«El cristianismo es una relación de amor no un conjunto de reglas»

Elena cuenta su encuentro con Dios: un encuentro que le llevó de una creencia difusa en un “hay algo más” a una relación personal con Jesucristo.

Elena tiene 26 años, nació en el Puerto de Santa María, estudió ingeniería agrícola y trabaja en una fábrica de semillas. Sus padres tenían una fe algo difusa y, aunque no practicaban, bautizaron a su hija que también hizo la primera comunión. Ahí terminó su vivencia religiosa aunque en verano acompañaba a Misa a su bisabuela que luego la invitaba a merendar.

“Mis padres eran como un palito que me iba marcando el camino”

Elena tuvo una adolescencia dispersa y confiesa que, si siguió estudiando, fue gracias al cariño e impulso de sus padres “ellos eran como un palito que me iba marcando el camino”. Pero el tema de la fe ni le inquietaba ni le llevaba a hacerse ninguna pregunta. Si existía Dios o no era algo que no afectaba lo más mínimo a su vida diaria.

Cuando Elena empezó la carrera universitaria conoció a mucha gente distinta y se hizo amiga de Pilar, una chica que le marcó: “era muy buena, tenía una paz que a mí me llamaba la atención y se preocupaba mucho por los demás. Era una amistad distinta a las que había tenido hasta ahora”.

Qué tiene ella y no yo

Pilar y Elena estudiaban juntas, a veces en un colegio mayor del Opus Dei, hacían planes y se lo pasaban bien, pero Elena cuenta con gracia que había algo que le descuadraba “un miércoles me dijo que se iba a Misa y yo pensé: está loca, la Misa es el domingo. Se lo dije y ella me explicó que Misa había todos los días. Me quedé muy sorprendida. Me di cuenta de que Pilar era muy religiosa y cuando pensaba qué tiene ella que no tengo yo, siempre llegaba a la misma conclusión: tiene a Dios”.

Elena empezó a cuestionarse su vida y su fe. A preguntar sus dudas en el Colegio Mayor. Así llegó la Semana Santa y le invitaron a ir a Roma, al UNIV, una convivencia de universitarios.

“El primer día tuvimos una meditación. No me acuerdo del tema, pero sí que ponerme delante del Sagrario me emocionó. Era un Sagrario feísimo pero el corazón me saltó. Parecía que había visto al chico que me gustaba. Me dijeron que si quería confesarme y dije que sí”.

Elena confiesa con humildad y una sinceridad que desarma que aquella no fue una buena confesión “decidí decir solo aquello que quería. Pensé: a este hombre no le conozco de nada, no le voy a contar mi vida”.

Pero Dios había echado ya el anzuelo y en el momento de la comunión Elena no se acercó a comulgar. “Yo veía a todas las chicas comulgando y pensaba, no puedo hacerlo. Al final de la Misa volví a confesarme, esta vez bien, de todo. Le pedí perdón a Dios y me quedé como nueva y feliz”.

La Semana Santa supuso un momento de gracia importante para Elena, pero no se ganó Zamora en una hora, por más motivada que estuviera esta joven andaluza: “cuando volví del Univ yo me creía casi santa pero pronto vi que no iba a ser tan fácil convertirse en una cristiana coherente”.

Comenzar y recomenzar

Elena cuenta con sencillez como los hábitos de su vida le jugaban malas pasadas “estaba acostumbrada a tener unas relaciones bastante egoístas, yo me miraba a mí no a los demás y ahora Dios me pedía cosas que yo, de primeras, no estaba dispuesta a darle. Afortunadamente Dios te ayuda a no cansarte y Él te va llevando”.

Al echar la mirada atrás, Elena no tiene dudas: “durante este proceso muchas veces me planteaba si tenía sentido mi esfuerzo por estar cerca de Dios. Al principio se me hacía costoso, caía y me levantaba muchas veces, pero también es cierto que notaba la ayuda de Dios, sobre todo, para querer a la gente de verdad, de una manera desinteresada”.

Ahora, Elena siente la presencia de Dios en su vida de una manera cotidiana, muy lejos del formalismo o la rigidez: “desde fuera la vida de unión con Dios se puede ver como algo ultra rígido ‘ahora tienes que rezar, ahora ir a Misa’ pero se trata de buscar esos puntos de encuentro con Dios” y lo explica con un símil muy expresivo “yo me acabo de casar y, a veces estoy en el salón con mi marido y le voy dirigiendo la mirada para ver si le encuentro, pues con Dios lo mismo: hago un rato de oración y encuentro su mirada, voy a Misa y le encuentro y así todo el día. Busco su mirada y es una mirada que da fuerza, que transmite amor, que serena… No veo el cristianismo como un conjunto de reglas sino como una relación de amor”.


Vídeos: María Villarino y Pablo Serrano

Textos: Ana Sanchez de la Nieta e Inma de Juan

Producción: Carmen García Herrería