Santificando el trabajo en una lavandería

Walter Nakasone es un supernumerario peruano del Opus Dei, y nos cuenta como vive el espíritu del Obra en su vida diaria junto a su familia. Walter es descendiente de inmigrantes japoneses que a principios del siglo veinte llegaron al Perú en busca de mejores oportunidades.

¿Cómo conoces la fe?

Somos dos hermanos, nos dice Walter; nos bautizamos gracias a mi madre. Estudiábamos en un colegio religioso, de los hermanos de La Salle; allí nos bautizamos. Nosotros somos descendientes de inmigrantes japoneses. La fe llega a nuestra familia por mi abuela paterna. Fue ella la que se convirtió primero y luego acercó a la familia a la fe. En cambio, mi abuela materna permaneció en la religión de sus padres, aunque miraba con cariño al catolicismo. En los últimos años de su vida se convirtió.

La aceptación de la fe cristiana en la colonia japonesa ha ocurrido de manera muy natural. Es raro encontrar a alguien de la tercera generación que se mantenga en la fe de sus ancestros. Aunque esto no quiere decir que se hayan perdido algunas costumbres importantes. Una de ellas es el “butsudán”, que es una especie de altar familiar en donde se da culto a los antepasados de la familia. Es un vínculo de unión entre todos los miembros de una familia. En la casa tenemos el “butsudán”, pero procuramos que sea una ocasión para rezar a Dios por nuestros familiares.

¿Cómo conoces la Obra?

Por Norma, mi esposa. Ella conoció la Obra por su hermana que fue al UNIV del 81. El 83 nos conocimos y en el 92 nos casamos. Cuando salíamos juntos, ella siempre me invitaba a que vaya a un centro del Opus Dei, pero yo no entendía. No tenía ni la más remota idea de lo que se trataba.

Años después, cuando mi primer hijo entró al colegio Los Álamos, un colegio que se beneficia de la ayuda espiritual del Opus Dei, empecé a preocuparme por mi vida espiritual. Por aquel entonces conversaba con un religioso, amigo mío, una persona muy santa. Un día me dijo: “Walter, que quieres y no quieres”. Eso me removió por dentro y me decidí a ir a un centro de la Obra. Mi mujer se sorprendió mucho cuando se lo dije. Me acuerdo que estaba un poco nervioso cuando fui. Allí conocí a Rubén que poco a poco me fue mostrando el espíritu del Opus Dei. Al poco tiempo me hice de la Obra. Ahora entiendo que todo fuera tan rápido. Fue en parte debido a la oración de mi esposa que siempre me encomendó.

¿Walter, cómo es un día ordinario para ti?

Tengo al costado de mi casa, una lavandería. Me levanto a las seis de la mañana, mi esposa lo hace más temprano. Preparamos a los chicos -tengo tres varones-, para que vayan al colegio. Después de dejarlos allí, escucho Misa en una iglesia cercana. Hago después un rato de oración mental. A las diez de la mañana llego a la lavandería trayendo las prendas de mis clientes. Cerramos la lavandería a las siete de la noche. La oración de la tarde procuramos hacerlo en familia, luego hacemos la visita en una parroquia cercana. Como a las nueve y media acostamos a los niños y luego converso con mi mujer. Rezo el Rosario aprovechando los trayectos de viaje.

¿Puedes hablarnos algo sobre tu apostolado?

En mi trabajo tengo dos empleados que son testigos de Jehová. Trato de darles a conocer la fe a través del trabajo. Me explico, dentro de mis clientes tengo algunos sacerdotes y siempre llevo a lavar algunas vestimentas eclesiásticas, como sotanas, albas, casullas, etc. Les voy diciendo el nombre de cada prenda y su significación. Recuerdo una vez cuando me encargaron lavar una sotana que usó Juan Pablo II en su visita al Perú, fue todo un acontecimiento en la lavandería.

También hago apostolado con los papás del colegio de mis hijos, converso con ellos, procuro acercarlos a Dios. La gente es muy abierta, aunque siempre hay alguien que no comprende algún aspecto del espíritu de la Obra, pero conversando todos entienden.

¿Puedes decirnos algo sobre tu vida familiar?

Mi esposa es también de la Obra, y entre los dos procuramos educar cristianamente a nuestros hijos, tratamos de hacerlo con el ejemplo, bendiciendo las comidas, rezando el rosario con los niños los días domingos, haciendo la oración juntos cuando se puede. Por ejemplo, ya es costumbre que antes de salir en el carro, mis hijos digan la bendición de viaje y también cuando salimos a comer fuera, que bendigan los alimentos. Los animamos a que tengan amigos, que hagan deporte, que vean televisión lo menos posible; por eso hemos comprado una mesa de ping pong y ya se están convirtiendo en unos expertos jugadores.