Un milagro en el desierto

La periodista Diana Seminario publicó un artículo de opinión en el diario "El Comercio" de Lima publicado el lunes 2 de septiembre de 2019 sobre las bodas de Oro de la Universidad de Piura.

En tiempos en que hablar de descentralización era una quimera, surgió en las arenas del desierto la Universidad de Piura. Han pasado más de 50 años desde que el obispo de Piura Erasmo Hinojosa acudió al ahora santo Josemaría Escrivá, para pedirle que apoye la puesta en marcha de una institución educativa en suelo piurano.

Fue así que un grupo de profesionales peruanos y otros venidos desde España hicieron que el sueño de un obispo y el empuje de un santo se hicieran realidad.

Ing. Ricardo Rey, primer rector de la Universidad de Piura.
Cincuenta años después, más de 14 mil profesionales prestigian el nombre de la Universidad de Piura, que empezó con un edificio en medio del arenal gracias a la generosidad de familias piuranas, que con entusiasmo cedieron terrenos de su propiedad para el gran emprendimiento.

El último sábado, el campus piurano albergó a más de 3.500 egresados que celebramos el milagro del desierto, como una gran familia que se reencuentra para recordar los mejores años de su vida.
En un país donde el centralismo ahoga, y lo que no pasa en Lima no pasa en el Perú, la Universidad de Piura es una excepción a la regla, un oasis en el desierto.

En el país donde las brechas sociales son lo común, en la Universidad de Piura todo aquel que quiera hacerlo puede estudiar. Las razones económicas no son causa de exclusión en esta casa de estudios, donde alumnos que provienen de diversos colegios, particulares o del Estado, conviven en las aulas.

Vista del Edificio principal, durante los primeros años de actividad de la Universidad.

Estudiar con luz o con vela, bajo el sol o el algarrobo. Ingenieros, periodistas, abogados, economistas decimos con orgullo que somos de la Universidad de Piura. Las historias de vida que se han forjado en esas aulas perduran en el recuerdo de todos y se cuentan con orgullo.

Permítanme tomarme en esta oportunidad la licencia de rendirle homenaje a mi querida Universidad de Piura, donde me enseñaron a buscar la verdad, y que esta es solo una, independientemente del parecer de cada uno.

Porque la Universidad de Piura nos mostró que la máxima inclusión es la educación; porque cuando quieres llegar alto, no hay nada que te detenga. Y que hasta la libertad de expresión y de prensa puede tener límites.

El último sábado, bajo el sol piurano, nos fundimos en un abrazo exalumnos y profesores, 3.500 egresados bailando a un solo ritmo, porque todos somos una familia, porque la Universidad de Piura se queda para siempre.