Una aventura médica al servicio de los demás

Erick Castillo es fiel supernumerario del Opus Dei. Empezó estudiando la carrera de Radiología y luego concluyó medicina. Ambas especialidades lo ayudan a ejercitarse en el espíritu de servicio.

Erick con sus colegas médicos y el tomógrafo del Hospital

Erick nos cuenta su experiencia en tiempos de COVID-19 y cómo la contemplación de la figura de san José, lo ayuda a desempeñar mejor su trabajo profesional.

“Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, ¡no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas”.

Escribo estas líneas mientras mi país enfrenta una de las más grandes crisis sanitarias de las últimas décadas. Tras estar sumamente preocupado y triste por unos días, vinieron a mi memoria las palabras de san Josemaría: “Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, ¡no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas”.

También recuerdo especialmente las múltiples preocupaciones que san José, nuestro Padre y Señor, tuvo en su vida y pido su fortaleza y paciencia, sobre todo contemplando su figura y su ejemplo como padre, esposo y trabajador.

El hospital que quiso Dios

Mi trayectoria profesional la podría resumir así. Empecé estudiando tecnología médica y radiología, luego inicié estudios en la Facultad de medicina de la Universidad Ricardo Palma en Lima y después postulé a la especialidad de radiología (residentado médico). El residentado es el paso previo a poder titularse como médico especialista en mi país.

En los últimos años, después de tres intentos de ingresar al residentado médico en la especialidad de Radiología, lo logré ocupando el tercer puesto, hecho que me permitía escoger distintas sedes hospitalarias entre públicas y privadas.

Mi objetivo era ingresar a una de las más grandes clínicas privadas de mi país, pero Dios tenía otros planes. Lo normal era que se escogieran las sedes más importantes del Estado y luego las privadas, pero en ese año se eligió primero la sede privada, quedándome sin la tan ansiada plaza. Me tocó un hospital nacional donde nunca antes había puesto un pie.

Tan pronto como supe esta noticia, con una victoria “agridulce” a cuestas, como decimos en nuestro país, no tan contento, pero sí agradecido, me presté a retornar a mi casa con la noticia. Al llegar al sitio donde había estacionado mi auto, encontré otro vehículo. Confundido, repasé mis pasos e hice esfuerzos para recordar dónde lo había dejado. ¿Qué había pasado?, funcionarios de la municipalidad se lo habían llevado al depósito municipal retenido.

Me encomendé a Dios, dando gracias porque no me lo habían robado y caminé un buen tramo para recuperarlo, pues no tenía dinero para tomar un taxi.

La eficacia de la oración ante el sagrario

Ya en el hospital público, comencé mi residencia médica con gran esfuerzo y entusiasmo, sabiendo que Dios me había llevado hasta allí. Como muchas instituciones estatales, mi hospital tenía y tiene aún grandes carencias en infraestructura y en gestión.

La capilla del hospital

Llegué en medio de varios procesos de licitación para la adquisición de nuevos equipos de alta tecnología en rayos X y de tomografía computarizada. Con gran entusiasmo me embarqué en el proyecto, pasando semanas enteras sumergido en las especificaciones técnicas de los equipos, mentalizado en todas las posibles situaciones que facilitarían poder dar un mejor servicio al paciente.

Estos procesos de por sí son muy engorrosos, por lo que tuve varios momentos de desaliento y de frustración, acudiendo con más frecuencia a la capilla del hospital y, frente al sagrario, le pedía al Señor que tenga piedad de todos los pacientes que necesitaban estos equipos. Daba gracias a Dios también, por la posibilidad de rezar por mis pacientes y también poder oír misa, pues el hospital cuenta con una capilla.

En las horas más aciagas del proceso de licitación en cuestión, compartí con mi jefa una estampa de la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri y le decía, –medio en broma, medio en serio–, que ella era parte de su familia, porque llevaban el mismo apellido.

Erick mostrando el tomógrafo
Erick mostrando el tomógrafo

Con mucho esfuerzo académico y oración, logramos sacar adelante un nuevo servicio de tomografía, con un moderno equipo, en beneficio de los pacientes más necesitados de este hospital público. También conseguimos nuevos equipos de rayos X, tanto para el servicio de emergencia como para exámenes especiales.

La pandemia: la solidaridad en su punto más alto

A mediados de marzo del 2020, recibimos con preocupación la declaratoria de emergencia sanitaria por el COVID-19. Esta nueva situación, sumada a las muchas carencias del sistema de salud, las cuáles se reflejaban en la falta de equipos de protección, oxígeno insuficiente, escasez de pruebas de descarte, así como la preocupación constante de contagiarse y llevar la enfermedad al hogar.

En medio de esas circunstancias se convocó a un concurso nacional denominado “COVID-19 Solution Challenge”, organizado por la Universidad de Piura que, junto a algunas empresas privadas, otorgaban un apoyo monetario para concretar proyectos que ayuden a solucionar algunos de estos graves problemas.

Con entusiasmo y esperanza, diseñamos una solución de muy bajo costo, para la implementación del sistema “PACS” (Picture Archiving and Communication System); estas soluciones son sumamente costosas y de implementación a largo plazo.

Encomendándome siempre a san Josemaría, investigué sobre licitaciones pasadas, comprendí las especificaciones técnicas y cómo podíamos tener resultados similares con hardware accesible a cualquier persona. Obtuvimos el segundo lugar, siendo acreedores de un pequeño fondo económico y gracias a la solidaridad de mis compañeros residentes y médicos asistentes del hospital, quienes completaron el presupuesto requerido para implementar el sistema PACS.

A la fecha, tenemos más de 80 mil estudios almacenados y podemos transferir las imágenes de los pacientes a cada punto de la red hospitalaria, para que su médico tratante pueda tener acceso inmediato y dar un diagnóstico oportuno. Gracias a Dios, hemos puesto en marcha un servicio que ayudará a ofrecer una mejor atención a muchos pacientes.

Los rosarios “anti-COVID-19”

En tantos meses de pandemia, donde la tasa de mortalidad cada vez era más alta, nació la iniciativa de un amigo, de entregar santos rosarios a los familiares y pacientes con COVID-19 para ayudarlos a tener fe y esperanza en estos momentos de prueba. La dificultad era hacerlos llegar a esas áreas, por el acceso restringido.

Le pedí ayuda a mi ángel de la guarda, y procuraba hacer llegar estos rosarios a estos pabellones, hasta que por gracia divina llegué al sitio preciso: el área de reparto de los equipos de protección para el personal de salud. Tras la coordinación con el capellán del hospital y el coordinador de enfermería, pudimos hacer llegar el Santo Rosario al personal y a los pacientes.

me ayuda a ver en los enfermos –como nos recordaba san Josemaría– el rostro de Jesucristo.

Me ha dado mucha ilusión poder conocer la novena para la curación de los enfermos dedicada a san Josemaría, disponible en la página web del Opus Dei y que me ayuda a ver en los enfermos –como nos recordaba san Josemaría– el rostro de Jesucristo.

Ahora, casi tres años de haber comenzado la residencia, resuenan en mi mente las palabras de san Josemaría: “Soñad y os quedaréis cortos”.

“el alma de la sociedad es el espíritu de servicio”

Nuevamente, frente al sagrario, vienen nuevas luchas, nuevos sueños, para poder contribuir en algo a ordenar las cosas según la voluntad de Dios ayudando a los demás, procurando seguir ese deseo del actual Prelado del Opus Dei, al recordarnos que “el alma de la sociedad es el espíritu de servicio”.

Erick Castillo