Ser buenos samaritanos de los demás

El COVID-19 puso a prueba la manera cómo ayudamos a los demás y cómo hacemos voluntariado. Desde el Club Alki, dirigido a estudiantes procuramos ayudar a un albergue en Lima. Quienes participamos en esta iniciativa hemos podido ser buenos samaritanos de los demás, como nos invita el Papa Francisco

Niños y adolescentes del albergue “La Sagrada Familia"

¿Cómo comenzó todo?

Alki es un club juvenil en Lima, Perú. Todos los años, en las vacaciones de mitad de año, tenemos una actividad de promoción humana. Este año pensamos en ir a Cusco, pero la pandemia nos obligó a cambiar de planes. Desde nuestras casas también podíamos ayudar, por lo que buscamos alternativas. Es así que contactamos al albergue “La Sagrada Familia”, cuyo origen nos resultó conmovedor.

Miguel Rodríguez fundó este albergue en 1989, tras el fallecimiento de uno de sus hijos. Al ver las necesidades de los niños abandonados en Lima, pensó que él podía ser un agente de cambio para aliviar esta necesidad. Hoy, atiende a más de mil 200 niños y adolescentes, quienes reciben formación humana, académica, espiritual y profesional.

Muchos de los exalumnos de su albergue ahora son profesionales y padres de familia, mientras que otros son voluntarios a tiempo completo y ayudan al desarrollo de actividades de este albergue ubicado en el distrito de Ventanilla, que forma parte de la provincia constitucional del Callao, próximo a la ciudad de Lima.

Semana de voluntariado: la preparación

Luego de una conversación inicial, Miguel nos manifestó que durante esta cuarentena requerían muchas cosas de primera necesidad. Por otro lado, los niños estaban asistiendo a clases escolares por televisión, por lo que necesitarían de un reforzamiento.

Desde Alki empezamos a planificar el programa de actividades para la semana de voluntariado. Por las mañanas, nos conectaríamos con los niños; y por las tardes, tendríamos nuestra convivencia. Todo por medios digitales. No teníamos tiempo que perder. Algunas chicas del club nos ayudaron a difundir el proyecto entre sus compañeras de clase.

Durante los cuatro fines de semana siguientes, las voluntarias tuvimos reuniones vía Zoom para coordinar las entregas de donaciones, clases académicas y de virtudes, y un teatro. Para este último, tuvimos la ayuda de Micaela Garrido, estudiante de Educación de la Universidad de Navarra (España) y parte del elenco de teatro de su universidad.

Superar las dificultades con ayuda de la beata Guadalupe

Quienes participamos en el voluntariado, procuramos preparar muy bien las clases por Zoom a los niños. El reto de las clases académicas era captar la atención de los niños, por lo que se nos ocurrió disfrazarnos de un personaje alusivo al tema, cantar, armar escenografías, proyectar videos y mucho más.

Durante las clases tuvimos muchos problemas de conexión, debido a que la señal de internet era muy inestable en los alrededores del albergue. El primer día intentamos de todo, pero nos fue casi imposible establecer comunicación. Nos propusimos rezar estampas a la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri y una hora después, tuvimos algunos minutos de conexión donde presentamos una pequeña dinámica grupal. Los días posteriores fuimos mejorando, y poco a poco, las clases fluyeron con más facilidad. Los niños estuvieron muy contentos y las voluntarias aún más.

Desde descubrir las corrientes marinas con Buscando a Nemo hasta una clase de Arte con las tres regiones naturales del Perú, pasando por una sesión de Literatura con Las Crónicas de Narnia, los niños aprendieron y se divirtieron a la vez.

Por otro lado, también recibieron clases sobre formación en virtudes, pues queríamos promover una sana convivencia, ya que en tiempos de pandemia la armonía y el buen ánimo resultan –no pocas veces- un poco más difíciles.

Nuestras clases por Zoom estaban dirigidas a niños de últimos años de primaria
Tardes de voluntariado con un propósito

Nuestras actividades de las tardes fueron muy internacionales. Tuvimos testimonios de distintas personas, quienes nos ayudaron a no perder de vista el propósito de nuestro voluntariado.

Sofía Carrasco, trabajadora social que ha ayudado en diversas ocasiones a este albergue, nos contó cómo participar de voluntariados la hizo crecer como persona. Ella dio la primera charla, y fue quien nos motivó a sacarlo adelante. Nos contó la historia del albergue “La Sagrada Familia” y un par de anécdotas que nos hicieron reflexionar. Como ella nos dijo: “Al voluntariado tenemos que ir con apertura, porque pensamos que vamos a dar, pero terminamos recibiendo mucho más”.

Valentina Gómez de la Torre, organizadora de Proyecto Hogar, una iniciativa social en Perú, nos contó lo valioso que es estar en los pies de la persona que tienes el privilegio de ayudar. Su charla nos sirvió para aprender temas de organización y logística; y darnos cuenta que los proyectos que empiezan siendo pequeños, pueden convertirse en gigantes con mucha perseverancia y esfuerzo.

Su primera experiencia de voluntariado en Proyecto Hogar estuvo a punto de ser frustrada, porque tenía una fiesta justamente ese fin de semana. Para su suerte, decidió darle prioridad al voluntariado, y desde ese momento nunca más dejó de ir. Hasta el momento, ha construido más de 40 casas para familias pobres al sur de Lima y está muy feliz con toda la labor que realiza.

A continuación presentamos un video con algunas de las participantes de Alki AcTUa 2020, quienes nos cuentan su experiencia:

Verónica Gambaccini, coordinadora del Proyecto Impulso Social en Argentina, habló sobre cómo se reinventaron debido a la pandemia. Por ejemplo, lanzaron una campaña para confeccionar rosarios, que se enviaron a enfermos del Hospital Solidario COVID-19 de la Universidad Austral (Buenos Aires); a la cual se sumaron presidiarios de la Fundación Espartanos. Verónica nos motivó a no tener miedo a darnos a los demás, porque siempre va a haber alguien que necesitará de nuestra ayuda.

Majo Corzo y Romina Calonge, estudiantes de derecho de la Universidad de Piura, contaron sobre su participación en el proyecto Construyendo Esperanza, un voluntariado dirigido a mujeres de la localidad de San Benito, en Cañete; el cual reunía estudiantes de distintas facultades, quienes aportaban desde los conocimientos de su carrera. Ellas, por ejemplo, al ser estudiantes de derecho, ofrecieron asesoría legal a las pobladoras de la zona.

Chus Freire, española, quien hizo un voluntariado en Rumanía, nos contó que ayudó a muchos niños con discapacidad, sobrevivientes de abortos o que fueron abandonados. Fue una charla conmovedora que nos ayudó a darnos cuenta de lo afortunadas que somos.

La respuesta generosa al voluntariado

Gracias a la promoción de las voluntarias con sus amigos y familiares, conseguimos diferentes ayudas. Sabíamos que las circunstancias económicas no eran del todo favorables por el COVID-19, pero nos lanzamos. Nos llevamos una gran sorpresa, pues recibimos muchas donaciones.

El timbre del Club no dejaba de sonar. Muchos padres de familia y niñas vinieron a dejar alimentos, ropa, libros de cuentos y mascarillas de tela hechas por ellos mismos.

Ahora se nos planteaba otra dificultad: empaquetar todo. Andi decidió preguntar a algunas de sus amigas si estarían dispuestas a venir al club y ayudarnos con esta tarea. Sofi, Arancha y Fran aceptaron y nos entretuvimos la tarde entera, seleccionando y empaquetando lo que habíamos recibido. Al día siguiente, muy temprano, enviamos las donaciones con destino a Ventanilla donde está ubicado el albergue “La Sagrada Familia”.

Algunos niños del Albergue recibiendo las donaciones
Promover una cultura del encuentro

Hace algunas semanas, hubo un reencuentro con las voluntarias. Allí pudimos ver la obra de teatro “El Mago de Oz”, que preparamos a los niños del albergue. Fue muy divertido ver a cada una metidas en sus personaje. Esperamos que las estudiantes que conocimos, a raíz del voluntariado, puedan ser parte de las próximas actividades que desarrollaremos en el Club Alki.

Estamos muy contentas con el resultado, pues logramos superar las dificultades que el COVID-19 nos impuso, y ayudamos a estos niños que lo necesitaban, gracias a la colaboración voluntaria de tantas estudiantes.

Ahora, viendo tan buenos ejemplos de voluntariado en Argentina e India, como nos contaron Verónica y Claudia, soñamos con proyectos en el Perú que procuraremos desarrollar próximamente y que nos ayuden a hacer frente a la cultura del descarte, vivir la santidad de la normalidad y a ser buenos samaritanos de los demás como nos pide el Papa Francisco