Procesión de San Josemaría en las Bodas de Oro de la Prelatura de Yauyos

El 26 de junio no es una fecha que pase inadvertida en San Vicente de Cañete. Numerosos devotos de San Josemaría Escrivá acudieron a la Misa en el santuario Madre del Amor Hermoso. Luego acompañaron una imagen del santo en una procesión por las calles del centro de la ciudad.

Imagen de San Josemaría en la procesión de Cañete

Más de 2 mil personas asistieron a la Misa de acción de gracias presidida por el Obispo de Cañete, Monseñor Ricardo Garcìa García. El 26 de junio se conmemoró de una manera especial los 32 años de la partida al cielo de San Josemaría Escrivá, en el marco de las celebraciones de las Bodas de Oro de la Prelatura de Yauyos – Cañete.

Asistieron las autoridades locales y regionales, representantes de instituciones y delegaciones de centros educativos, campesinas y pobladores portando algunas pancartas con frases de las obras de de este santo que visitó Cañete el 13 de julio de 1974.

Monseñor García recordó en su homilía la misión que cumplió San Josemaría: “Vino a recordar esa llamada universal a la santidad… todos los caminos pueden ser camino de santificación en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano. La santidad es una santidad determinada, concreta que se manifiesta en hechos diarios, es una realidad divina y humana a la vez…”

Durante la quema del castillo, una pareja bailó la marinera

Las condiciones climáticas del invierno no fueron impedimento para que la multitud se congregara bajo el cielo abierto del santuario, para manifestar su agradecimiento a San Josemaría por los frutos espirituales y materiales ‘cosechados’ en estos 50 años de existencia de la Prelatura de Yauyos.

Refiriéndose a esta actitud de los fieles, Monseñor García comentó: “… veo el fervor,… esa devoción por San Josemaría es mucho más fuerte que este frío que nos está acompañando…”

Al término de la celebración eucarística, la imagen de San Josemaría, en medio de una gran algarabía, y fuertes aplausos, recorrió, en procesión, acompañada por las oraciones de muchos devotos, las principales calles de la ciudad y en la Plaza de Armas de San Vicente se hizo en su honor la quema de un castillo de fuegos artificiales, y una pareja de niños bailó la marinera.