Lima y en medio del crudo panorama de los enfermos por la pandemia y sus angustias, decidí contactar con un grupo de amigas para hacer algo.

Juntas emprendimos una delicada misión de asistencia a los pacientes y en medio del miedo y la incertidumbre que produce la pandemia, se abrió paso el programa «Estamos contigo», una nueva oportunidad para la amistad, impulsado por el pensamiento de san Josemaría que siempre nos aconsejaba a asistir a los demás, especialmente a los que más sufren; es así como dada la imposibilidad de salir por el confinamiento, decidimos realizar llamadas telefónicas a los pacientes que atendía y que sufrían por el COVID-19 para darles soporte espiritual.

La respuesta fue positiva, y fuimos testigos de cómo, muchas de ellas retomaban su vida espiritual, encontraban un sentido a la vida, descubrían una voz amiga, todo ello a través de video llamadas, de envíos de videos y de más información que nos facilitaba la página web de la Obra; y su gratitud no se hacía esperar pues respondían con palabras como: «doctora, estoy muy agradecida con usted, por darme un trato lindo, con mucha dulzura; gracias por darme confianza en momentos en los que tenía muchas ganas de gritar y llorar de nervios y miedo».

Maggi, tomando contacto con una paciente.

La primera vez que hice una llamada me encomendé a Isidoro Zorzano, mi intercesor, le dije que la llamaba para acompañarla, que no se sintiera sola pues nosotras «Estamos contigo». Aceptó que la llame con regularidad. Estaba sola en su habitación, en cuarentena, le di palabras de aliento y le dije que conocía a un sacerdote que se llamaba san Josemaría, le hablé de la página del Opus Dei, le hablé del libro Camino, le pasé videos, que recibió con mucha alegría.

"...y lo demás fue parte de esos caminos que tiene Dios para encontrar a las almas"

María Isabel, Marlene, Flori y Elba son algunas del equipo «Estamos contigo» que, así como yo, un día tomaron el teléfono, hicieron una llamada y encontraron del otro lado una voz que las esperaba, un saludo y lo demás fue parte de esos caminos que tiene Dios para encontrar a las almas, gracias a situaciones difíciles como la que ahora nos ha tocado vivir.

María Isabel, se puso en contacto con Yeny, quien la esperaba con mucha expectativa pues la doctora que la atiende le había dicho que conversarían. «¿Es usted la señora que va a rezar conmigo?», fue lo primero que le dijo y con gran entusiasmo coordinaron para rezar juntas el santo Rosario, no solo entre ellas, sino con su hermana Vilma, con una prima que vive en Estados Unidos y una amiga más, todos los días a través de internet.

María Isabel, en un receso, mientras espera a retomar contacto con la paciente.

Amelia enfermó de COVID-19 y le dieron de alta, pero había quedado muy preocupada porque creía aún estar infectada; Marlene, la llamó, encontró a una mujer aún vulnerable por todo lo que había pasado y le propuso rezar juntas para que consiga la paz interior que necesitaba. Amelia le contó sobre los momentos muy duros que le había tocado vivir, del trato distante con los demás y también porque no podía ver a su hijo ni a sus nietos, «me sentí mal, como si fuera una leprosa», recordaba.

Por su parte, Marlene se propuso escucharla con mucha dedicación, «me encomendé al Espíritu Santo, a san Josemaría para que no sea yo quien hable sino Dios, y el Señor me dio las fuerzas para seguir contactándola, pues no la conocía y vencer la timidez». Al cabo de varias llamadas Marlene le propuso rezar juntas el santo Rosario y aunque a Amelia le parecía una oración larga, se animó. «Le aconsejé de rezar una decena del Santo Rosario cada día y que me llamara cuando deseara, para rezarlo acompañada».

Otro caso. Flori escribió por primera vez a través de WhatsApp a María y quedaron en que hablarían por teléfono. María le comentó que sabía del Programa «Estamos contigo». La primera vez conversaron largo y fue cuando le contó que estaba muy apenada por el fallecimiento de su papá, por otros problemas familiares y por el trabajo. Flori le habló de la confianza en Dios, de la importancia de abandonarse en Él. «Le sugerí que leyera el Nuevo Testamento, le mandé una oración a la Virgen, un video de la visita de san Josemaría al Perú, y le gustó; se interesó por la biografía de san Josemaría y por la Obra. Le hablé de la santidad en la vida ordinaria y ahora está leyendo la biografía de san Josemaría y artículos relacionados con la Obra en la página web».

Marlene, acogiendo con atención una llamada.

«Mi nueva amiga es Delfina, tiene 80 años, comenta Elba, quien además añade que se comunican tres o cuatro veces a la semana. Delfina está con oxígeno, pues aún se está recuperando; sin embargo, puede conversar entrecortado, le encanta recibir llamadas. Es una mujer muy piadosa, participa en Misa virtual, reza el Santo Rosario y hace sus oraciones durante el día. Vive sola desde hace mucho tiempo, agradece siempre cuando la llamo y se siente acompañada. Delfina y Elba han quedado en verse pronto y están muy contentas.

Seguimos trabajando con el programa «Estamos contigo», aún queda mucho por hacer, hay muchas personas esperando nuestras llamadas de aliento y cariño.

La dura experiencia de la pandemia no solo trae sufrimiento y angustia sino numerosas oportunidades, sencillas y cotidianas, muy al alcance de cada uno para dar el gran salto de empatía que los demás necesitan, a través de la delicadeza en el trato, una atenta escucha y unas palabras a tiempo que, como semillas, se siembran y florecen en los corazones de los más necesitados.