Recuerdos de un amigo: Luis Padilla

Al conmemorarse un año de la partida de Luis Padilla, fiel agregado del Opus Dei, el próximo lunes 8 de agosto, se celebrará una misa en la capilla del Colegio “Los Álamos” a las 6 pm. En el siguiente artículo, Iván Castillo, comparte algunos recuerdos de Luis.

Conocí a Lucho en el año 2011 cuando empecé a participar de los retiros mensuales en el colegio “Los Álamos”, en el distrito de Jesús María, en Lima. Recuerdo siempre esa alegría que mostraba en su rostro con todos. Un hombre cortés, amable y atento. Al año siguiente, cuando inicié mi trabajo en ese colegio, pude establecer una relación de amistad con él.

me enseñó diferentes aspectos de la formación doctrinal y a tener ese deseo infatigable de buscar a Dios, de encontrar ese “algo santo, divino, que nos toca a cada uno de nosotros descubrir”, como decía el fundador del Opus Dei.

Era muy frecuente las tertulias que teníamos al acabar la jornada diaria. Se veía en su trato ese reflejo que el Señor pide a todos los cristianos: ser apóstoles. Ahí, en esas reuniones, me enseñó diferentes aspectos de la formación doctrinal y a tener ese deseo infatigable de buscar a Dios, de encontrar ese “algo santo, divino, que nos toca a cada uno de nosotros descubrir”, como decía el fundador del Opus Dei.

Gracias a Lucho, rápidamente me convertí en un afanoso lector en temas de formación humana, matrimonio y familia. En una ocasión, cuando nació mi segunda hija: “Carito”, me comentaba que debía leer un libro de Meg Meeker: “Padres fuertes, hijas felices”, ya que abordaba la importancia del rol del papá en la dimensión afectiva de las hijas. Le dije que estaría encantado de leerlo.

Luis Padilla fue muy amiguero y ayudó a muchos a acercarse a Dios
Luis Padilla fue muy amiguero y ayudó a muchos a acercarse a Dios

Ahí mismo, sacó de su biblioteca ese libro, mientras anotaba en un pequeño cuadernillo mi nombre y la fecha en la que me estaba prestando ese libro. Pude observar entonces, los nombres de otros amigos comunes que tenía también anotados, y los títulos de los libros que compartía con ellos generosamente.

Así era Lucho, generoso con todos sus amigos, incluso durante su enfermedad. En los últimos años de su vida, recibía con gratitud esa llamada telefónica de Lucho en mi cumpleaños. Atento no sólo por mí sino también por mi esposa y nombraba cuidadosamente a cada una de mis cuatro hijas, - sabía sus nombres completos - preguntando cómo iban en el colegio y en el hogar.

Y cada vez que conversábamos por teléfono, mientras le comentaba cómo me iba en el trabajo, me orientaba a sacar adelante ese proyecto institucional: brindar formación a los padres de familia del colegio Los Álamos.

A un año de su partida, puedo decir que ese celo por ayudar al prójimo, ese afán apostólico, es una clara lección de amor que aprendí de él y dejó huella en todos sus amigos.

Pero esa orientación que recibía, no era como un jefe a un subordinado, sino como aquel amigo que busca la felicidad del otro entregándose a los demás por amor a Dios. A un año de su partida, puedo decir que ese celo por ayudar al prójimo, ese afán apostólico, es una clara lección de amor que aprendí de él y dejó huella en todos sus amigos.

Iván Castillo Plácido