Traduciendo a santos y héroes

El martes 11 de junio en el diario “Exitosa” de Arequipa se publicó un artículo del director del Centro Cultural de la Universidad de Piura, Enrique Banús, sobre san Josemaría, cuya fiesta se celebra el próximo 26 de junio.

Enrique Banús, director del Centro Cultural de la Universidad de Piura

“Sólo es para héroes o santos, y siempre después de que hayan fallecido”. Así le dijo, hace ya bastantes décadas, un alcalde de Miraflores a un hacendado dispuesto a construir una escuela siempre y cuando le pusieran su nombre. Supongo que –como casi todos- he conocido a algunos héroes o, al menos, a personas que considero héroes.

En el caso de los santos, la Iglesia facilita saber que, en efecto, uno ha conocido personalmente a algún santo: existe la canonización. Yo, al menos, he conocido a dos: Juan Pablo II y Josemaría Escrivá. A los dos los conocí por el mismo motivo por el que me encontré con dos Presidentes de Gobierno (Felipe González y Helmut Kohl) y uno de la Comisión Europea, otro que quería serlo (Carlos Menem), bastantes ministros y ex-ministros, alcaldes y otras autoridades, escritores y economistas, altos funcionarios europeos y empresarios, obispos y cardenales, entre ellos, uno que llegaría a ser Papa: Joseph Ratzinger.

Me ha tocado traducirlos, sí, ser intérprete en negociaciones o congresos, ruedas de prensa o conferencias. Cuando hice mi examen de traductor ante el Ministerio bávaro de Educación, en Würzburg (Alemania), el examen final consistía en traducir, de viva voz y sin apoyo alguno, una entrevista hecha a un gran músico. Uno de los examinadores leía la pregunta, yo traducía; el otro examinador leía la respuesta; y yo traducía. No fue fácil. Luego, he sufrido traduciendo sobre ferrocarriles, minas o residuos sólidos urbanos. Y hasta llegué a traducir del latín al alemán en un Sínodo de Obispos en el Vaticano.

Pero recuerdo especialmente la casi imposibilidad de traducir al alemán algunas expresiones muy particulares de San Josemaría, cuya memoria celebra la Iglesia el 26 de junio. Mencionaré una, creo que representativa de su visión de la vida cristiana: la mística ojalatera. Ha quedado incluso publicada: en un texto de 1967, una homilía, dice: “Dejaos, pues, de sueños, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo llamar mística ojalatera ¡ojalá no me hubiera casado, ojalá no tuviera esta profesión, ojalá tuviera más salud, ojalá fuera joven, ojalá fuera viejo!..., y ateneos, en cambio, sobriamente, a la realidad más material e inmediata, que es donde está el Señor”.

Todo un desafío para un pobre traductor que tiene que intentar sintetizar en una expresión algo que probablemente sea muy nuclear en el pensamiento del fundador del Opus Dei: esa idea de que Dios no está en el suspiro de una vida distinta, la añoranza de la utopía, sino en la realidad de la vida cotidiana, de que allí, en todas las circunstancias hay un algo divino (otra interesante expresión, tampoco fácil de traducir, con ese artículo indeterminado) “escondido en las situaciones más comunes”, según se dice en ese mismo texto.

Es decir, a Dios se le encuentra nel bel mezzo della strada, como solía decir en italiano – tampoco es tan fácil de traducir esta expresión. Leí hace poco, de casualidad, que se la solía decir a una persona romana del Opus Dei que trabajaba de lavacarros: en medio de la calle, desde luego.