Testimonios de peruanos en la canonización

PerúAldegunda Esperanza Chumpitaz de Orellana, una cañetana vendedora de picarones, viajará a Roma para agradecer personalmente los favores que día a día le hace el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer. Comentan que Aldegunda ha llegado a decir: “Voy a Roma, aunque no coma”.

Aldegunda Chumpitaz.

Aldegunda se levanta casi todos los días a las 4 de la mañana para elaborar el producto que es bastante laborioso. Los picarones son un dulce típico peruano, elaborado a base de zapallo, levadura y harina. Desde temprano coloca su puesto de venta ambulante en una esquina de la Plaza de Armas del pueblito de San Luis, distrito de Cañete.

Ella, además ha conseguido trabajo para limpiar casas en las playas cercanas con la finalidad de ahorrar el dinero para estar presente el próximo 6 de octubre en Roma junto con unas 300 campesinos, comerciantes, amas de casa y jóvenes del Valle de Cañete, donde se tiene una especial devoción al Beato Josemaría. El fin de semana trabaja como empleada del hogar en Puerto Viejo.

Su mamá participó mucho en la labor del Centro de Formación Profesional para la Mujer Condoray, Obra Corporativa del Opus Dei que desde 1963 ha desempeñado una labor de promoción social de inestimable envergadura en el Valle de Cañete que cada año beneficia a unas mil 400 mujeres del Valle y sus alrededores.

¡Milagro!

María Rosa Juárez Inga de Terrones, natural de Catacaos (Piura) hasta ahora recuerda como gritó aquella vez. ¡Milagro!, dijo, y asustó a su doctora. María Rosa peregrinará a Roma para participar de la santificación de Josemaría Escrivá porque está segura de que gracias a su intercesión logró curarse de un nódulo que, según los médicos, lo tendría siempre.

Fue en enero de 1997 cuando le detectaron presión alta. Inició, luego, un tratamiento con la doctora Milagros Manrique Borrero. Ella le sugirió un análisis de hormonas y el resultado de la prueba fue “hipertiroidismo”. Tomó medicinas durante dos años y mejoró un poco, pero bajó 15 kilos de peso. “Durante este tiempo la pasé muy mal, con la presión alta y lo único que hacía era rezarle al beato Josemaría Escrivá. Comencé a hacerlo con más frecuencia durante mi transferencia al Hospital de Chiclayo. Me encontraron un nódulo que, según los médicos, lo tendría siempre. Después de varios meses me vinieron hemorragias. Los médicos a los que recurrí me dijeron que debían extirparme el útero porque estaba demasiado grande. Me trataron vía oral y surgió efecto”, señala.

2300 peregrinos peruanos asistirán a la Plaza de San Pedro el 6 de Octubre.

Cuenta que siempre le rezaba al beato Josemaría y después de mucho tiempo la hemorragia empezó a detenerse. Le habían aplicado yodo radiactivo. Al notar mejoría, los médicos quedaron asombrados. Aún así le dijeron que en tres meses se vería el resultado. Transcurrido ese tiempo el médico le comunicó que su problema ya no era hipertiroidismo, sino hipotiroidismo. Continúo un tratamiento desde Piura tomando diariamente una tableta de levotiroxina de 100 mg. Luego la dosis bajó a media tableta y le señalaron que debía volver transcurrido un año.

Se cumplió la fecha y el 22 de junio de 2001 “la doctora Guevara me dijo que estaba muy bien, que debía dejar los medicamentos. Yo grité fuerte: “¡Milagro!”. “La asusté y le regalé una estampa. Ella me preguntó si era católica. Le dije que sí, que apoyaba en la parroquia de Catacaos: Visito a los enfermos, evangelizo en la zona rural y también difundo la estampa del beato. La doctora me dijo que rezara por todos los médicos de ese hospital y a el primer caso cuya curación no se explicaba. El nódulo desapareció, mi presión arterial está estable y ya no tomo tanta medicina. Sigo rezando y cuando me duele algo me froto la estampa. Siento que cuando rezo es como si estuviera tomando un medicamento”, expresa.

María Rosa Juárez viajará para agradecer lo que considera ha sido un milagro. “He juntado mis ahorros. Soy enfermera cesante del Ministerio de Salud. Viajaré con mi esposo Oscar Terrones Becerra a quien le diagnosticaron un cáncer gástrico que milagrosamente también ha desaparecido. Voy para agradecerle”, dice.

Dos favores en la familia

Esther Yaksetig Castillo.

Esther Yaksetig Castillo es la segunda vez que va a Roma. La primera fue para agradecerle al Beato Josemaría Escrivá por la salud de su madre. Esta vez viaja como jefe de uno de los grupos de peregrinación de alumnas, para agradecer otro favor concedido a su familia: la vida de su hermano, Raúl Yaksetig Castillo de 38 años.

“El padre Josemaría ha concedido dos favores grandes a mi familia”. El primero, cuenta, fue a favor de su madre, Rosa Amelia Castillo (67), a quien la curó de cáncer en 1985. “Ya han transcurrido 17 años y luego de diagnosticarle cáncer al útero en segundo grado y darle tratamiento de radioterapia, los médicos dijeron que no viviría más de cinco años. Cuando fue la beatificación, en 1992, ya habían transcurrido siete años y viajé para agradecérselo. Ahora han pasado más de 17 años, mi madre y mi familia le reza para agradecer todos estos años de vida. La enfermedad milagrosamente ha desaparecido”, expresa.

El segundo favor fue concedido 10 años después. Cuenta Esther que en 1995, su hermano Raúl sufrió un accidente automovilístico. Quedó atrapado entre dos carros y eso casi le destrozó el hígado, dice. “Fue el 18 de junio de 1995. El 26 de junio era la misa del Padre y empezamos a hacerle una novena, ya que mi hermano iba a ser sometido a dos operaciones serias. Los médicos no nos daban esperanzas. En esa época había transplante de corazón, riñones, pero no de hígado. Le pusimos una estampa en su cabecera. Estaba en cuidados intensivos del hospital. Al noveno día, él empezó a reaccionar y salió de la crisis. Los médicos dijeron que su organismo estaba reaccionando favorablemente a la operación. Su hígado se le había regenerado. Los médicos no saben cómo”, manifiesta.

Actualmente, Esther se prepara -junto con un grupo de alumnas y exalumnas- para la peregrinación a Roma. El objetivo en estos meses es recaudar fondos para solventar el viaje. ¿Cómo lo hacen? Pues saben que el dinero no se gana fácil, así que con las alumnas han conformado un grupo de limpieza. Limpian casas, oficinas y ahora se alistan para limpiar la iglesia San Sebastián de Piura. “Es un trabajo duro y nada fácil, pero con el empuje de todas nos está yendo muy bien. Es un trabajo que lo realizamos en nuestras horas libres, principalmente los fines de semana, y bajo el asesoramiento de personas que conocen del tema”. Cuenta, además, que realizan actividades como venta de tamales, almuerzos, parrilladas y proyección de películas. “Todo tiene un fin bueno y sabemos que ésta es una experiencia personal importante para nuestras vidas”.

La gratitud de un viejo amigo

Juan Neyra Gonzáles.

“Juancito”. Así es conocido por los pasillos de la UDEP. Reconoce que es amiguero y esta característica lo ha llevado a cultivar innumerables amistades: alumnos, profesores, personal. “Desde 1977 trabajo en esta Universidad y aprecio mi trabajo. Soy amigo de todo el mundo”, comenta Juan Neyra Gonzáles, conserje de la Universidad, quien viajará a Roma, gracias a la gratitud de un antiguo amigo suyo: el ingeniero Delfino Corti. Él también trabajó en la UDEP, es padrino de matrimonio de Juan y ahora le obsequió los pasajes Milán-Caracas –ida y vuelta- para que participe de la santificación. El resto de gastos los solventará Juan, quien efectúa actividades para solventarse su bolsa de viaje.

Empieza comentando que no es imposible cumplir un sueño y que desde que llegó a trabajar a la Universidad ha escuchado hablar de monseñor Josemaría Escrivá y de su obra. Por eso, señala, “quiero asistir a su santificación para pedirle por la salud de mi esposa, Delia Simbala Vega, y por mi familia”.

“He leído y visto películas sobre la vida y obra del beato. Le tengo mucha devoción y durante todo este tiempo le he venido pidiendo por la salud de mi esposa que sufre de artritis, así que cuando mi amigo el ingeniero Delfino Corti me dijo que me regalaba los pasajes Milán- Caracas no dudé en hacer un esfuerzo para conseguir el resto de dinero y viajar. Quiero ir a Roma y pedir allá por la salud de mi esposa. Tenemos cuatro hijos”, dice Juan, quien agrega que durante todo este tiempo mantuvo comunicación con Corti a través de cartas.

“Me aprecia bastante. Fue mi testigo de matrimonio, visitaba mi casa en el asentamiento Los Algarrobos y me daba consejos. Él y el padre Jesús Moliné me ayudaron. Nos orientaban y daban ánimos para que a pesar de la crisis tengamos ganas de sacar nuestros hogares adelante, con trabajo y esfuerzo. Por eso es que yo trabajo aquí. También me ocupo como mozo cuando me contratan. A mí el trabajo no me da vergüenza”, dice y agrega que ya en Roma se unirá a uno de los grupos de peregrinación de la UDEP.