“Thaniyay”: Cómo enfrentar la pérdida de un hijo

Pamela Miyagui es cooperadora del Opus Dei. Desde hace doce años, casada con Javier. Ella nos comparte la vivencia de haber perdido un hijo, y gracias a varios matrimonios en una situación similar, reunidos en la iniciativa “Thaniyay” que en quechua significa sanar, han podido ayudarse mutuamente con esperanza y perdón.

Mi familia: Andrés, la foto de Mitsuo y Masaki

La pregunta que una madre se puede hacer es: “¿Se puede sobrevivir a la muerte de un hijo?”, Recordando todo lo que viví hace una década, puedo decir que sí se puede, es difícil explicar cómo todo ese dolor que se siente en un inicio, con el tiempo y la providencia de Dios, se va transformando en amor. Trataré de explicarlo en las siguientes líneas.

Soy Pamela Miyagui Arashiro, contadora de profesión y nieta de abuelos japoneses. Mis papás desde que tengo uso de razón, nos llevaban a misa los domingos; es ahí donde me inculcaron la religión católica, la fe en Dios. Luego conocí el Opus Dei y en la actualidad soy cooperadora. Me casé con Javier Andrés Maesato Nakama (su papá era japonés) en julio de 2011, hace doce años.

Nos conocimos estudiando el idioma japonés cuando éramos niños y nos volvimos a “encontrar” por las redes sociales, después de quince años, es decir cuando cada uno ya estaba con una visión de vida definida. Él vivía en Japón y yo en Perú, pero regresó y luego de dos años de novios nos casamos.

El 21 de marzo del año 2013, fuimos padres por primera vez; nació Mitsuo (nombre cuyo significado en español es “hombre que brilla”), con una cardiopatía, por lo cual tendría que pasar varias operaciones al corazón para que tuviera una vida “normal”.

La madrugada del 26 de julio del mismo año, después de dos cirugías a corazón abierto a que fue sometido el día anterior, nos dejó y partió a la casa del Señor. Fueron cuatro meses, cuatro días y diecinueve horas que estuvo en la tierra para enseñarnos a ser padres. Recuerdo cuando nos dijeron después de la primera cirugía, que algo no había salido bien y por lo tanto, tendría que volver al quirófano. ¡Ese día fue eterno!.

Aquella madrugada del 26 de julio, nos informaron que la cirugía había salido bien, pero que al llegar a sala le había dado un paro cardiaco y que nos iban a comunicar cómo seguía. A los pocos minutos nos dijeron que no había aguantado y acababa de dejarnos. Sentimos que estábamos viviendo una pesadilla, no podíamos creerlo. Volvimos a casa y se sentía tan vacía. Después, lo difícil fue arreglar su ropa y guardarla, porque quizás en algún momento podríamos tener otro hijo; mi mamá me ayudó a hacerlo, la cuna la tuvimos por 7 meses más al costado de nuestra cama. Unos meses después, nos enteramos que lo de Mitsuo fue negligencia médica y me quebré; ello me hizo pensar que tal vez lo habríamos podido tener con nosotros más tiempo. En ese momento, afloraron en mí sentimientos de rabia e impotencia que, gracias a Dios, pasaron a un segundo plano, la razón volvió y entendí que los tiempos de Dios son perfectos; pensé que, así como el médico pudo haber tenido un error, cuántas vidas más salvó y ¿quién era yo para juzgarlo? La fe católica nos enseña a perdonar.

¿por qué nos tuvo que pasar eso a nosotros? Pero como siempre, gracias a Dios, no perdimos la fe; nos sirvió de ayuda lo que nos enseñaron: el respeto a la voluntad de Dios. San Josemaría, el santo de lo ordinario, decía que uno debe ser santo en el día a día, cada día.

Han pasado ya casi diez años desde su partida. Al comienzo fue muy duro seguir adelante en nuestro vivir, sin ese ser al que tanto esperábamos, dejar atrás los sueños que empiezan nada más saber que estaba embarazada, que crecía nuestra familia. Luego vendrían muchas preguntas existenciales: ¿por qué nos tuvo que pasar eso a nosotros? Pero como siempre, gracias a Dios, no perdimos la fe; nos sirvió de ayuda lo que nos enseñaron: el respeto a la voluntad de Dios. San Josemaría, el santo de lo ordinario, decía que uno debe ser santo en el día a día, cada día. Teniéndolo presente, nos esforzamos para que el día que nos toque partir, podamos ir directísimamente al cielo y encontrarnos con Mitsuo.

Después de ocho meses, en marzo del 2014, una amiga me dio el dato de un grupo de ayuda mutua para padres que perdieron un hijo, escribí un correo y me respondieron lo siguiente: “Lo que hacemos en estas reuniones es conversar de diferentes temas, compartimos nuestras experiencias. Lo que queremos es trascender el dolor, encontrarle un sentido a la partida de nuestros hijos y un nuevo sentido a nuestras vidas, sentirnos acompañados, comprendidos, no juzgados”.

Llegué a la primera reunión con temor porque no tenía idea de cómo sería escuchar a otros padres que han pasado por lo mismo. Fui sola, porque en ese tiempo mi esposo trabajaba en provincia, escuché que como matrimonio, debíamos conversar mucho, porque cada uno vive su duelo de forma diferente. Mi esposo pensaba que debía apoyarme, porque la mamá es quien lleva al hijo durante el embarazo y por lo tanto el vínculo es más fuerte. Sin embargo, yo pensaba que tenía que ser fuerte para que él no se derrumbe. Las estadísticas dicen que la mayoría de parejas tienen una alta posibilidad de sufrir una separación después de la pérdida de un hijo, gracias a Dios, con la ayuda de tantas personas ese riesgo no se dio en nuestra familia.

Grupo de los jueves en la noche Thaniyay - Diciembre 2015

Lo que nos ayudó mucho, en primer lugar, fue seguir de la mano de Dios en todo momento y llegar al grupo de ayuda mutua para padres en duelo, pues nos hizo ver que no estábamos solos, que había que vivir un duelo y parte de ello era hablar de Mitsuo. Las personas que nos rodean, la familia y los amigos, aunque no pasaron por lo mismo sabíamos que oraban por nosotros. El escribir sobre lo que uno siente fue la mejor terapia y el saber que eso ayudaba a otras personas hizo que cada cierto tiempo escribiera sobre ello, “Mitsuo un regalo de Dios”, era el blog donde plasmé mis sentimientos, fue cerrado, actualmente en Instagram está la cuenta @MitsuounregalodeDios.

También me ayudó leer libros sobre el duelo, el primero que leí fue “El camino de las lágrimas” de Jorge Bucay, que habla de diferentes tipos de duelo (cuando acaba una etapa estudiantil, un cambio de trabajo, mudanza, terminar una relación y la pérdida de un familiar).

Antes de cumplir los dos años de haber perdido a Mitsuo, Dios nos bendijo nuevamente y llegó Masaki (que significa en español “árbol que crece derecho”), le hemos hablado que tuvo un hermanito mayor, que desde el cielo nos cuida y está siempre en nuestros corazones. Masaki es nuestro arcoíris, así se le llaman a los bebés que llegan después de una pérdida. Él sabe que llegó a nuestra familia para completarla y ser una luz en las tinieblas que atravesamos.

Masaki visitando a su hermanito Mitsuo
Aunque pasen los años, el escuchar nuevos casos, nos hace ser empáticos y no hay duda que habrá casos con los que uno se identifica más. El continuar esa obra de amor que iniciaron hace once años dos mamás que vieron partir a sus hijos, es un gran apostolado.

El grupo de apoyo mutuo nos sirvió muchísimo, es más, a la fecha nos sigue ayudando porque desde fines de setiembre del 2018, junto con otra mamá (una amiga que conocí en Thaniyay*), empezamos a ser facilitadoras de un grupo, como una manera de retribuir lo que en su momento recibimos. Aunque pasen los años, el escuchar nuevos casos, nos hace ser empáticos y no hay duda que habrá casos con los que uno se identifica más. El continuar esa obra de amor que iniciaron hace once años dos mamás que vieron partir a sus hijos, es un gran apostolado. Se ve cuando pasa el tiempo, cómo cada papá o mamá van cambiando su semblante y que valen la pena las reuniones.

Setiembre 2019 Aniversario del primer año del grupo Thaniyay de Jesús María

A pesar de la pandemia, las reuniones continuaron de forma virtual y hace más de un año las retomamos de forma presencial, una vez al mes en un parque, por lo que pudimos “celebrar” el tercer año del grupo. Estamos seguros que nuestros hijos desde el cielo también lo hacen, porque de alguna manera ellos son los que nos unen.

Setiembre 2021 Aniversario Nº3

Hay testimonios como éste que nos ayudan mucho para los que perdimos a nuestro primer hijo:

“Definitivamente el haber visto partir a nuestros únicos hijos no nos hace más ni menos al dolor de otros padres, quizás sí, un tanto complicado el poder encontrar ese algo, que te dé motivos... en mi caso cuando mi ángel partió, no tenía otros hijos y créeme, que al inicio fue difícil aceptar muchas cosas... creí que no tenía nada en esta vida para seguir... pero fui muy cobarde -creo yo- para tomar una decisión tan fatal; sin embargo, hubo alguien que, a pesar que sentía el mismo dolor, pudo darse cuenta que su único motivo para seguir luchando era yo, ese gran hombre por el que me decidí y entendí que me necesitaba es mi ESPOSO. Siempre creí que yo era muy fuerte, pero él me enseñó que tenía más fortaleza que yo, aún recuerdo esas palabras que fueron las precisas y que me hicieron reaccionar: "amor -me dijo- yo quiero que mi hijo no signifique el fin de nuestras vidas, ni que la gente diga que por culpa de nuestro hijo nuestras vidas se derrumbaron; al contrario, quiero que nos miren y vean lo mucho que nos amamos y que nuestro ángel no vino a destruir sino a crear y mejorar, porque algo que es hecho con amor, da solamente luz"…Y fueron esas palabras las que le dieron significado a mi vida, yo también hablo siempre de mi ángel y, al igual que tú, eso me hace realmente feliz.”

Habrán días que son un tanto grises, otros totalmente, pero también hay días que se presentan con una luz tan clara, que te das cuenta que Dios nos da y nos pide

Habrán días que son un tanto grises, otros totalmente, pero también hay días que se presentan con una luz tan clara, que te das cuenta que Dios nos da y nos pide, que lo nuestro es un aprendizaje diario, que Él sabe más y que todo es para bien, “Omnia in bonum” como decía san Josemaría.

Si conoces a alguien que ha perdido un hijo, hay frases que no son las más apropiadas usar:

  • “Ahora tienes un ángel, que va a cuidar de ustedes”
  • “Son jóvenes, podrán tener más hijos”
  • “Si lloras, no dejas descansar a tu hijo”

Lo que sí ayuda:

  • Dar un fuerte abrazo sin necesidad decir nada, es más que suficiente. Es un apoyo valiosísimo en esos momentos en que uno tanto lo necesita porque se siente derrumbado.
  • Orar por ellos, porque Dios da esa fortaleza que tanto se necesita.
  • Hablarles del hijo que partió, que siempre esté presente de manera natural en las conversaciones.
Éso es vivir con sentido de eternidad, porque no todo se acaba en la tierra, los cristianos cultivamos la esperanza de ir al paraíso, la patria celestial definitiva, el premio definitivo.

Se puede volver a sonreír, se puede ser feliz; no serás la misma persona, serás mejor, porque en las manos de Dios, después de vivir la pérdida de un hijo, tienes la oportunidad de hacer lo mejor de tu parte en esta vida, para que en el momento de partir, puedas encontrarle nuevamente y darle ese abrazo por el resto de la eternidad. Éso es vivir con sentido de eternidad, porque no todo se acaba en la tierra, los cristianos cultivamos la esperanza de ir al paraíso, la patria celestial definitiva, el premio definitivo.

*Thaniyay significa sanar en quechua, es el grupo de ayuda mutua para padres en duelo, pueden encontrar información para contactarse en: https://thaniyayperu.com/

Pamela Miyagui Arashiro