Un relato desde la selva peruana: en el campamento “Nuevo Mundo”

Carlos Prado es supernumerario. Trabaja en la selva peruana, en una zona ubicada en la rivera de la cuenca del río Urubamba a más de mil kilómetros de la capital peruana. En el siguiente relato, Carlos cuenta como vive el espíritu del Opus Dei.

Campamento “Nuevo Mundo”

                                                     Trabajo para la empresa energética española Repsol, que llegó en el 2008 y actualmente produce gas natural y líquidos asociados con los pozos de gas en Kinteroni, desde el 2014, y con los pozos de gas en Sagari, desde el 2017.

El Campamento “Nuevo Mundo”, se ubica en el distrito de Mengantoni, provincia de La Convención, Cusco. Los pobladores locales son del grupo étnico Matsiguenga, uno de los numerosos pueblos indígenas amazónicos que habitan la selva peruana entre Cusco y Madre de Dios.

Vista aérea del Campamento “Nuevo Mundo”

Aquí trabajamos más de trescientas personas de diferentes localidades del Perú y del extranjero. Pertenecemos a diferentes empresas encargadas de dar supervisión a las labores de mantenimiento, operaciones, catering, construcción, vigilancia, logística fluvial, hay también pilotos, campamento y sobre todo en seguridad y salud ocupacional, el área de mi especialidad.

Todos tenemos el denominador común y la motivación de trabajar para procurar condiciones de vida digna a nuestras familias y de extraer gas natural para la industria en el Perú y en otros países.

Llegué al Campamento “Nuevo Mundo” en diciembre del 2017. Lleva ese nombre, por su naturaleza espectacular que no se encuentra en otras zonas de nuestro país y por la comunidad nativa aledaña que lleva el mismo nombre.

Soy responsable de seguridad y salud para las labores de mantenimiento y operación, de una planta de compresión de gas natural. Laboramos en turnos rotativos de veintiún días de trabajo por catorce de descanso. Podemos ir y venir de esta zona a Lima, la capital peruana, gracias a los vuelos aéreos en nuestro aeródromo.

El medio de transporte más usual en el campamento es de carácter fluvial.

Nuestro día de trabajo en el Campamento comienza a las 5:30 de la mañana. Nos levantamos, después de rezar, voy a desayunar; y, luego de prestar atención a la charla de seguridad a las 6:15am, las labores arrancan a las 7:00 hasta las 17:00 horas. Las charlas de seguridad se imparten a todos. Muchas de ellas, las dicto yo, y otras las rotamos con supervisores y trabajadores, para ir forjando nuestra propia cultura de seguridad.

El trabajo llena parte del día, pero luego de las labores, en las pocas horas de luz y descanso tratamos de enlazarnos con las actividades de nuestras familias que se encuentran lejos de aquí. Estoy casado con Carmen, a quien considero mi heroína, pienso que, sin su amor y paciencia, no hubiera podido sacar adelante este trabajo, lejos de casa. Ambos tenemos cuatro hijos: Carlos Javier, Juan Pablo, Álvaro Miguel y Renzo Gabriel.

En el campamento, no perdemos oportunidad de compartir actividades con nuestros compañeros como la práctica de deportes, ver películas, o una amena charla grupal en el pequeño parque con el que contamos.

Los atardeceres en el Campamento “Nuevo Mundo” son una invitación a contemplar la belleza de la creación de Dios.

Aprovecho las reuniones diarias de seguridad para dar un “plus”. Ahí converso con mis compañeros, y puedo dar una orientación en temas vinculados al trabajo profesional y con formación humana.

El trabajo aquí es arduo y exige dedicación, concentración, disciplina y, sobre todo, gestionar bien el tiempo para sacar adelante nuestras responsabilidades. En las reuniones de seguridad, que duran no más de diez minutos, procuro dar consejos útiles; y, de paso, hablo de algunas virtudes humanas.

En algunas de las conversaciones personales con mis colegas, intento compartir lo aprendido en la Obra: la santificación del trabajo profesional, la búsqueda de la felicidad y la frecuencia de los sacramentos.

En algunas de las conversaciones personales con mis colegas, recuerdo los medios de formación recibidos durante las más de tres décadas que, gracias a Dios, formo parte del Opus Dei como supernumerario, e intento compartir lo aprendido en la Obra: la santificación del trabajo profesional, la búsqueda de la felicidad y la frecuencia de los sacramentos.

todo trabajo ofrecido a Dios es oración, así como toda oración es trabajo

Descubrir cada día que esa felicidad viene de la unión con Dios, que todo trabajo ofrecido a Dios es oración, así como toda oración es trabajo, es siempre una novedad para muchos de mis colegas.

Interactuar con diferentes grupos, a fin de inculcar buenas prácticas de seguridad, me presenta la ocasión para conocer más a mis compañeros y no sólo conversar sobre algún tema del trabajo sino también sobre la familia, los hijos; y, cuando desean también, algún tema personal… A ellos les encanta hablar de sus hijos, aquí es donde podemos hablar de “nuestros temas” y me apoyo, como dice san Josemaría en un punto de Camino, el 563: Gánate al Ángel Custodio de aquel a quien quieras traer a tu apostolado. —Es siempre un gran "cómplice".

Carlos con algunos compañeros de trabajo del campamento

A algunos compañeros les he compartido folletos y libros (ahora en formato digital) para que lean doctrina cristiana, temas de familia y ayudarlos a reavivar la fe en sus corazones. La mayoría de ellos son casados, unos de Lima, otros del norte, centro y sur del Perú. Hay también de países vecinos como Ecuador, Colombia, Argentina, Venezuela, Bolivia y Brasil. Este campamento es “cosmopolita”.

Recuerdo una carta que me contestó don Javier Echevarría, siendo el Padre, hace unos años: “Nos esperan en todo el Perú y con nuestro apostolado también en muchos sitios...”. Por eso, rezo por mis amigos y trato de explicar que somos colaboradores de Dios en la familia, en el cuidado de los hijos, en el trabajo hecho con profesionalismo y que no sólo hay que ejercitarnos en las virtudes humanas en el trabajo, sino también en la familia. Como decía san Josemaría “la familia es la parcela que Dios nos ha dado”. Allí, en la familia y en el trabajo, debemos encontrar a Dios.

Para cumplir las labores programadas y el plan de vida, que vivimos en la Obra, tengo mi pastilla de ánimo: “Haz lo que debes y está en lo que haces”, decía san Josemaría. De esta forma, puedo aprovechar el tiempo al máximo.

“Fray ejemplo es el mejor predicador”, muchas veces ocurre alguna emergencia con los equipos en la planta y exige más horas de esfuerzo de parte de todos y otro esfuerzo adicional más a mí, para no dejar de lado las normas de piedad . Para cumplir las labores programadas y el plan de vida, que vivimos en la Obra, tengo mi pastilla de ánimo: “Haz lo que debes y está en lo que haces”, decía san Josemaría. De esta forma, puedo aprovechar el tiempo al máximo.

En el campamento no tenemos capilla ni iglesia, así que asistir a misa es algo difícil de cumplir, imagínense, la confesión; en la selva peruana hay pocos sacerdotes para atender a muchas comunidades nativas y tienen que viajar en lanchas para ello. No contamos con las ventajas que hay en cualquier otra ciudad de la costa o sierra del Perú.

Aquí, procuro rezar muchas comuniones espirituales a lo largo de cada día. Hago propósitos de lucha y de amar más al Señor. Siempre concluyo el día con la oración y las avemarías del santo rosario para rezar por mis compañeros y por sus familias con la seguridad de que esta siembra tendrá fruto.

Para Navidad y Año Nuevo, entre todos ponemos muchas ganas para pasarla juntos con “nuestra segunda familia”, como decimos por aquí. Hemos coordinado con el jefe de Campamento la venida de un sacerdote para que confiese a los que libremente deseen y celebre la santa misa navideña. Con algunos amigos preparamos la sala de embarque de pasajeros para celebrar la misa en el campamento.

Ambiente navideño en las oficinas

También organizamos que todas las empresas tengan un lugar especial para el “nacimiento y el árbol navideño”. Como es costumbre, ese día cenamos con los compañeros de cada empresa, y luego compartimos a medianoche una chocolatada y recordamos con algunas palabras el nacimiento de Jesús. Visitamos los nacimientos y aprovechamos para llamar a nuestras familias.

Durante la pandemia del COVID-19 vivimos en aislamiento preventivo, no solo en casa sino también en el trabajo, por ello confiamos la familia y el trabajo a la Santísima Virgen para que nos proteja.

A lo largo de estos años, las enseñanzas de san Josemaría me han permitido valorar y amar más a mi familia, el amor de los hijos, el compañerismo, la amistad y además servir mejor a los demás y procurar ofrecer a Dios el trabajo de cada día

A lo largo de estos años, las enseñanzas de san Josemaría me han permitido valorar y amar más a mi familia, el amor de los hijos, el compañerismo, la amistad y además servir mejor a los demás y procurar ofrecer a Dios el trabajo de cada día —con sus circunstancias y adversidades tan especiales— procurando encontrarme con Dios en este lugar del Perú.